Oficios desaparecidos de la antigua Valencia Hace tiempo

Oficios desaparecidos de la antigua Valencia

Hace tiempo, en un pasado cada vez más remoto e irreconocible, las calles de Valencia estaban tomadas por la gente y no por los innumerables vehículos que ahora las invaden, y los ruidos que se podían escuchar no eran los de motores, cláxones o sirenas, sino el de las campanas de las iglesias, el piafar de los caballos o la voz de los vendedores ambulantes que pregonaban su mercancía por la ciudad.

Eran trabajos de pobres, ejercidos por gente humilde para clientes humildes. Cada oficio tenía su propia melodía, que la hacía inmediatamente reconocible en cuanto se escuchaba.

El afilador

Un barquillero en 1902

El “agranaor” vendía y reparaba escobas. Éste es de 1870.

Un carbonero del mismo año.

Los charlatanes vendían de todo. Hacían lotes, y la mayoría de los productos decían regalarlos.

El “llanterner” vendía y reparaba cosas de hojalata.

Vendedor de globos en Fernando el Católico, en los cincuenta.

Un carro para la venta de hielo.

El “pardaler”. Este personaje se hizo popularísimo en Valencia en las primeras décadas del siglo XX. Vendía pajaritos por la Plaza Redonda, y su cancioncilla la conocía todo el mundo: ¡dos pardalets i una aguileta, d’eixes que van en bicicleta!

Por supuesto, los niños trabajaban, y muy duramente. Vendedores de melones y gaseosas en el puerto.

“Orxater” junto a la Catedral, en 1870.

La “lletera”, ordeñaba la vaca y al instante tenías la leche.

También eran numerosos los oficios que tenían sitio fijo para ejercerlos. Era frecuente la casaobrador, donde el artesano y su familia vivían, trabajaban y vendían, pero muchos no podían permitirse ese lujo y se conformaban con algo mucho más modesto: la “parada”.

Puesto de libros en la pared lateral de la Lonja.

Niños zapateros en 1901.

Kiosco de bebidas en la plaza del Doctor Collado, a principios del siglo XX.

Puesto de boniatos en la posguerra.

“Bunyolera” en 1920.

Vendedor de llaves en las “Covetes de Sant Joan”, los puestos que aún existen, aunque ya cerrados, bajo la puerta de los Santos Juanes.

Tabaquera en la plaza de San Jaime.

Barberos en el puente de Serranos, en 1890.

El Mercado Central en 1905, antes de construirse el edificio.

Mercado de burros y caballos en el cauce, en 1950. Se celebraba cada jueves.

Por último, estaban aquéllos que ejercían oficios de servicio municipal. No han desaparecido, pero sus cometidos actuales distan tanto de los antiguos que ahora nos parecen prehistóricos.

Adoquinado de la plaza de la Reina a finales del XIX.

Un farolero en la calle San Vicente, esquina Ánimas, en 1910.

Los taxistas de antaño: coche de caballos en la Alameda, en 1910.

Asfaltado de la calle Pintor Sorolla, en 1909.

Barrenderos en el puente de San José, con sus característicos carritos.

El “femater”. Los basureros eran huertanos que utilizaban los desperdicios como abono de sus campos.

Niño basurero, a principios del siglo pasado.

Empleado de los tranvías en la calle del Micalet, en 1958. Disponían de una bandera y ordenaban el tráfico de tranvías. A su lado, el botijo para apagar la sed.

Serenos en la plaza del Caudillo, hoy del Ayuntamiento. Era característico su tintineo de llaves para hacer notar su presencia por la noches y su voz: ¡Serenooo…!

Guardia Urbano en la plaza de la Reina, hacia 1960. Cuando llegaba la Navidad, los automovilistas les dejaban regalos junto a su puesto.

Y la última, de la misma época: Urbano en la puerta de Barrachina.

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