3 95 Mandamientos 28 8 mandamiento 4 Respetar

3ª 95 Mandamientos 28 8º mandamiento 4: Respetar la fama, ser coherentes.

Los mandamientos de la ley de Dios no son sólo para saberlos sino para cumplirlos. Y esto lo recordamos al ir terminando la explicación de este 8º mandamientos en que se pide respeto para la buena fama de los demás. Y no sólo tener el respeto sino reparar el daño que se haya hecho al prójimo en su fama. En todo esto tienen una gran importancia los medios de comunicación social, como es la prensa, la radio y la TV.

Respetar la fama es una práctica de la caridad. Esto lo decimos especialmente para los que creemos en Dios. Porque siendo lo principal de los mandamientos el amar a Dios, sabemos que le amaremos si amamos al prójimo. Y por eso debemos respetar la fama del prójimo, sea bueno o sea malo. Y ahora veamos algunas circunstancias en que es bueno y hasta obligatorio el manifestar faltas ajenas. En primer lugar lo que dice Jesucristo sobre la corrección fraterna. Esto es en el evangelio de san Mateo: 18, 15 -17.

Estaba hablando Jesús de la oveja perdida, de cómo, si se pierde, hay que salir a buscarla para traerla al redil. Porque hay algunos que dicen: ¿Y qué tengo que ver con el que se pierde? Pues todos tenemos que ver, porque todos nos tenemos que preocupar del bien espiritual del prójimo. Jesús nos propone un plan en tres partes para hacer que uno, que por su pecado se ha distanciado de la comunidad, vuelva a su seno, que es la casa de Dios. Y lo primero que nos dice es que hay que procurar estar con el que ha pecado, pero a solas.

Si hemos conseguido que retorne, ya no debemos hacer más. Pero si no quiere hacer caso, habría que buscar uno o dos testigos para reforzar la conversión. Estos deberían ser alguna autoridad: si se trata de un joven, serían sus padres; si se trata de un colegio, puede ser el director o directora. Dice Jesús que si no se consigue de este modo, habría que Y si ni a la decirlo en la comunidad hace caso, se le tendría por pagano o pecador. Pero todo esto hecho, sobre todo, con mucho amor y respeto. Que esta es la gran dificultad.

Hay otras circunstancias en que se pueden decir a otros cosas malas. Por ejemplo: Si uno se entera que una tienda está estafando, debe darlo a conocer a alguna autoridad competente para que lo corrija. En la Iglesia, cuando dos novios se van a casar, unos días o meses antes se pide que si alguno sabe algún impedimento por el cual no se pueden casar, deben manifestarlo. Se entiende que de manera privada al párroco o encargado de ese templo.

Otros ejemplos: Si un amo va a emplear una persona como criado o empleado en la tienda o su negocio, si uno conoce un vicio malo en esta persona por la cual creemos que no es apto para ese empleo, se lo tenemos que decir a ese amo para que tenga cuidado. Todo esto es un poco difícil. Más difícil suele ser en política. A veces vemos que han puesto de candidato a una persona que creemos es corrupta o indigna. El problema suele estar que lo que a unos les parece indigno, a otros no les parece.

En el ejemplo anterior, sobre la política, suele pasar que lo malo que sabemos de ese candidato quizá no influye en la tarea que debe realizar. Por lo tanto, como tiene derecho a su fama, no tenemos derecho en publicarlo. Pero hay defectos que sí influyen. Si uno tiene afición a quedarse con lo ajeno, aunque sea poco, cuando tenía un cargo pequeño, se supone que, si va a tener un puesto más elevado, robará en mayor cantidad. En todo esto es difícil poner reglas concretas, porque cada persona es diversa. Pero siempre buscando el hacer el bien con caridad.

Respecto a este 8º mandamiento hay una palabra que está plenamente metida en lo que nos pide: ser coherentes, entre lo que se dice y lo que se hace. La falta de coherencia era algo que le molestaba tremendamente a Jesucristo y lo manifestaba al hablar con los fariseos o al hablar sobre ellos, como cuando les decía a la gente: «Haced y cumplid todo lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos dicen, pero no hacen» (Mt 23, 3).

Por lo tanto la palabra debe estar sustentada por las obras. De otra manera sería una especie de mentira. Una de las razones por las que la persona de Jesús atraía a las muchedumbres es porque se le veía coherente: sus palabras con su vida. Podemos decir con el canto: «Si no vivo lo que pienso ¿para qué pensar? Si no vivo lo que escribo ¿para qué escribir? Si no vivo lo que canto ¿para qué cantar? Si no vivo lo que siento ¿para qué sentir? » .

No quiero cantar a Dios si no hay brillo de Dios en mí. Automático

Para cantar sin vivir, mejor que calle.

La fuerza de la voz y la Palabra está en la exigencia de hacerlo vida.

No hay canto de Dios más fuerte y sereno

que el nacido en el alma del cantor.

Si no vivo lo que pienso ¿para qué pensar?

Si no vivo lo que escribo ¿para qué escribir?

Si no vivo lo que canto ¿para qué cantar?

Si no vivo lo que siento ¿para qué sentir?

Si no vivo lo que escribo, lo que canto, lo que siento, mejor callar, mejor morir.

Si no vivo lo que escribo, lo que canto, lo que siento, mejor callar, mejor morir. Hacer CLIC

Pues sí: para estar hablando de diferente manera de lo que se piensa, mejor es callarse. Es que hay muchos que hablan demasiado y a bastantes personas con razón se les llama chismosos. Prácticamente ya se trató en el tema anterior. Aquí añadimos que se trata de gente que no quiere, en principio, hacer ningún mal: pero como les gusta hablar mucho, entre tanto que hablan de otros, se escapan cosas falsas: o porque en sí lo sean (lo cual es decir una mentira), o son exageraciones, que vienen también a ser mentiras.

Los chismosos no sólo entran en la lista de pecados contra este 8º mandamientos, sino que, lo que es peor, llegan a perturbar la buena amistad que reina entre dos personas, porque al ir pasando el chisme de uno a otro, van destruyendo la buena reputación pública. Y con ello perturban el amor y la confianza. Por todo ello el papa Francisco varias veces ha clamado contra los chismosos.

Los chismosos ¿cometen pecado grave o leve? Dependerá del daño que ocasionen y de la intención con que lo digan. Si se destruye verdaderamente una amistad, puede ser grave, ya que tener un verdadero amigo, dice la Biblia, es una cosa muy buena. Y pecado grave será el destruir una cosa muy buena. Hay que tener en cuenta que, cuando se cuentan «chismes» , no sólo está faltando el que lo cuenta, sino también el que lo oye con complacencia; y algo más el que lo incita. Después, si se ha quitado la fama a alguno, se debe restituir. Y ¡qué difícil será!

Hay otro capítulo en este 8º mandamiento, que es la obligación de guardar secretos. Todos tenemos secretos. Hasta Dios mismo tiene sus secretos. Es decir, que Dios va revelando sus secretos; pero no en todas las épocas ni a todos los hombres. Una vez decía Jesús orando: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños» (Mt 11, 25). En la historia de la Iglesia Dios ha ido revelando grandes cosas a personas muy sencillas y humildes, pero entregadas a su amor.

Jesucristo ni siquiera a sus amigos los apóstoles revelaba todo. Poco antes de ir a la Pasión les decía: «Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena» (Jn 16, 12). Y a veces a los que ya tienen una verdad les dice Jesús que no siempre se puede decir todo a todos. Y se lo decía con una frase un poco enigmática, pero que sería un refrán: «No deis lo santo a los perros, no les echéis vuestras perlas a los cerdos» (Mt 7, 6).

Así que hay cosas hermosas, en religión o en nuestra vida privada, que sólo se pueden tratar con algunas personas. Hay secretos o cosas íntimas, de las cuales uno ha conversado con alguna persona en particular, que luego no puede decirlo a cualquiera. Y si una persona se entera, quizá hasta por casualidad, de algo íntimo de otra persona, no puede decirlo a cualquiera. Así que hay que saber guardar los secretos, sobre todo si ha habido un compromiso.

De hecho no conviene abrir intimidades a cualquiera. Se expone por lo menos a irritación. Y como dice un autor: Uno sólo debe abrir su vida de par en par ante Dios y ante el tribunal de la penitencia, pues en ese momento el sacerdote representa a Dios. Tenemos derecho a la tranquilidad interior, a nuestra vida privada; y por eso tenemos secretos. Por eso hemos dicho sobre el pecado que tantas veces cometen los medios de comunicación, prensa, radio y TV, cuando quieren escrudiñar los secretos de la vida privada de una persona sin su consentimiento.

Y debemos guardar estos secretos hasta por asuntos plenamente terrenos. Pero hablando en religión, estamos en el terreno de la gracia y del amor. Y debemos guardar secretos, aunque no hubiéramos hecho un compromiso especial. Simplemente porque debemos pensar siempre en hacer todo el bien que podamos. Y uno de los bienes que debemos hacer es salvaguardar la fama de los demás. Violar los secretos será pecado, según el daño moral (o material) que se haga contra el prójimo.

Además de este secreto personal, están los secretos profesionales, que dependen de la profesión, como médicos, abogados, notarios. Y sobre todo el más importante que es el sigilo sacramental, por el cual el sacerdote que ha confesado a una persona, no puede declarar nada a ninguna persona sobre lo dicho en la confesión, ni siquiera a la misma persona que se ha confesado, a no ser en un caso muy especial. A veces para capturar a un ladrón se buscan secretos, pinchar un teléfono o cámaras ocultas. Pero hacerlo por curiosidad sería pecado.

Si uno intentase buscar secretos para hacer un mal, sería doble pecado. Alguno quizá creería que con ese método le iba a mejorar al pecador. No es verdad. En cristiano, para hacer que otro mejore, no se puede lograr haciendo un mal, sino con mucho amor y caridad. Y esto sí que lo podemos hacer todos, aunque sea en grados diversos. Por eso debemos decir a todo cristiano que DEPENDE DE TI Y DE MI QUE EL MUNDO SEA MEJOR.

Depende de ti y de mí que el mundo sea mejor, Automático

crear esa tierra nueva de libertad y de amor.

Depende de cada hombre el crear lazos de unión.

No hay más que una gran familia, no hay más que un pueblo de Dios.

Hagamos un mundo fraternal, un mundo en que podamos todos compartir,

sin racismos, sin odio, sin temor, donde, unidos, sepamos convivir.

Hagamos un mundo de igualdad, un mundo que despierte al amor,

hagamos un mundo verdadero, hagamos un mundo para Dios.

Hacer CLIC

Así que debemos tener respeto hacia las cosas íntimas de cada uno, como queremos que otros lo tengan con las nuestras. A veces estos secretos están manifestados en cartas (y hoy día en aparatitos electrónicos particulares). No se puede investigar en papeles o aparatos de otros por curiosidad, a no ser por alguna autoridad con un fin especial. Autoridad es el padre o la madre respecto a un niño o jovencito, a quienes todavía deben vigilar. Siempre poniendo delante la justicia y la caridad.

Ya dije que al faltar a uno de estos secretos, sobre todo si ha habido compromiso, dependerá la gravedad del daño que se haga, lo cual suele ser muy difícil saberse. Pero hay un pecado más externo: es cuando uno quiere a toda costa arrancar un secreto a otra persona. Suele haber preguntas muy indiscretas. Esto pasa a veces en la TV, donde hay periodistas demasiado indiscretos en sus preguntas. A veces se rechaza la pregunta. Otras veces se responde con otra pregunta o disimulando la respuesta con una «restricción mental» .

Esto de la «restricción mental» es como un lenguaje disimulado. Algunos lo llaman «marcharse por la tangente» , irse por otro camino sin responder verdaderamente. Lo que no se puede es decir una mentira, que es decir algo queriendo engañar. Se puede disimular o evadir la respuesta. Y esto es bueno para bien suyo y el de los demás. Este lenguaje disimulado debería ser en muy pocas circunstancias y por un motivo muy grave, pues a veces es muy difícil diferenciarlo de una verdadera mentira.

Es famoso el hecho que se cuenta de san Atanasio, el obispo más famoso por mitad del siglo 4º, que presidía concilios y era perseguido por los enemigos de la Iglesia católica. Iba el santo en una barca por un gran río y de lejos venían los enemigos. Mandó cambiar el giro de la barca para ir al encuentro de los enemigos que le preguntaron: ¿Habéis visto al obispo Atanasio? – Y el santo, sabiendo que los soldados no le conocían, dijo: «Sí sí, está muy cerca. Así que corred deprisa» . Y se salvó, yendo en otra dirección.

Y hay otro asunto en este mandamiento. Y es la fidelidad que debemos tener a los compromisos dados. El que no cumple un compromiso es como si estuviera diciendo o haciendo una mentira. Y ¡Cuántos compromisos hacemos con Dios que luego no cumplimos! Es como querer tapar la verdad. La fidelidad es la expresión de la veracidad. Cuando uno hace un compromiso, debe ser con la intención de cumplirlo. Eso es lo que manifiestan nuestras palabras. Y cuando se realiza el compromiso, queda esclarecida la fe.

El fundamento de la fidelidad es Dios mismo. En los salmos se habla muchas veces de la fidelidad de Dios. Igualmente en otros pasajes, como en el profeta Isaías. Las quejas de Dios contra su pueblo se basaban muchas veces en que, habiendo hecho una Alianza, Dios siempre era fiel, mientras que no lo era el pueblo o los principales del pueblo. A veces renovaban la alianza, con Josué y en otras circunstancias; pero no eran perseverantes. Y por eso Dios permitía el destierro de gran parte del pueblo.

Terminando la explicación de este 8º mandamiento, revisemos un poco los compromisos que hayamos hecho con Dios. Y todos hemos hecho muchos compromisos, por lo menos en la recepción de los sacramentos. Pensando en el bautismo, alguno, para no acentuar el compromiso, dice que era muy pequeño cuando le bautizaron. Ciertamente que ese compromiso a ser fiel lo hacen los padres y padrinos; pero, además de la obligación que tienen ellos de enseñarlo, se renueva muchas veces en la vida.

De manera especial se renueva el compromiso del bautismo en la primera comunión y en la Confirmación, que se suele hacer ya de joven. En el sacramento de la Penitencia debe haber un compromiso de abandonar el pecado, si se hace bien la confesión. Y la comunión debe ser un compromiso de vivir en fidelidad de unión con Jesucristo. En el matrimonio está el compromiso hecho ante Dios de vivir los esposos unidos en fidelidad.

Los sacerdotes y las personas consagradas hacen un compromiso muy especial con sus votos. Los religiosos hacen los tres votos, de pobreza, castidad y obediencia. Y hay religiosos que añaden algún voto o compromiso especial. Dios espera que cumplamos estos compromisos, porque DIOS ES FIEL Y GUARDA SIEMPRE SU ALIANZA.

Automático

libra al pueblo de toda esclavitud.

Su palabra resuena en los profetas,

reclamando el bien y la virtud.

Pueblo en marcha, por el desierto ardiente,

horizontes de paz y libertad.

Asamblea de Dios, eterna fiesta,

Y Jesús nos dará en el Calvario

su lección: "Hágase Tu voluntad".

Y su sangre, vertida por nosotros,

será el precio de nuestra libertad.

AMÉN