LA CIUDAD DE DIOS SAN AGUSTN San Agustn

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LA CIUDAD DE DIOS SAN AGUSTÍN

LA CIUDAD DE DIOS SAN AGUSTÍN

San Agustín, Cicerón, Séneca y otros Padres antiguos, afirmaron que “el hombre es un

San Agustín, Cicerón, Séneca y otros Padres antiguos, afirmaron que “el hombre es un ser naturalmente social”. (Tirso, 2004, p. 219) La raíz de la sociabilidad humana, está en la fraternidad real entre los hombres y tiene su origen en Dios.

Libro XI, I PRINCIPIO DE LAS DOS CIUDADES Se muestra los principios y fines

Libro XI, I PRINCIPIO DE LAS DOS CIUDADES Se muestra los principios y fines de las dos Ciudades. LA CIUDAD TERRENA LA CIUDAD DE DIOS Es testificada y acreditada, por la autoridad divina. En las Santas Escrituras. “Así como lo oímos, así hemos visto cumplido todo en la Ciudad del Señor de los ejércitos en la Ciudad de nuestro Dios; Dios la fundó eterna para siempre”. (S. Agustín. De civ. Dei XI, I) Los hombre quieren anteponer sus dioses. Al autor y Fundador de la Ciudad santa por eso, perteneces a la Ciudad terrena. Estos hombres tienen dioses falsos, porque son impíos y soberbios, que están desterrado de la luz inmutable de Dios.

En otro salmo nos dice: “Como el ímpetu y avenida de las gentes. Como

En otro salmo nos dice: “Como el ímpetu y avenida de las gentes. Como ríos caudalosos han de alegrar y acrecentar la Ciudad de Dios (…)cuyos ciudadanos queremos ser”. (De civ. Dei. XI, I) Los hombres de la Ciudad terrena; pretenden en cierto modo sus particulares señoríos y dominios, y quieren que sus engañados súbditos los reverencien con el mismo culto que se debe a Dios. (Cfr. De civ. Dei. XI, I) por eso se han apartado del Creador de las dos Ciudades. Las dos Ciudades, celestial y terrena, andan confundidas en este siglo de algún modo, y mezcladas la una con la otra.

L. XIV, XXVIII De la calidad de las dos ciudades LA CIUDAD DE DIOS

L. XIV, XXVIII De la calidad de las dos ciudades LA CIUDAD DE DIOS Dos amores fundaron dos ciudades. • C. celestial, es el amor a Dios. Asta llegar al desprecio de sí propio. Y pone la gloria en el Señor. • El hombre estima la gloria y el honor de Dios y es testigo de su conciencia. LA CIUDAD TERRENAL • C. terrena, es el amor propio, asta menospreciar a Dios. • Aquí el hombre pone su gloria en sí mismo. • El hombre en esta ciudad busca el honor y la gloria. • El hombre esta sujeto a la ambición de reinar. • Aman su propio poder.

LA CIUDAD DE DIOS LA CIUDAD TERRENAL El hombre quien busca la ciudad de

LA CIUDAD DE DIOS LA CIUDAD TERRENAL El hombre quien busca la ciudad de Dios le dice; “vos sois mi gloria y el que ensalzáis mi cabeza”. (De civ. Dei. XIV, XVIII). Los sabios viviendo según el hombre, siguieron los bienes, o de su cuerpo o de su alma, o de ambos y desviaron su voluntad. En este uno a otro se sirven con caridad, los directores aconsejan y otros obedecen. Los que pudieron conocer a Dios “no le dieron la gloria como a Dios, ni le fueron agradecidos sino que dieron en vanidad con sus imaginaciones y quedó en tiniebla su necio corazón, porque teniéndose tan sabios, quedaron tan ignorantes”. (De civ. Dei. XIV, XVIII). El hombre dice a Dios: “A vos, Señor tengo de amar, que sois mi virtud y mi fortaleza”. (De civ. Dei. XIV, XVIII). En la Ciudad celestial no hay otra sabiduría humana sino la de Dios En esta Ciudad sirvieron antes a la creatura que al Creador.

LIBRO XIX, V LO QUE DICEN QUE LA VIDA DEL SABIO ES POLÍTCA Y

LIBRO XIX, V LO QUE DICEN QUE LA VIDA DEL SABIO ES POLÍTCA Y SOCIABLE ¿Cuántos y cuan grandes males encierra en sí la sociedad y política humana? ¿Quién bastará a contarlos? Terencio dijo: los agravios, sospechas, enemistades, guerras y de nuevo la paz. La paz no lo experimentamos como bien incierto y dudoso; porque no sabemos, ni la limitación de nuestras luces pueda penetrar los corazones de aquellos con quienes deseamos tener y conservar. El hombre esta sujeto a la ambición de reinar. (Cfr. De civ. Dei. XIX, V) “¿Quiénes son y deben se más amigos que los que viven unidos en una misma casa y familia? ¿Quién estará seguro de ello, habiendo sucedido tantos males por ocultas, traiciones, calamidades, tanto mas amargas era la paz mas agradable y duce, creyéndose verdadera cuando astuta y dolosamente fingía? ” (De civ. Dei. XIX, V)

La traición penetra y lastima el corazón como dice Tulio: “No hay traición mas

La traición penetra y lastima el corazón como dice Tulio: “No hay traición mas secreta y oculta que la que se encubrió bajo el velo de oficio o bajo algún pretexto de amistad sincera. “los enemigos del hombre son sus domésticos y familiares”. (De civ. Dei. XIX, V). Agustín afirma que es fácil vigilar y prevenir ante un enemigo declarado. Pero ante este mal oculto, lastima y mortifica extraordinariamente el corazón del hombre. El mal de los pérfidos y traidores, cuando llegan a conocer por experiencia que son tan malos fingen ser buenos. Agustín dice que, si la casa, es en los males de esta vida el común refugio y sagrado de los hombres. “¿Qué será la ciudad, la cual, cuanto es mayor tanto mas llena está de pleitos y cuestiones cuando no de discordias, que suelen llegar a turbulencias muchas veces sangrientas, o a guerras civiles. Algunas ocasiones las ciudades están libres, pero de los pleitos nunca”. (De civ. Dei. XIX, V).

Libro. XIX, XVII CIUDAD CELESTIAL VIENE A ESTAR EN PAZ CON LA TERRENA LA

Libro. XIX, XVII CIUDAD CELESTIAL VIENE A ESTAR EN PAZ CON LA TERRENA LA CIUDAD DE DIOS La casa de los hombres que viven de la fe esperan los bienes que les han prometido eterno en la vida futura. Los bienes terrenales y temporales lo usa como peregrina. Para que no los desvía de la verdadera senda que dirige hacia Dios. Los bienes son un medio para pasar la vida más fácil. El ciudadano usa las cosas necesarias para esta vida mortal. Esto es común a los fieles o infieles, pero el fin que tienen hacia los bienes son muy distintas. LA CIUDAD TERRENAL La casa de los hombres que no viven de la fe procura la paz terrena con los bienes y comodidades de la vida temporal. Desean la paz y la concordia en el mandar y obedecer entre los ciudadanos, la encaminan a que observen cierta unión y conformidad de voluntades en las cosas que conciernen la vida mortal. (Cfr. De civ. Dei. XIX, XVII).

La parte de la ciudad celestial que peregrina en la terrena viven de la

La parte de la ciudad celestial que peregrina en la terrena viven de la fe, pero también tiene necesidad de la paz terrena, por eso, no dudan en sujetarse de las leyes de la Ciudad terrena. Una parte de la ciudad celestial peregrina en la tierra y van llamando a todos los ciudadano de todas las naciones sin importar las costumbres, leyes, etc. , promoviendo la paz. Concatenan la paz terrena con la paz celestial. Los ciudadanos están actuando en obras buenas que se hace para con Dios y con el prójimo, porque la vida de la ciudad, no es solitaria, sino social y política. (Cfr. De civ. Dei. XIX, XVII). Los hombres en la Ciudad terrena unifican las voluntades humanas en las cosas que pertenecen a la naturaleza mortal de los hombres. “Cundo el hombre llega a la posesión de la felicidad la vida ya no será mortal. Sino espiritual sin necesidad alguna”. (De civ. Dei. XIX, XVII).

El amor común es lo que forma la concordia de voluntades, que es la

El amor común es lo que forma la concordia de voluntades, que es la esencia y el alma de la sociedad de seres racionales libres. Agustín desea que todos los hombres formasen una sola familia. Edwin Ernesto Chiroy López