YO SOY LA VID Y USTEDES LOS SARMIENTOS

YO SOY LA VID Y USTEDES LOS SARMIENTOS Juan 15, 1 -8

Yo soy la vid verdadera, mi Padre es el labrador. Todo sarmiento que en mí no produce fruto, lo corta, y a todo el que produce fruto lo limpia, para que dé más fruto. Vosotros estáis ya limpios por el mensaje que os he comunicado. Seguid conmigo, que yo seguiré con vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí solo si no sigue en la vid, así tampoco vosotros si no seguís conmigo.

Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que sigue conmigo y yo con él, ése produce mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada. Si uno no sigue conmigo, lo tiran fuera como al sarmiento y se seca; los recogen, los echan al fuego y se queman. Si seguís conmigo y mis exigencias siguen entre vosotros, pedid lo queráis, que se realizará. En esto se ha manifestado la gloria de mi Padre, en que hayáis comenzado a producir mucho fruto por haberos hecho discípulos míos.

La metáfora de la vid y los sarmientos, está cargada de simbolismo, hondura y belleza, que nos introduce directamente en la sabiduría de la no-dualidad es decir de lo transpersonal

"Vid" y “Sarmientos" no son dos entidades independientes. De hecho, no puede darse la una sin la otra. Son sencillamente "formas" diferentes de la única realidad.

Del mismo modo que es imposible que el sarmiento que se desconecta de la vid pueda dar fruto, así también, nosotros si nos desconectamos de lo que en realidad somos, experimentaremos nuestra existencia como un vacío

La metáfora habla de "cortar" y de "podar” La vid es una de las plantas que no produce fruto si no se poda severamente. Su capacidad de echar follaje es tan grande que, si no se le aplican fuertes correctivos, se le va toda la fuerza en tallos y hojas.

. La "poda" forma parte ineludible de todo el proceso de crecimiento y toda rama que da fruto se limpia para que de más fruto.

Quedar limpios de nuestro egoísmo, de nuestros defectos, de nuestra ignorancia, de nuestra ceguera, es morar con nosotros mismos, en nuestra propia naturaleza, es absorber como las hojas los nutrientes para nuestro espíritu y solo desde esa esencia, desde el permanecer en uno mismo, desde el amor hacia y con los demás, es como podemos dar frutos. Morir a lo que no somos para que pueda vivir lo que realmente somos.

Cuando seamos capaces de aquietar la mente, de poner atencio n y estar alerta a nuestras percepciones, podremos sentir la esencia divina de la vida, la conciencia interior o el espi ritu de todas las criaturas y de todas las formas de vida, reconocer que somos uno con esa esencia y amarla como a nosotros mismos.

Así podemos concluir que todos somos partícipes con Dios, con TODOS los seres que habitan el mundo. Somos esos sarmientos conviviendo con la vid, podados por el conocimiento y el amor de Dios.