Vivimos as Sorprendidos y muy felices HERMEZ M

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Vivimos así… Sorprendidos y muy felices HERMEZ - M. Oriente Era domingo, y al

Vivimos así… Sorprendidos y muy felices HERMEZ - M. Oriente Era domingo, y al despertarme le pido a Jesús que me ilumine para amar durante todo ese día. Cuando me doy cuenta de que mis padres se habían ido a Misa y que no había nadie en casa, me surge la idea de limpiar y arreglar la casa. Traté de hacer todo cuidando de cada detalle, ¡incluso las flores para poner sobre la mesa en la sala de estar! PALABRA DE VIDA | 09 «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Mc 12, 31) Jesús está respondiendo a un escriba –un estudioso de la Biblia– que le ha preguntado qué mandamiento es el más grande. ME COMPROMETO A: PONERME EN LOS ZAPATOS DEL OTRO En la respuesta que Jesús da al escriba indica la centralidad del amor y reúne como único mandamiento, el amor a Dios y el amor al prójimo. El amor al prójimo es una expresión del amor de Dios. Cómo había terminado rápidamente me quedaba un poco de tiempo, entonces empecé a preparar el desayuno, poniéndolo todo sobre la mesa. Cuando volvieron mis padres estaban sorprendidos y felices de lo que habían encontrado. Ese domingo desayunamos con la alegría como nunca, hablando de tantas cosas y pude compartir con ellos las muchas experiencias de la semana. ¡Ese pequeño acto de amor había dado "la" de un hermoso día! Para amar a nuestro prójimo como a si mismos debemos llegar a amar como el otro quiere ser amado y no como nos gustaría a nosotros amarlo. ¿Nos gustaría encontrarnos con alguien dispuesto a dedicar su tiempo a escucharnos, a ayudarnos a preparar un examen, a dejarnos jugar en equipo, a reordenar la casa? Quizá el otro tiene necesidades similares. Hay que saber intuirlas, prestarle atención, escucharlo sinceramente, meternos en su pellejo. “Trato de ponerme en los zapatos de quien tengo delante y actuar en consecuencia. ” Esta norma de la existencia humana sustenta la famosa “Regla de oro”, que encontramos en todas las religiones y hasta en los grandes maestros de la cultura “laica”. Si todos fuésemos de verdad conscientes de que tenemos que amar al prójimo como a nosotros mismos hasta no hacer al otro lo que no quisiéramos que nos hiciesen a nosotros y que deberíamos hacer al otro lo que quisiéramos que el otro nos hiciese, cesarían las guerras, se acabaría la corrupción, la fraternidad universal ya no sería una utopía y la civilización del amor pronto se haría realidad. “Comunico las experiencias de vivir la Regla de Oro"