V Barrios de Luna Cuando llega la noche
V Barrios de Luna Cuando llega la noche aves mágicas vienen de los montes al valle húmedo, vaporoso, Van a llegar los pájaros hasta las arboledas, Va a hervir en las ramas, van a llenar de gozo como
Y noto más viva la hermosura. Van a venir los pájaros a picar Mi sangre, a derramar sus locos Trinos por cada vena de estos brazos tendidos, De estos brazos repletos tan sólo de abandono. Llega lenta la noche por las quiebras y el pecho
Valles de León. Era un pozo de sueños cada instante. Y hoy vuelvo a este lugar. Canta el agua en la piedra del tiempo y cada poro de mi cuerpo responde. Es una sinfonía extraña la que suena en el cauce remoto de mi ser. Otra noche, otra vez la aventura de salir a buscar la belleza sin rostro. Barrios de luna… Crece mi amor hacia esta tierra mis
En el aire de esta noche profunda. Siento su sofocado latir, siento los roncos su queja en los zarzales. Barrios de luna. . Torno a renovar mi amor. Barrios de mi memoria. Cuando la noche pase ya no estarán los ojos de mi niñez mirándome desde las arboledas. Cuando pase la noche,
Barrios de las estrellas, barrios del trino, pozo por donde va la luna, barrios de luna llena, aquí os dejo en paz mi corazón, mi asombro.
La espera en la penumbra En las laderas de este monte sueño. Conmigo está el otoño, sus riquezas. Arde, gotea el sol la zarzamora Y en ella están los pájaros bullendo. Poso los ojos en las hojas secas Del robledal, contemplo el
Sin su flor diminuta, carmesí. Pasa el mendigo bajo el cielo en llamas. Olfatea la brisa, busca un lecho Por la pradera, entre el sopor del heno. Allá en el valle tiembla la arboleda Y el humo azul esfuma los tapiales.
Sorprendo la llegada de la noche. Me dejan mudo las primeras sombras, El roce de unos pies en los helechos. ¡Qué escalofrío pasa por mi sangre! ¡Qué actitud la del mimbre entre mis dientes! Del fondo umbrío de los bosques siento brotar tu
Luna Un gran copo de nieve cae de la luna pura. Un gran copo de nieve, un cuchillo de luz cercena la arboleda, incendia los matojos. Nocturno de los sueños, profundo pozo helado, Enmudecida luna, fría mano, caricia. Oh pájaros, no más revuelos en las copas,
No más ciegos chasquidos entre las hojas verdes. Los pájaros nocturnos se pican en los ojos, Lloran sangre de cara a su figura virgen. Los perros con su lengua ansiosa, desmedida, ladran locos, desean mancillar su pureza, llegar hasta su fuego, morderle el corazón. Y el pecho sudoroso de aquel caballo tiembla, contiene los
Negro caballo, brasa de posada sobre el heno, qué embebidos están bajo la luna dura, bajo la catedral ardiente de los astros. Luna: cristal perdido en el más noble techo, en cada higuera viaja, en cada mármol roto, derrama tu lechosa dulzura en nuestros pechos.
Fría belleza virgen Detrás de los cristales luna fría, Praderíos, mimbrales, azoteas… Por húmedos caminos he llegado Muy cerca de tus ojos, de la nieve. Cúpulas de carmín, las ateridas Aves negras chillando: poesía. Detrás del muro enverdecido está
Besos cerca del fuego, troncos, mudos aparejos de caza y flores muertas hace tiempo en un búcaro enlutado. Se hiela el lago donde en el verano cantan las ranas en tardes profundas. Se van rebaños, duele por la sangre la canción del pastor, o los ladridos. Viene espesa la noche con sus astros. Encima de la casa,
Este rincón enfebrecido y mágico Cruje el techo celeste, suena Dios.
Trono del silencio Sobre el relincho, sobre las hogueras, sobre todas lágrimas del hombre, Va el orbe acumulando sus riquezas, Está instalado el trono del silencio, El techo tembloroso de la sangre. Sobre lomas de arenas, sobre sotos musicales cargados de
Límites no construidos para el ojo, Para los corazones de los hombres. A estas horas tan sólo resplandecen las lámparas heladas de los astros Y en el granito firme busca apoyo El silencio del templo, la honda noche.
Elegía Toda la noche el viento bate mamparas rotas, Arrasa los estanques pulidos, el carámbano. Un duende furibundo sacude los yerbajos de cada teja, llena de cólera los árboles. Sólo sobre los montes, donde el lucero estruja su puñado de luz, hay un arpegio armónico, Un sollozo de flauta, una vivida paz
¡Arracimados frutos de la noche invernal, Altas hogueras gélidas, tambor sonoro, músicas de los prados remotos, del firmamento inmenso! Pero aquí, en el jardín, o en las salas vacías de la casa, no queda ni un poco de calma, Ni un sonido suave, ni una gota de amor. En realidad, hoy nadie sabe lo que es la noche.
Las hojas putrefactas del camino no saben. Los cristales agudos, verdosos, de la tapia no saben. Ni tú amor, ni yo, como dos piedras o estatuas fulminadas en el salón vacío, Polvoriento, sabemos por qué cruje de miedo toda la casa vieja, por qué han muerto los pájaros, Por qué han muerto los besos y no hay fiebre en la noche.
En lo oscuro Buenas noches, deseo. Traes flores sobre la frente y vienes caminando por la orilla del mar, salpicada bajo la verdinegra membrana del crepúsculo. Buenas noches, y pasa. Pasa para quede este instante que tuvo sabor a olvido,
Buenas noches, deseo, Mientras todos los huertos se conmueven con la frescura de los laureles mojados y brillas, a lo lejos, como brasa en lo oscuro.
Luna de Azahar Quiero seguir gozando lentamente. Que nunca acabe este gozoolvido Perfumado de muerte y de jazmines. Amor, amor, estrella ya el carcaj Contra el suelo enlunado, lanza al fondo de los astros tus flechas encendidas.
Duerme desnuda junto a mi la noche y es su costado el confín del alma. Libo luna de azahar en labiosangre. ¿Existió el dolor en este mundo? Ayer perdido en unos verdes ojos Y hoy en noche verdosa extraviado. Salvad mi vida del vivir fugaz.
¿Quién eres tú, amor, rosa profunda cortada y mordida en el jardín? Y sufre el labio al morder la rosa, Y sangra el labio las rosas nocturnas. ¿No estaba ayer en el torreón de piedra mirando el río helado y los molinos, caballos como llamas en los prados? Y hoy ¿Qué hoguera negra se levanta en el jardín del sur, qué hoguera blanca como la blanca
Y muslo sobre muslo? Llore el azahar mi dulce muerte eterna pues vivo en muerte vida ilimitada.
El poeta Quien mida y valore la existencia con arreglo a verdad, debe tener en cuenta todo aquello que madura y luego se corrompe. Suma de perfecciones Y desesperaciones, El orbe gira tenso y contiene, Por igual, vida y muerte. Supremo testimonio del poeta
Coronado de gozo y de dolor. Su ojo está atento a los límites Vacíos Del cielo y de la tierra, Al cíclico y fúnebre Declinar de la Historia, De colmadas y extensas estaciones. Todo dura en la vida y es eterno
Para aquel que ha soñado intensamente arde el mundo y se agota. Siente la savia y siente la ceniza Aquel que osa hablar con el Misterio. Llamas negras se escapan Del cerco de los labios. Y son los labios urnas en la noche.
La noche blanca ¿Qué recompensa se nos está concediendo a los que contemplamos la noche blanca? La luna llena inflama en el valle Inmensa primavera de almendros. ¿Este milagro de lo blanco Nos hará que olvidemos lo negro?
Donde todo es revelación Y, a veces, a tu paso Una paloma alza asustada su vuelo, Tan blanca en lo blanco de la luna. La noche blanca ¿Es el epílogo de la noche de la vida que perdimos o el umbral de una noche que esperamos? Esperar y callar, ensoñar y
Nos creemos que estamos muy lejos de este mundo porque además nos cerca un anillo más blanco: el de la mar lunar. Mas al fin llegará el alba más amarga llevándose este sueño De lo blanco que pasa incendiando lo blanco. ¡Noche blanca, Florida de ermitas y de cementerios, En la que sólo nos falta la nieve!
La hora interior Cuando todo es uno Y cuando uno es todo, Cuando llega la hora interior, Se inspira la luz Y se espira una lumbre gozosa. Entonces, amor se inflama Y oímos los silencios de fuego.
Ascuas ¡Hay tanto frío fuera, en el mundo! Fuerte viento de espinos No cesa de zarandear el álamo sin hojas. (A veces, me parece que yo soy ese álamo. ) Con el gozo secreto y seguro De quien ha acumulado leña seca
En las ascuas del pecho Un silencio Y otro silencio. Al fin, siento una intensa plenitud Cuando de él se alzan llamas jubilosas, La hoguera, que afervora, del amor: Del amor entregado,
Fe de Vida Esperar junto a este mar ( en el que nacieron las ideas) sin ninguna idea. (y así tenerlas todas. ) Ser sólo la brisa en la copa del pino grande, El aroma del azahar, la noche de las orquídeas en las calas olvidadas. Sólo permanecer viendo el ave que pasa y no regresa; quedar
Arda y se limpie con los relámpagos que llegarán saltando de una isla a otra isla. O contemplar la nube blanca Que, no siendo nada, parece ser feliz. Quedar flotando y transcurriendo de aquí para allá, Sobre las olas que pasan, como un remo perdido. O seguir, como los delfines, La dirección de un tiempo
Ser como la hora de las barcas en las noches de enero, Que se adormecen entre narcisos y faros. Dejadme, no con la luz del conocimiento (que nació y se alzó de este mar) sino simplemente con la luz de este mar. O con sus muchas luces: Las de oro encendido y las de frío verdor. O con la luz de todos los azules.
Pero, sobre todo, dejadme con la luz blanca, Que es la que abrasa y derrota a los hombres heridos, A los días tensos, a las ideas como cuchillos. Ser como olivo o estanque. Que alguien me tenga en su mano Como a un puñado de sal. O de luz.
Cerrar los ojos en el silencio del aroma para que el corazón – al fin – Pueda ver. Cerrar los ojos para que el amor crezca en mi. Dejadme compartiendo El silencio y la soledad de los porches, La hospitalidad de las puertas abiertas; dejadme con el plenilunio de los ruiseñores de junio,
En las últimas fuentes. Dejadme con la libertad que se pierde en los labios de una mujer.
El poeta da razón de su palabra Perdonad si no he dado a las palabras ese sentido que me reprocháis; Disculpadme si sólo He ido recogiendo palabras en mi vida como piedras de los caminos, Como leña en los montes; Disculpad si ofrecí mis sentimientos sin máscaras y fui mucho más fiel a las palabras vivas que a las muertas,
Si no puse coronas a lejanos difuntos, Si no desmenucé, sajé, sangré sus palabras, cuando ellos eran ya cadáveres gloriosos. Me arriesgué a encontrar los tesoros nocturnos marchando sobre el borde de los acantilados, Por senderos musgosos, Penetrando en malezas que ocultaban los cepos oxidados de la envidia y los antiguos pozos abismales
En cuyo fondo aúllan corrompiéndose los animales del odio. Vivo estoy aún y vivo estaré En las palabras claras Que he hallado como piedras de un camino, Como leña en los montes. Yo sólo he tenido que encontrarlas Entre zarzas y espinos.
Con ellas pude dar sentido a mi vida. Eso es, eso ha sido lo importante. No tuve por misión utilizar palabras como piezas de museo, como medallas que rinden, como navajas que hieren. Perdonadme si, milagrosamente, Me encontré esas palabras Con las que un día habré de dar
Letanía del ciego que ve Que este celeste pan del firmamento me alimente hasta el último suspiro. Que estos campos tan fieros y tan puros me sean buenos, cada día más buenos. Que si en tiempo de estío se me encienden las manos con cardos, con ortigas, que al llegar el invierno los sienta como escarcha en mi tejado. Que cuando me parezca que he
Sólo esté arrodillándome en mi centro. Que si alguien me golpea muy fuerte sólo sienta la brisa del pinar, el murmullo de la fuente serena. Que si la vida es un acabar, Cual veleta, chirriando en lo más alto, Allá arriba me calme para siempre, Se disuelva mi hierro en el azul. Que si alguien, de repente, vino
Llorando por las nubes, Me torne en nube yo, me torne en planta, Que sean aún semillas mis dos ojos En los ojos sin lágrimas del perro. Que si hay enfermedad sirva para curarme, Sea sólo el inicio de mi renacimiento.
Que si rindo mi mente y detengo mis pasos, Que si cierro la boca para decirte todo, Y dejo de rozar tu carne ya sembrada, Que si cierro los ojos y venzo sin luchar (victoria en la que nada soy ni obtengo), Te tenga a ti, silencio de mi cumbre, O a ese sol abatido que es la nieve,
Que respirar en paz la música no oída sea mi último deseo, pues sabed que, para quien respira En paz, ya todo el mundo Está dentro de él y en él respira. Que si insiste la muerte, Que si avanza la edad y todos a mi alrededor parecen ir marchándose deprisa, Me venza el mundo al fin en esa luz que restalla. Y su fuego
Me vaya deshaciendo como llama De vela: con dulzura, despacio, muy despacio, como giran arriba extasiados los planetas.
Silencio Verano pleno, pero sin cigarras. ¿A dónde fuisteis, que no regresáis? No tardéis más, pues con vuestro silencio nuestra vida se apaga. Necesitamos vuestra melodía Y en ella oír crujir el temblor de las hojas, El tiempo de la luz, Esa música vuestra en la que
No ser. Y cuando vuestro son regrese por los montes, Nos dejará en los labios El más claro mensaje de quietud: « vivos estáis aún Y vivos estaréis Por siempre y para siempre Los que habéis escuchado mi música, Los que habéis escuchado la
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