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Todos los años, en este domingo posterior al domingo de Resurrección, la Iglesia nos presenta el mismo evangelio: Cómo Jesús se presenta a los apóstoles, entre los que faltaba Tomás y cómo vuelve a presentarse el domingo siguiente, estando ya Tomás presente.

Esto lo narra el evangelista san Juan. Este evangelista, siendo ya anciano, no se preocupaba demasiado por lo cronológico, sino por la parte de catequesis. Él tenía interés en que los fieles celebrasen todos los domingos la resurrección de Jesús. Y esto era lo que le interesaba principalmente al exponer estos hechos tan sublimes y llenos de amor.

Además, para los judíos el domingo era el primer día de la semana, después del día de descanso. Y para los romanos era el día del sol. Estaba bien que en ese día celebremos al verdadero Sol, que es Cristo Jesús, que brilla por su resurrección.

Nosotros debemos celebrarlo principalmente asistiendo a la santa Misa. Es cierto que a veces no se puede, sobre todo, en tiempos de pandemia. Esto no quita para que lo celebremos con oraciones especiales en casa y con promesas de ser mejores.

Este es el evangelio que se nos presenta en este domingo Jn 20, 19 -31 Dice así:

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: "Paz a vosotros. " Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: "Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado así también os envió yo. " Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: "Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos. " Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: "Hemos visto al Señor. " Pero él les contestó: "Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su (Sigue) costado, no lo creo. "

(Continúa) A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: "Paz a vosotros. " Luego dijo a Tomás: "Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente. " Contestó Tomás: "¡Señor mío y Dios mío!" Jesús le dijo: "¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto. " Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

En este evangelio de hoy resplandece la misericordia de Jesús sobre los apóstoles. Están tristes y desconsolados. Y Jesús viene a consolarles.

Jesús en su visita les da a los apóstoles unos regalos especiales. Lo primero: La necesitaban de verdad, pues estaban angustiados. La paz interior es un fruto del Espíritu Santo. Por eso:

El día de Pentecostés lo recibirán de manera plena. Ahora lo reciben según su preparación.

para que todos podamos participar de la ALEGRIA pascual. Porque Cristo ha resucitado y todos podemos resucitar a la vida de la gracia, signo de la Vida Futura.

Tomás no estaba con los doce. Quizá tardó varios días en llegar. De una manera persistente no quiso creer a sus compañeros. Seguro que se lamentaba por no haber estado, y en cierto sentido era una manifestación de su amor y de ser tan impulsivo.

Jesús tuvo ese gesto de cariño y misericordia. Y le mostró las llagas.

Entonces santo Tomás tiene ese gesto de amor y de fe, pronunciando la más bella exclamación: ¡Que nosotros la pronunciemos muchas veces con fe y con amor!

Señor mío y Dios mío Automático

Señor mío…

…y Dios mío.

Señor mío…

…y Dios mío.

Señor mío. Hacer CLIC

La primitiva cristiandad se reunía el domingo para recordar las palabras y los hechos de Jesús, quien se hacía presente en la Eucaristía, cuando “partían el pan”.

Pero la celebración del domingo no es sólo para honrar a Jesucristo y celebrar su gloriosa resurrección. Es también una celebración de hermanos; y más que hermanos, porque somos miembros del mismo Cuerpo Místico de Cristo.

Hoy en la primera lectura, el libro de “Hechos de los apóstoles” nos informa cómo en la primitiva cristiandad se reunían formando una verdadera comunidad con un mismo sentir y un mismo compartir: (4, 32 -35).

En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía. Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor. Y Dios los miraba a todos con mucho agrado. Ninguno pasaba necesidad, pues los que poseían tierras o casas las vendían, traían el dinero y lo ponían a disposición de los apóstoles; luego se distribuía según lo que necesitaba cada uno. Hechos de los apóstoles 4, 32 -35

A alguno quizá le parezca que esa vida que se nos muestra en los Hechos de los Apóstoles es demasiado idealista. Pero en realidad ese estilo de vida de la primitiva cristiandad ha sido un referente de muchos grupos de hombres y de mujeres, y aun de familias que buscan la unidad compartiéndolo todo.

Esta vida en común, como testimonio de Cristo resucitado, en todas las épocas del cristianismo ha habido comunidades de hombres o de mujeres que lo han hecho realidad. Es el testimonio de que Cristo vive entre nosotros y sigue enviando su Espíritu.

Es cuestión de amor: un amor que se identifica hacia Dios y hacia los demás. Cuando hay amor, todo se hace mucho más fácil. En la 2ª lectura se nos dice que el que tiene verdadero amor vence al mundo: a sus categorías y manera de pensar y vivir.

Los apóstoles, a pesar del decaimiento y desánimo, estaban unidos en el amor hacia Jesús y entre ellos.

Ellos, cuando iban predicando la Buena Nueva de Jesucristo, iban formando comunidades de amor y de vida, a pesar de las dificultades y verdaderas persecuciones que encontraban en algunos ambientes.

El hecho de creer en Cristo es tender a tener un solo corazón entre los cristianos. De otra manera no hubiera podido estar Jesús resucitado entre ellos.

Hoy sigue Jesús mostrando su misericordia a tantos que dudan, a través de los que se unen cada día con Cristo por el amor y la gracia. Especialmente en la Eucaristía.

Por eso, si nuestra fe es verdadera, creyendo en Cristo resucitado presente entre nosotros, debemos llegar a tener un mismo corazón,

siguiendo los pasos del Señor.

Los que creemos en Cristo Automático

la alegría y el dolor,

caminar cogidos de la mano, siguiendo los pasos del Señor.

al otro paz y perdón,

trabajar unidos en la lucha,

Los que creemos en Cristo Hacer CLIC

Un domingo 2º de Pascua se apareció Jesús de la misericordia a santa Faustina.

Desde el año 2000 el papa Juan Pablo II quiso que se nombrase este domingo en toda la Iglesia:

Jesús les dijo a los apóstoles en la Última Cena que no les iba a dejar solos, que iba a seguir derramando su misericordia siempre. Pero lo iba a hacer sobre todo por medio del Espíritu Santo. Sería como Dios-Madre, que les iba a cuidar, a proteger y a sostener en las luchas espirituales de la vida.

Por eso, el mismo domingo de resurrección sopló sobre ellos dándoles su aliento de Vida. Ya estaban recibiendo al Esp. Santo, aunque lo recibirían más plenamente en Pentecostés

El Espíritu es como el principio de una nueva creación. Los discípulos estaban como muertos de miedo, de dudas. Y ahora les viene una nueva vida de esperanzas nacidas en el Espíritu.

En este domingo la misericordia de Jesús aparece esplendorosa con Tomás en esta segunda aparición.

Tomás era un buen hombre; un poco terco y pesimista; pero amaba mucho a Jesús. Cuando avisaron a Jesús que Lázaro estaba enfermo y, cuando Jesús se decidió a ir sabiendo que los jefes del pueblo querían matarle, algunos discípulos tenían miedo; pero Tomás dijo: “Vayamos a morir con él”.

Cuando los apóstoles dijeron a Tomás que Jesús resucitado había estado allí, seguro que estaba enrabietado consigo mismo por no haber estado. Y, como era pesimista, comenzó a pensar que todo podría haber sido como una visión de fantasmas. Y no quiso creer.

Lo peor fueron las condiciones que puso para creer: No le bastaba con ver; tenía que tocar las mismas llagas de Jesús. Además parece que lo dijo de modo airado, como no queriendo seguir escuchándoles a los otros.

Hasta que llegó Jesús y se puso en medio.

Jesús vino lleno de bondad y misericordia. Jesús ve los corazones. Él sabe que hay quienes piden pruebas por maldad, otros por curiosidad; pero Tomás lo hacía por amor, porque, si Jesús estaba vivo, pensaba amarle más. Y Jesús le trató con bondad y con toda delicadeza.

Jesús sigue derramando sobre nosotros su misericordia, porque está con nosotros como amigo y compañero, especialmente en la Eucaristía.

Cristo es nuestro hermano y compañero, Cristo es el amigo siempre fiel. Automático

Cristo es el que sacia nuestra hambre, Cristo es el que apaga nuestra sed.

Comamos de su mesa nuestro pan, bebamos de su cáliz nuestro vino.

Señor, tu Cuerpo y Sangre nos dará la fuerza y el valor para el camino.

Unidos como hermanos en la vida, sentimos que Jesús es el Señor,

porque Él con su palabra nos convida a ser ya desde ahora lo que amó.

Cristo es nuestro hermano y compañero,

Cristo es el que sacia nuestra hambre, Cristo es el que apaga nuestra sed.

Que la Madre nos ayude a permanecer siempre amigos de Jesús. AMÉN