Nietzsche y el Cristianismo Pablo de Tarso Llega
Nietzsche y el Cristianismo Pablo de Tarso “Llega el tiempo en que tenemos que pagar por haber sido cristianos durante dos milenios, perdimos el grave peso que nos permitía vivir; durante un tiempo no sabremos que hacer…” La Voluntad de Poder
Nietzsche en Aurora había hecho un retrato de Pablo el judío, que es claro, certero, terrible: … San Pablo padecía una idea fija, o más bien, un interrogante fijo y siempre abrasador: saber qué relación guardaba con la ley judía, con el cumplimiento de esa ley (…) y se convirtió a un tiempo en defensor fanático y en guardia de honor de ese Dios y de su ley. (…) y por más que hiciera para aplacar su conciencia, y sobre todo sus ansias de dominio, con el fanatismo extremo que ponía en la defensa y en la veneración de la ley, había momentos en que se decía: «¡Todo es inútil! No es posible superar el tormento que supone incumplir la ley» . (…) Al fin, como tenía que sucederle a aquel epiléptico, se hizo de pronto la luz en su espíritu mediante una visión, y le asaltó una idea liberadora. El celoso observador de la ley, de la que estaba íntimamente hastiado, vio que Cristo se le aparecía, en un camino solitario, con el rostro iluminado por un divino resplandor, y que le decía: «¿Por qué me persigues? » Sin embargo, lo que en realidad había sucedido era lo siguiente: que su espíritu se había iluminado de pronto y que se había dicho: «Es absurdo perseguir a Jesucristo. Este es el camino que yo buscaba, la venganza total. El, y sólo él, constituye el aniquilador de la ley» .
(…) De este modo, el enfermo atormentado por el orgullo recuperó la salud; se esfumó su desesperación moral, puesto que la propia moral había desaparecido al quedar destruida, es decir, cumplida en lo alto de la cruz. Hasta entonces, esa muerte ignominiosa le había parecido el principal argumento contra la «vocación mesiánica» de la que hablaban los defensores de la nueva doctrina, pero ¿y si esa muerte había sido la condición necesaria para abolir la ley? Las enormes consecuencias de esta idea repentina, de esta solución del enigma empezaron a agitarse en su cerebro, convirtiéndole, de pronto, en el más feliz de los hombres. Pensó que no ya el destino de los judíos, sino el de toda la humanidad, se encontraba ligado a ese instante de súbita iluminación; se creyó en posesión de la idea de las ideas, la clave de las claves, la luz de las luces, en torno a la cual giraría la historia en lo sucesivo. Desde ese momento, San Pablo se convirtió en el apóstol destructor de la ley. (…) Sólo quedan unos días que seguir viviendo en medio de esta putrefacción. Tal es la suerte del cristiano antes de que, unido a Cristo, resucite con Cristo, participando con él de la gloria divina y siendo, como él, hijo de Dios. En este punto llegó al máximo la exaltación de San Pablo, y con ella la intemperancia de su alma. La idea de la unión con Cristo le hizo perder todo pudor, toda mesura, toda sumisión, y la indómita voluntad de dominio que en él se daba se tradujo en una embriaguez anticipada de la gloria divina. Así fue el primer cristiano, el creador del cristianismo. Antes de él, éste se reducía a una secta de judíos.
“El único cristiano que conozco murió en la Cruz” N. “respeta” la figura de Jesús, pero no la de Cristo, fabricada por Pablo de Tarso y los apóstoles. Lo llama IDIOTA en una aparente falta de respeto, pero esto no es así si se interpreta “IDIOTA” como en el personaje de Dostoieski: un ser infantil, sublime y poco inteligente.
La angustia que sintiera Pascal ante la contemplación de los espacios infinitos en los que se había convertido el Mundo, tras Copérnico, Kepler y Galileo, y la primacía entonces de lo rectilíneo, con el principio de inercia cartesiano, base de la nueva física, eran las señales del comienzo del abandono del Dios Cristiano, que ya portaba consigo el virus de la autodestrucción. Aquel Dios de atributos infinitos que había creado el Universo como un relojero el reloj, ese cristianismo que se racionaliza con Descartes y que se había purgado ya de la parafernalia pagana a través de la Reforma Luterana, más las ideas materialistas y ateas de Spinoza y posteriormente de los ilustrados franceses, conducen al NIHILISMO y se vuelve a experimentar la angustia pascaliana que Nietzsche va a pretender erradicar. ¿Cómo vivir sin Dios, sin el anhelo de eternidad, de la promesa del más allá? El ser humano que ha creado a Dios a su imagen y semejanza para escapar a la desazón que provoca el misterio de la existencia, necesitará, ahora que lo ha matado y que anda envuelto en el nihilismo, inventar algo que supla o alivie esa pérdida de Dios. “A seis mil pies, más allá del hombre y del tiempo, a través de los bosques llegué al lago de Silvaplana y fue en ese día en el que la idea llegó a mí” Así, en su libro Ecce Homo, cuenta cómo en agosto de 1881 le vino la idea del eterno retorno Blaise Pascal (1623– 1662) Nietzsche (1844 -1900)
Maestro Johann Eckhart (1260 -1327) Martin Luther (1483 -1546) ¿Qué significa DIOS HA MUERTO? ¿Cómo es el ateísmo de Nietzsche? Es un ateísmo especial. No es el del científico que convierte a DIOS en el PROGRESO una vez que no lo ve en el tubo de ensayo. Es una REBELIÓN contra la culpa y el dolor como pena a cumplir por el pecado. Nietzsche reniega del dios de la moral, el que premia y castiga. Pero… ¿Es ahora un DIOS cómo el de ECKHART, el que ocupa en la mente de N. el lugar del DIOS CRISTIANO y MORALISTA? Eckhart, precursor de Lutero, en el siglo XIV adopta una religiosidad individualista como reacción contra una Iglesia demasiado intervencionista, abogando por una divinización del hombre (YO en DIOS y DIOS en MÍ). Así, el CIELO lo tenemos ya en VIDA y no hace falta comprar “bulas” para entrar lo más rápido posible en el REINO DE LOS CIELOS.
KARL JASPERS: NIETZSCHE Y EL CRISTIANISMO Para Jaspers es cristiano en Nietzsche el origen de su voluntad de saber y de su sed de verdad. Es verdad que Nietzsche declara en El Anticristo lo siguiente: “una religión como el cristianismo, que no tiene ningún punto de contacto con la realidad debe ser un enemigo mortal de la ciencia”. Nietzsche ha dado con la máxima concisión una respuesta esencial a la cuestión: ¿cuál es el origen que tiene la ciencia universal de la civilización occidental y la moderna mentalidad científica? Debemos explicitar muy claramente su sorprendente respuesta para estar en grado de comprender mejor la postura extrañamente contradictoria, y en determinados momentos incluso confusa que tenía Nietzsche frente a la verdad y a la ciencia.
Entre la ciencia griega y la ciencia del occidente moderno hay una diferencia radical. Es característico del mundo cristiano la amplitud de los objetivos del saber, que históricamente se ha desarrollado solo en él, esa búsqueda inexorable de la verdad que reside en la ciencia. Es un hecho incontestable que en su universalidad, en su ilimitación y en los modos de su unidad, tal ciencia ha nacido solo en occidente y solo en territorio cristiano. Solo ahí, al menos en ciertos individuos, se ha dado el espíritu de la mentalidad científica como medio en el que penetra toda conciencia y acción. El hombre griego no conoce una ciencia universal que progresa infinitamente, abierta en todas las direcciones y capaz de operar con cualquier cosa para los fines del conocimiento. El hecho de que a los griegos, fundadores de la ciencia, les sea extraña la verdadera ciencia universal depende únicamente de la falta de motivaciones espirituales y de los impulsos morales que solo permitieron al cristiano ser capaz de promover tal ciencia a través de su religión y al tiempo contra la propia religión misma (al menos contra algunas de sus formas objetivadas).
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