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Miguel-A. “La confesión de Arnaldo” La versión de este “. pps” ha sido realizada

Miguel-A. “La confesión de Arnaldo” La versión de este “. pps” ha sido realizada cuatro días después de que ETA rompiera la tregua con el atentado de Barajas, el 30/12/2006.

- ¡Padre, me quiero confesar!. - ¡Claro, hijo!, ¿cuál es tu nombre? . -

- ¡Padre, me quiero confesar!. - ¡Claro, hijo!, ¿cuál es tu nombre? . - Arnaldo Otegi, padre. - ¿El de Batasuna? ¡Mira, hijo, tu caso es superior a mí! Mejor es que vayas a confesarte al Obispado.

Va Otegi al Obispado, y le dice al obispo que se quiere confesar. -

Va Otegi al Obispado, y le dice al obispo que se quiere confesar. - ¡Claro hijo!, ¿cómo te llamas? . - Arnaldo Otegi. - ¿El batasuno? No, hijo, ¡yo no tengo poderes para ello! Mejor, vete a que te confiese el Cardenal Primado.

Otegi va a ver al Cardenal. - ¡Buenas, Monseñor!. Que vengo a confesarme. -¡Muy

Otegi va a ver al Cardenal. - ¡Buenas, Monseñor!. Que vengo a confesarme. -¡Muy bien, hijo!, ¿cómo te llamas? . - Arnaldo Otegi. - ¿El de Batasuna? No, hijo, ¡tu caso es superior a mí! Lo mejor es que vayas al Vaticano.

 Llega Otegi al Vaticano, y le dice al Papa: - ¡Su Santidad, quiero

Llega Otegi al Vaticano, y le dice al Papa: - ¡Su Santidad, quiero confesarme!. - Claro, hijo ¿cómo te llamas? - Arnaldo Otegi. - ¡Huy, hijo, tú si estás muy difícil hasta para mí! Mira, aquí al lado hay una capilla con una enorme cruz. Solamente allí te podrás confesar.

Otegi llega a la capilla y, frente a la cruz, dice: - ¡Señor, vengo

Otegi llega a la capilla y, frente a la cruz, dice: - ¡Señor, vengo a confesarme!. - ¡Claro, hijo mío! -responde Jesús-. ¿Cómo te llamas? . - Arnaldo Otegi. - ¿El dirigente de Batasuna? . - ¡Así es, Señor!.

- Hijo mío. . . solamente da gracias. . . Otegi, extrañado, le pregunta:

- Hijo mío. . . solamente da gracias. . . Otegi, extrañado, le pregunta: - ¿Gracias? ¿Pero gracias por qué? .

- Dale gracias a los judíos que me clavaron en la cruz. . .

- Dale gracias a los judíos que me clavaron en la cruz. . . ¡. . . porque si no, hubiera bajado, y te habría echado de aquí a patadas!.