Lectio divina Domingo IV Cuaresma Ciclo B 11
Lectio divina Domingo IV Cuaresma Ciclo B. 11 Marzo 2018 Secretariado Catequesis de Cádiz y Ceuta Música: Reflexionem for cello Elaboración: Manuel López/Eloísa Díaz-Jara Montaje: Eloísa Díaz-Jara Avance Manual
ORACIÓN INICIAL Señor, vengo a encontrarme contigo. Necesito tu luz y tu verdad para poder vivir mis compromisos de vida espiritual y de trabajo, desde la perspectiva del amor. Quiero reconocerte en todo y en todos, como una expresión de mi entrega, por amor, a tu voluntad.
TEXTO BÍBLICO Jn. 3. 14 -21 Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios. Este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que obra la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios» .
LECTURA ¿Qué dice el Texto?
La serpiente que mordía a los israelitas causándoles el peligro de inminente muerte, será al mismo tiempo signo de salvación en el estandarte de Moisés; tanto que, al mirarla los mordidos por ella, quedaban curados. Jesús, en este diálogo (con Nicodemo) retoma un argumento muy querido por el Evangelio de Juan: el Hijo que amó hasta el extremo y la luz despreciada.
Esta paradoja es la que se verifica en la elevación de Jesús: una cruz que le dará la muerte a Él, nos obtendrá la vida a los demás, y de la misma manera que la muerte no tendrá la última palabra para Jesús, tampoco la tendrá sobre aquellos que “mirarán al que traspasaron”.
Jesús… da la clave de todas sus preguntas posibles: vivir en la verdad y no tener miedo a la luz, ese era el camino de la salvación. Evidentemente, esa luz es una persona viva: “yo soy la luz del mundo”.
Creer en esta luz es dejarse abrazar por ella y poner nuestros adentros a su sol, aunque descubramos que no todo es trigo limpio en nuestra vida. Porque sólo vemos el polvo y las telarañas en una habitación cuando en ella entra el sol.
Así fue la propuesta de Jesús a Nicodemo, y así es la que nos hace la Cuaresma: abrid vuestra ventana y que entre la luz de Dios. No para abrumarnos con todo eso que estamos tentados de ocultar, de tapar, de disfrazar, sino para convertirnos, para nacer de nuevo, para volver a empezar.
Sólo podrá cantar el aleluya pascual, el aleluya luminoso y resucitado, quien haya tenido el arrojo y la humildad de cantar el miserere de sus oscuridades y muertes cotidianas. A esto nos educa la Cuaresma.
Para que al final, donde ha abundado el pecado, pueda sobreabundar la gracia de Dios, y quien tanto nos amó, nos quitará los sayales de luto para vestirnos el traje de fiesta.
meditación ¿Qué me dice el Señor en el Texto?
«Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito» . Al escuchar estas palabras, dirijamos la mirada de nuestro corazón a Jesús Crucificado y sintamos dentro de nosotros que Dios nos ama, nos ama de verdad, y nos ama en gran medida: Dios nos ama con amor gratuito y sin medida.
«A imagen tuya creaste al hombre y le encomendaste el universo entero, para que, sirviéndote sólo a ti, su Creador, dominara todo lo creado» . En el origen del mundo está sólo el amor libre y gratuito del Padre. San Ireneo… escribe: «Dios no creó a Adán porque tenía necesidad del hombre, sino para tener a alguien a quien donar sus beneficios» . Es así, el amor de Dios es así.
«Cuando por desobediencia perdió tu amistad, no lo abandonaste al poder de la muerte, sino que, compadecido, tendiste la mano a todos» . Vino con su misericordia. Como en la creación, también en las etapas sucesivas de la historia de la salvación destaca la gratuidad del amor de Dios: el Señor elige a su pueblo no porque se lo merezca, sino porque es el más pequeño entre todos los pueblos.
Y cuando llega «la plenitud de los tiempos» , a pesar de que los hombres en más de una ocasión quebrantaron la alianza, Dios, en lugar de abandonarlos, estrechó con ellos un vínculo nuevo, en la sangre de Jesús — el vínculo de la nueva y eterna alianza —, un vínculo que jamás nada lo podrá romper.
Jesús nos amó «hasta el extremo» , no sólo hasta el último instante de su vida terrena, sino hasta el límite extremo del amor. Si en la creación el Padre nos dio la prueba de su inmenso amor dándonos la vida, en la pasión y en la muerte de su Hijo nos dio la prueba de las pruebas: vino a sufrir y morir por nosotros.
Así de grande es la misericordia de Dios: Él nos ama, nos perdona; Dios perdona todo y Dios perdona siempre.
oración ¿Qué respondo al Señor que me habla en el Texto?
Vamos a tomar la Segunda Lectura de este Domingo (Ef. 2. 4 -10) para la oración y responder al Señor:
Pero Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho revivir con Cristo — estáis salvados por pura gracia —; nos ha resucitado con Cristo Jesús, nos ha sentado en el cielo con él, para revelar en los tiempos venideros la inmensa riqueza de su gracia, mediante su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.
En efecto, por gracia estáis salvados, mediante la fe. Y esto no viene de vosotros: es don de Dios. Tampoco viene de las obras, para que nadie pueda presumir. Somos, pues, obra suya. Dios nos ha creado en Cristo Jesús, para que nos dediquemos a las buenas obras, que de antemano dispuso él que practicásemos.
contemplación ¿Cómo reflejo en mi vida lo que me dice Dios en el Texto?
El Evangelio de hoy nos ayuda a plantearnos el tema de la vida con mayor profundidad, pues se trata de vivir desde la fe en Jesús, vivir conforme a la verdad, vivir en plenitud. La luz del Señor ilumina la actualización que nos sugiere este texto. ¿Recibes al Señor como Luz y Verdad? ¿Buscas acercarte a Él como la Luz de tu vida? ¿Eres capaz de vivir tu debilidad como lugar de encuentro y de apertura a Dios y a los otros?
Todo adquiere sentido cuando encuentras este tesoro, que Jesús llama "el Reino de Dios", es decir, Dios que es amor, paz y alegría en cada hombre y en todos los hombres, ¿reina así Dios en tu vida? Esto es lo que Dios quiere, es por lo que Jesús se ha donado a sí mismo hasta morir en la cruz, para liberarnos del poder de las tinieblas y llevarnos al reino de la vida, de la belleza, la bondad, la alegría.
La alegría de haber encontrado el tesoro del Reino de Dios transpira, se ve. El cristiano no puede esconder su fe, porque transpira en cada palabra, en cada gesto, también en los más sencillos y cotidianos. ¿Transpiras el amor que Dios te ha donado mediante Jesús?
Mira y contempla la Cruz y deja que el Señor te hable, consuele, nutra, purifique… a la luz de lo que has meditado y orado con su Palabra de Vida.
Nos vamos acercando a la celebración de los misterios de la pasión, muerte y resurrección del Señor. Profundiza, en tu oración y meditación, en todo lo que significó para Él ir a la cruz por nosotros:
¡qué infinito amor y generosidad de parte suya para morir en lugar tuyo y mío, para devolvernos la amistad con Dios y abrirnos las puertas del cielo!
Acción ¿A qué me comprometo?
“El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios” Plantéate en tu vida en quién crees. ¿Todos tus pasos manifiestan tu Fe en Dios?
“Pues todo el que obra el mal detesta la luz, y no se acerca a la luz” Proponte buscar la Luz para caminar bajo la acción del Espíritu Santo. Se luz para otros, busca alguna manera.
Contempla durante la semana el crucifijo y toma la decisión de caminar hacia la luz que brilla en Cristo Crucificado.
«Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por medio de él» Pídele al Señor ser testigos de la luz para que otros crean. No para juzgar, sino para ayudar.
Profundiza en que es optar por vivir en la luz y no en las tinieblas, como nos dice Jesús en este Evangelio; o sea, llevar una auténtica vida de gracia y desterrar para siempre el pecado en tu vida, en todas sus formas y manifestaciones.
Propicia que la asistencia a la misa dominical sea el evento familiar más importante del día.
Que tu oración sea de agradecimiento al Padre por su amor; por la vida que nos da.
Ayuda con tu testimonio de vida, coherente con la Palabra de Dios, a iluminar el camino de los demás. FIN
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