Lectio divina Domingo III Cuaresma Ciclo B 4
Lectio divina Domingo III Cuaresma Ciclo B. 4 Marzo 2018 Secretariado Catequesis de Cádiz y Ceuta Música: de Álbum desconocido Elaboración: Manuel López/Eloísa Díaz-Jara Montaje: Eloísa Díaz-Jara Avance Manual
ORACIÓN INICIAL Gracias, Padre, por el don de tu presencia en mi persona. Por el bautismo, me hiciste hijo tuyo. Gracias, Jesús, porque nos has incorporado a Ti mismo, formando el Cuerpo Místico. Gracias, Espíritu, porque nos otorgas la vida verdadera, la del Padre y la de Jesús. Gracias, por la Iglesia que somos y que formamos, a pesar de nuestras limitaciones.
TEXTO BÍBLICO Jn. 2. 13 -25 Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: «Quitad esto de aquí: no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre» . Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora» . Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: «¿Qué signos muestras para obrar así? » . Jesús contestó: «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré» . Los judíos replicaron: «Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días? » . Pero él hablaba del templo de su cuerpo.
Y cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y creyeron a la Escritura y a la Palabra que había dicho Jesús. Mientras estaba en Jerusalén por las fiestas de Pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo los signos que hacía; pero Jesús no se confiaba a ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba el testimonio de nadie sobre un hombre, porque él sabía lo que hay dentro de cada hombre.
LECTURA ¿Qué dice el Texto?
La escena transcurre en una dependencia del Templo llamada “el atrio de los gentiles”, lugar de paso de los judíos de la diáspora especialmente, que servía para muchas cosas: foro de tertulia, banco para cambio de divisas, mercado popular, mercado religioso.
La respuesta que da Jesús es muy simple: habéis convertido la casa de mi Padre en un mercado, haciendo de Dios la gran coartada para organizar vuestros tenderetes, para engrosar vuestras cuentas y bolsas, para redondear vuestros negocios. . . pero vuestra vida, luego, no tiene mucho que ver con Dios: sencillamente os aprovecháis de Él.
Desde una lectura cristiana, este Evangelio debe ser leído también dirigido a nosotros, porque son muchas las tentaciones – muy sutiles a veces – de sustituir a Dios por sus mediaciones, de quedarnos en los medios, en los reglamentos, en las prácticas.
Todas estas cosas tienen su sentido, pero sólo como medio, como ayuda y como pedagogía que nos educan y acompañan en el encuentro con Dios, pero no son jamás – no lo deben ser – fines en sí mismas.
La Cuaresma puede ser un momento propicio para revisar nuestros tenderetes, y para convertirnos al Señor. Sólo Dios, sólo Jesús es lo absoluto. Él es el fin, es a Él a quien seguimos e imitamos, a quien anunciamos y compartimos.
Cuando el encuentro con Él ha sido claro y real, apasionante y apasionado, entonces no hay temor a quedarse en los “templos y en sus atrios”, sino que todos los medios pueden ser bienvenidos: basta que nos permitan mantener vivo ese encuentro y nos urjan a anunciar el Evangelio a los pobres, sea cual sea su pobreza.
MEDITACIÓN ¿Qué me dice el Señor en el Texto?
“No convirtáis en un mercado la casa de mi Padre”. Jesús actúa de esta forma porque el culto a Dios no tiene nada que ver con un intercambio, ni con un negocio para que los sacerdotes se enriquezcan, tampoco con comprar a Dios: te ofrezco un sacrificio y a cambio tú me das lo que te pido. Para Jesús, Dios es amor y nunca sacrificio como refleja la Sagrada Escritura a través de los profetas.
Para Jesús el templo es la casa del Padre donde todos sus hijos son acogidos, donde el amor prevalece por encima del dinero, de los odios y desigualdades sociales. Porque el templo es la casa donde se reúnen sus hijos formando la gran familia de los hijos de Dios.
Cuántos templos hoy se convierten en algo que nada tienen que ver con el culto a Dios. Colaboremos en hacer de la casa de Dios un hogar acogedor, con las puertas abiertas para todos los desvalidos, un hogar donde todos, absolutamente todos, tengamos cabida y nos sintamos verdaderos hijos y seguidores de Jesús.
El templo del que hablaba Jesús era su propio cuerpo. El cuerpo de Jesús es el verdadero santuario porque contiene en sí la plenitud del Espíritu de Dios. «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré» . Es el sacramento visible de la presencia de Dios entre los humanos. Jesús es el templo verdadero donde encontramos a Dios, ya que Él es el camino, la verdad y la vida.
Y en nosotros también habita el Señor por la participación en la persona de Jesús. Los templos vivos donde Dios habita son las personas, creyentes o increyentes. Desde que Jesús se hizo hombre, toda la humanidad es como el gran ámbito o templo de la divinidad. Dios habita plenamente en Jesús.
¡Cuánto respeto nos merecen los templos, las imágenes, los objetos religiosos! Pues, muchísimo más hemos de respetar y "venerar" a las personas. Les aseguro que cuando lo hicieron con uno de éstos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron.
oración ¿Qué respondo al señor que me habla en el Texto?
Respondamos a Dios “en espíritu y en verdad” con estos versículos del Salmo 18: ¡Dios mío, yo te amo, tú me das fuerzas! Tú eres para mí la roca que me da refugio; ¡tú me cuidas y me libras!
Me proteges como un escudo, y me salvas con tu poder… cuando te llamo, me libras de mis enemigos. Dios mío, tú alumbras mi vida, tú iluminas mi oscuridad.
Tú me enseñas a enfrentarme a mis enemigos; tú me das valor para vencerlos. Tú me das tu protección; me salvas con tu gran poder y me concedes la victoria. Me despejas el camino para que no tenga yo tropiezos.
contemplación ¿Cómo reflejo en mi vida lo que me dice Dios en el Texto?
Si somos testigos de este Cristo vivo, mucha gente encontrará a Jesús en nosotros, en nuestro testimonio. ¿Le permitimos que haga «limpieza» en nuestro corazón y expulse a los ídolos, es decir, las actitudes de codicia, celos, mundanidad, envidia, odio, la costumbre de murmurar y «despellejar» a los demás? ¿Se siente el Señor verdaderamente como en su casa en mi vida? ¿Le permito que haga limpieza de todos los comportamientos contra Dios, contra el prójimo y contra nosotros mismos…?
Jesús conoce lo que hay en cada uno de nosotros, y también conoce nuestro deseo más ardiente: el de ser habitados por Él, sólo por Él. Dejémoslo entrar en nuestra vida, en nuestra familia, en nuestro corazón. Cada Eucaristía que celebramos con fe nos hace crecer como templo vivo del Señor, gracias a la comunión con su Cuerpo crucificado y resucitado.
Jesús conoce todo lo que está dentro de nuestro corazón: no podemos engañar a Jesús. No podemos, ante Él, aparentar ser santos, y cerrar los ojos, actuar así, y luego llevar una vida que no es la que Él quiere. Y Él lo sabe. Y todos sabemos el nombre que Jesús daba a estos con doble cara: hipócritas.
Nos hará bien, hoy, entrar en nuestro corazón y mirar a Jesús y decirle: «Señor, mira, en mí hay cosas buenas, pero también hay cosas no buenas. Jesús, ¿te fías de mí? Soy pecador. . . » .
Pero si tu corazón no es justo, si tú no vives la justicia, si tú no amas a los que necesitan amor, si tú no vives según el espíritu de las bienaventuranzas… en la oración, preguntémosle: Señor, ¿Tú te fías de mí?
¿Sabéis cuál es el látigo de Jesús para limpiar nuestra alma? La misericordia. Abrid el corazón a la misericordia de Jesús. Decid: «Jesús, mira cuánta suciedad. Ven, limpia. Limpia con tu misericordia, con tus palabras dulces; limpia con tus caricias» . Y si abrimos nuestro corazón a la misericordia de Jesús, para que limpie nuestro corazón, nuestra alma, Jesús se fiará de nosotros.
acción ¿A qué me comprometo?
En aquel templo había muchos tenderetes que no llevaban a Dios. Pon en práctica revisar tu vida para quitar todo lo que aun “dentro de tu templo” no te lleva a El.
Jesús quita todo lo que sobra en la entrada del templo. Ayuda a otros a quitar todo lo que les impide entrar en la Iglesia. Mira con ojos de fe a cada hermano/a que te encuentres. Ellos también son hijos de Dios.
Participa con gozo en la celebración de la Eucaristía y se consciente de que la asamblea es el lugar privilegiado donde el Señor está presente.
Cuando vayas al templo, ten presente qué significa: “casa de oración” ¿Qué debe ser cambiado o purificado en tu vida, para poderle dar “ese” lugar a Dios?
La Iglesia es el cuerpo de Cristo. Procura que otros hermanos encuentren a Cristo en la Iglesia. Da buena “imagen” de ella. Ámala. Da testimonio de este amor.
Tu cuerpo es templo del espíritu Santo. Prepara tu corazón, para que Dios habite en él. Sé coherente entre lo que crees y lo que haces ¿Qué deberías cambiar?
Cuida tu cuerpo, no sólo físicamente, sino espiritualmente y cada día da gracias al Señor porque te ha dado la gracia de estar y vivir en este templo. FIN
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