Lectio divina Domingo II de Pascua Ciclo B
Lectio divina Domingo II de Pascua. Ciclo B 8 Abril 2018 Secretariado Catequesis de Cádiz y Ceuta Música: Sueño de amor. P. 1 Elaboración: Manuel López/Eloísa Díaz-Jara Montaje: Eloísa Díaz-Jara Avance Manual
ORACIÓN INICIAL Señor mío y Dios mío, vienes a mi ofreciéndome tu paz y tu perdón. Señor mío y Dios mío, aunque no te veo siento la fuerza de tu presencia, y como un abrazo me envuelve un calor que acalla mis miedos, y me habla de Ti. Señor mío y Dios mío.
TEXTO BÍBLICO Jn. 20. 19 -31 Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros» . Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo» . Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos» . Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor» . Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo» .
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros» . Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente» . Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!» . Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto» . Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.
LECTURA ¿Qué dice el Texto?
Jesús se presenta en medio de ellos para anunciarles la paz y mostrarles los signos de su muerte… Pero no estaban todos. Cuando llegó Tomás, el que faltaba, rápidamente le dijeron la gran noticia, lo increíble e inaudito: “hemos visto al Señor”. Semejante anuncio era insuficiente para un Tomás que también “había visto” morir al Señor. No era fácil borrar de su recuerdo ese pánico que había hecho esconderse a sus compañeros.
La condescendencia de Dios hacia todas las durezas de los hombres, está representada en la respuesta que Tomás recibe por parte de Jesús, cuando al volver allí ocho días después, le dice que toque lo que le parecía una cosa imposible. …“trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente”.
Hoy nosotros los cristianos, que creemos en la Resurrección de Jesús, ¿cómo podemos mostrar a la Humanidad aquello que los Doce trataron de anunciar a Tomás? …Somos testigos de que aquello que aconteció en Jesús, también nos ha sucedido a nosotros: el odio, la oscuridad, la violencia, el miedo, el rencor, la muerte. . . es decir, el pecado, no tienen ya la última palabra.
Cristo ha resucitado y en Él han sido muertas todas nuestras muertes. De esto somos testigos. Esta es nuestra alegría. Y por eso, a pesar de todas las cicatrices de un mundo caduco, insolidario, violento, que mancha la dignidad del hombre y no da gloria a Dios, nosotros decimos: Hemos visto al Señor.
Ojalá nuestra generación se llene de alegría como aquellos discípulos, al ver en nuestra pequeñez las señales de la victoria pascual, y como Tomás diga también: Señor mío y Dios mío.
meditación ¿Qué me dice el Señor en el Texto?
Jesús se apareció de nuevo en el cenáculo, en medio de los discípulos: Tomás también estaba; se dirigió a él y lo invitó a tocar sus llagas. Y entonces, aquel hombre sincero, aquel hombre acostumbrado a comprobar personalmente las cosas, se arrodilló delante de Jesús y dijo: “Señor mío y Dios mío”.
En el cuerpo de Cristo resucitado las llagas no desaparecen, permanecen, porque aquellas llagas son el signo permanente del amor de Dios por nosotros, y son indispensables para creer en Dios… para creer que Dios es amor, misericordia, fidelidad. San Pedro, citando a Isaías, escribe a los cristianos: “Sus heridas nos han curado”.
Jesús nos invita a mirar sus llagas, a tocarlas, como a Tomás, para sanar nuestra incredulidad… a entrar en el misterio de sus llagas, que es el misterio de su amor misericordioso. A través de ellas, podemos ver todo el misterio de Cristo y de Dios: su Pasión, su vida terrena, llena de compasión por los más pequeños y los enfermos. . . y, como María en el Magnificat, podemos reconocer que «su misericordia llega a sus fieles de generación en generación» .
Y nos preguntamos: ¿Cómo podemos salvar estos abismos? Ante los trágicos acontecimientos de la historia humana, nos sentimos a veces abatidos, y nos preguntamos: «¿Por qué? » . La maldad humana puede abrir en el mundo abismos, grandes vacíos: vacíos de amor, vacíos de bien, vacíos de vida.
Sólo Dios puede colmar estos vacíos que el mal abre en nuestro corazón y en nuestra historia. Es Jesús, que se hizo hombre y murió en la cruz, quien llena el abismo del pecado con el abismo de su misericordia.
Es este el camino que Dios nos ha abierto para que podamos salir, finalmente, de la esclavitud del mal y de la muerte, y entrar en la tierra de la vida y de la paz. Este Camino es Él, Jesús, Crucificado y Resucitado, y especialmente lo son sus llagas llenas de misericordia.
Los Santos nos enseñan que el mundo se cambia a partir de la conversión de nuestros corazones, y esto es posible gracias a la misericordia de Dios. Por eso, ante mis pecados o ante las grandes tragedias del mundo, «me remorderá mi conciencia, pero no perderé la paz, porque me acordaré de las llagas del Señor. Él, en efecto, “fue traspasado por nuestras rebeliones”. ¿Qué hay tan mortífero que no haya sido destruido por la muerte de Cristo? »
oración ¿Qué respondo al Señor que me habla en el Texto?
CINCO LLAGAS ACTUALES Hambre y subdesarrollo. Torturas y esclavitudes. Guerras y terrorismo. Inmigración y violación de derechos. Sida y drogadicción.
Son cinco llagas actuales que sangran y no cicatrizan en este cuerpo que es nuestra tierra. Son cinco llagas dobles que golpean nuestras conciencias pero hacen poca mella. Son cinco llagas abiertas por los clavos y estructuras que atraviesan nuestra historia.
Son cinco llagas sangrantes en dos tercios de las personas que viven y sueñan con tus promesas. Son cinco llagas profundas al hablar de hermandad y celebrar tu presencia.
Si metemos en ellas nuestra mano, corazón, cabeza y conciencia, dejaremos de ser incrédulos de tu presencia.
contemplación ¿Cómo reflejo en mi vida lo que me dice Dios en el Texto?
¿Cuantas veces al igual que Tomás exiges “pruebas para creer”? ¿Qué te dice el Señor sobre todo esto? En el relato de este Evangelio surge un contraste evidente: está el miedo de los discípulos que cierran las puertas de la casa; por otro lado, la misión de parte de Jesús, que los envía al mundo a llevar el anuncio del perdón. Este contraste puede manifestarse también en nosotros, una lucha interior entre el corazón cerrado y la llamada del amor a abrir las puertas cerradas y a salir de nosotros mismos
Cristo, que por amor entró a través de las puertas cerradas del pecado, de la muerte y del infierno, desea entrar también en cada uno para abrir de par en par las puertas cerradas del corazón. Él, que con la resurrección venció el miedo y el temor que nos aprisiona, quiere abrir nuestras puertas cerradas y enviarnos. ¿Cómo están tus puertas? ¿Abiertas para Dios, para los hermanos, para los que sufren, para el que te busca…?
El camino que el Maestro resucitado nos indica va en una única dirección: salir de nosotros mismos, salir para dar testimonio de la fuerza sanadora del amor que nos ha conquistado. Vemos ante nosotros una humanidad continuamente herida y temerosa, que tiene las cicatrices del dolor y de la incertidumbre.
Ante el sufrido grito de misericordia y de paz, escuchamos hoy la invitación esperanzadora que Jesús dirige a cada uno de nosotros: «Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo» . ¿Eres conciente que creer en Jesús también implica ser enviado por Jesús para la misión de transmitir la Buena Noticia? ¿Sientes esta nueva fuerza en estos primeros días de Pascua?
La misericordia de Dios es eterna; no termina, no se agota, no se rinde ante la adversidad y no se cansa jamás. En este “para siempre” encontramos consuelo en los momentos de prueba y de debilidad, porque estamos seguros que Dios no nos abandona. Él permanece con nosotros para siempre. ¿Sientes y vives esta misericordia del Señor?
Ser apóstoles de la misericordia significa tocar y acariciar sus llagas, presentes también hoy en el cuerpo y en el alma de muchos hermanos y hermanas suyos. Al curar estas heridas, confesamos a Jesús, lo hacemos presente y vivo; permitimos a otros que toquen su misericordia y que lo reconozcan como «Señor y Dios» , como hizo el apóstol Tomás. Esta es la misión que se nos confía. ¿Cómo reflejas en tu vida con los que te rodean, los que sufren… la Misericordia del Señor?
«Paz a vosotros» Es el saludo que Cristo trae a sus discípulos; es la misma paz, que esperan los hombres de nuestro tiempo… Es su paz, la paz que procede del corazón del Resucitado, la paz que venció el pecado, la muerte y el miedo. Es la paz que une; es la paz que… nos hace sentir acogidos y amados; es la paz que permanece en el dolor y hace florecer la esperanza.
Esta paz, como en el día de Pascua, nace y renace siempre desde el perdón de Dios, que disipa la inquietud del corazón. ¿Estás convencido que ser un seguidor de Jesús es ser una persona de paz? ¿Recibes concientemente la paz y transmites la paz? ¿Dónde te urge trabajar la paz en ti y entre nosotros?
ACCIÓN ¿A qué me comprometo?
Trasmite con tu vida la experiencia de la Pascua. Haz que otros vean a Jesús resucitado y presente en tu vida. Ayúdales a verlo. Tomás dice: «¡Señor mío y Dios mío!» . Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto» .
“Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”. Comprométete a hacer realidad estas palabras de Jesús. Se buena noticia para otros.
Muestra tu alegría pascual haciendo una obra de misericordia, puede servir para que los demás viendo lo que realizas, puedan creer.
Manifiesta tu gratitud por creer en Jesús, llevando la esperanza cristiana a los demás, especialmente a los que sufre, están solos, se sienten incomprendidos… no esperan la resurrección.
Somos felices porque creemos sin ver. Demuestra que crees en el Resucitado llevando alegría, felicidad a personas que por algún motivo sufren. No dejes pasar la oportunidad de ayudar a quien lo necesita.
“Paz a vosotros”. Jesús nos trae la paz, te trae la paz. Sé persona de paz entre los que te rodean: familia, amigos, compañeros de trabajo…
En tu oración personal repite una y otra vez: «¡Señor mío y Dios mío!» y deja que el Señor te hable. FIN
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