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LAS TINIEBLAS DE LA INQUISICIÓN Esta vez al morir el personaje permanece sumergido en un sueño profundo durante 26 años y al reencarnar se encuentra con que las cosas en Miahuatlán habían cambiado por completo. Formaban parte de la Nueva España que era gobernada por Felipe II. En esa ocasión, lo bautizaron desde que nació porque se había vuelto una obligación, ya en Miahuatlán todos llevaban nombres cristianos; como Juan, Pedro o Gonzalo. Habían renunciado a Satanás y a sus obras, porque según los frailes dominicos, la religión que practicaban antes de su llegada era un culto al demonio y sus antiguos dioses eran enviados del infierno. Les hicieron creer que la única manera de alcanzar el cielo era practicando el culto católico que ellos predicaban.
Algunas personas en su pueblo creyeron realmente en la nueva religión, pero otros no, desde el fondo de su corazón seguían venerando a sus antiguos dioses. Para salvarlos de la destrucción los escondieron dentro de una caverna en donde secretamente iban a rendirles culto, hasta que un Obispo los descubrió y castigó muy severamente a los culpables. Los miahuatecos no alcanzaban a entender era por qué muchos españoles, en vez de practicar con otros esa religión de amor que tanto predicaban, les manifestaban odio y desprecio. Entre los antepasados zapotecas el oro era considerado “el excremento de los dioses”. Así se le conocía en Monte Albán, sin embargo, para los conquistadores el oro parecía ser Dios mismo, su adoración suprema, mucho más importante para ellos que el Dios invisible, misericordioso y eterno que andaban predicando.
Los conquistadores introdujeron algunas cosas buenas; por ejemplo el café, el olivo, la vid, el trigo, el arroz y los rábanos. Sobre todo, los caballos, los burros, las vacas y las ratas, que llegaron viajando clandestinamente en las bodegas de los barcos. El mayor orgullo de los españoles era decir que la religión católica era de más calidad que las otra religiones de la población. Cuando se fundó la ciudad, Oaxaca tenía apenas unos doscientos habitantes y cuando vivió ahí en sus siguiente vida, ya tenía cerca de mil. Iba creciendo al contrario de Miahuatlán, que cuando llegaron los españoles tenía como veinte mil habitantes y algunos años después solamente tenía dos mil, por las viruelas y los trabajos en las minas que habían ido exterminando a los habitantes. Después de un tiempo en la religión aparecieron las vírgenes y los santos, cuya adoración de algún modo se parecía a la que tenían los habitantes del pueblo con sus antiguos ídolos.
Se fueron mezclando los españoles, la población indígena y los negros que eran esclavos originarios de África comprados por los españoles, ya que podían realizar trabajos aún más duros que los indios en las minas. Había unos cuantos españoles puros “peninsulares”, que eran los verdaderos amo, y estaban también sus hijos llamados criollos. Abajo de ellos estaban los mestizos, nacidos de madres indígenas violadas o seducidas por los españoles. Y más abajo se encontraba la población indígena que se mantenía sin mezcla. Había hijos nacidos de mujeres indígenas y hombres negros, o de mujeres españolas y hombres negros. Y había mezclas de mezclas a las que se fue clasificando en “castas”. Era difícil saber cuantas combinaciones había en las complicadas ramas del árbol genealógico de cada persona.
No solo les invadieron los frailes de varias órdenes religiosas; también empezaron a enviar mujeres llamadas monjas a la ciudad de Oaxaca, y esto ocasionó sorpresa y despertó interés entre los pobladores ya que no se les permitía oficiar, ni consagrar, ni bautizar, solamente en casos de emergencia, tampoco se les permitía aparecer en público. Los nativos no tenían muy claras las razones por las cuales tener mujeres encerradas. La ciudad de Oaxaca se volvió un centro religioso de importancia. Por todas partes había iglesias y conventos, y más de la mitad de sus habitantes eran monjas o frailes.
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