LA ALEGRA APASIONANTE DEL EVANGELIO MONS GUIDO CHARBONNEAU
LA ALEGRÍA APASIONANTE DEL EVANGELIO MONS. GUIDO CHARBONNEAU SANTA CRUZ DE LA SIERRA, BOLIVIA, 11 DE JULIO DE 2018.
Alegría: El Papa ha escrito cuatro cartas que nos dan la pauta como Iglesia. Las cuatro hacen referencia a la alegría: "Evangelii Gaudium": "La alegría del Evangelio". "Laudato Si" mi Signore". "Alabado seas, mi Señor". "Amoris Laetitia": "La alegría del amor". "Gaudete et exsultate": "Alégrense y regocíjense".
Pasión: El manual "El gusto por la misión", escrito por Mons. Luis Augusto Castro Quiroga, Arzobispo de Tunga. Nos dice que la misión no es algo frío, toca las fibras más profundas de la persona del misionero.
Evangelio: La palabra "Evangelio" quiere decir "buena noticia". En nuestro mundo lleno de malas noticias, el anuncio del Evangelio es el anuncio gozoso de la muerte y resurrección de Jesucristo. Es también "fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree" (Rm 1, 16).
En la presentación del Evangelio es imprescindible la actitud y el tono profético del misionero que vive la Alegría del encuentro con Jesús; no se trata de la comunicación formal y fría de un mensaje sino de la comunicación vital del mismo, pues el encuentro con Cristo ha generado una Alegría que uno no puede contener.
De ahí dos preguntas: 1 - ¿Puede un cristiano ser triste? 2 - ¿Puede un cristiano tener una cara de vinagre?
1. LA ALEGRÍA MISTERIOSA DEL RESUCITADO
Como discípulos misioneros, compartimos la alegría de un encuentro personal con Dios. A la joven María de Nazaret el ángel Gabriel le dirige estas palabras: "Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo" (Lc 1, 28). El Evangelio, la Buena Noticia, provoca alegría. Isabel lo vivió y lo expresó a su pariente María: "Apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno" (Lc 1, 44). En Mateo, la alegría es la primera palabra dirigida por el Resucitado a las mujeres a las que se aparece: "Alégrense" (Mt 28, 9).
Con el Espíritu del Crucificado y Resucitado, los Apóstoles y los hermanos daban testimonio de la alegría del Señor Jesús, realizando signos y prodigios, y "acudían diariamente al Templo con perseverancia y con un mismo espíritu, partían el pan en las casas, tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios y gozando de la simpatía de todo el pueblo. Por lo demás, el Señor agregaba al grupo a los que cada día se iban salvando" (Hch 2, 46 -47). El Señor mismo provocaba la conversión en los oyentes. La Alegría de los apóstoles era contagiosa: eran instrumentos valiosos de la gracia de Dios. Su alegría y su estilo sencillo de vida sirve como patrón de referencia de la Iglesia de todos los tiempos.
Para San Pablo, la alegría viene del Espíritu Santo: "El fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, modestia, dominio de sí" (Ga 5, 22 -23). El fruto del Espíritu Santo es el amor - ágape, el amor de entrega total. Y con el amor va la alegría y las demás actitudes mencionadas por San Pablo. Cuando uno se siente amado por alguien y lo ama verdaderamente, su corazón se llena de alegría.
En el Primer Simposio de Preparación al 5° CAM en Puerto Rico, el Padre Toribio Tapia nos decía que el Evangelio debería ser siempre Buena Noticia. Pero mucha gente no ve el Evangelio como buena noticia: la mayoría no lo conocen en profundidad. Se les ha transmitido conocimientos sobre Dios, pero no se les ha compartido experiencias de Dios. La Palabra de Dios no ha pasado de su cabeza a su corazón. El Evangelio está en registro de la fe, y la fe es un don de Dios que toca el corazón de la persona.
El encuentro entre Cristo Resucitado y los discípulos de Emaús
Al escuchar las explicaciones de Jesús sobre las Escrituras, el corazón de los discípulos está ardiendo (Cf. Lc 24, 32). Se despierta de nuevo en ellos la pasión por Jesús, la alegría apasionante del Evangelio. Por eso ellos lo invitan a quedarse con ellos. "Quédate con nosotros" (Cf. Lc 24, 29). Esta súplica es la expresión de un deseo y de una necesidad apremiante, corresponde al ardor que sienten en su corazón. Cuando tenemos una conversación provechosa con alguien, no queremos terminarla. Para ellos no es algo intelectual. Han descubierto el sentido profundo de las Escrituras del Antiguo Testamento, que se refieren al Mesías, y eso los llena de fuego interior.
Su alegría es desbordante. Ellos deciden salir inmediatamente de noche hacia Jerusalén, a buena distancia de Emaús, van volando. No pueden contener su alegría, van de prisa y comunican su experiencia a los Once y a los que están con ellos. Tras el encuentro con Jesús y el reconocimiento de su identidad, ellos, llenos de alegría, cambian de rumbo su vida y así se convierten en testigos públicos del Resucitado.
2. LA ALEGRÍA DEL EVANGELIO EN LAS BIENAVENTURANZAS
La alegría apasionada del Evangelio se manifiesta especialmente en las Bienaventuranzas. En San Mateo las bienaventuranzas (Cf. Mt 5, 1 -12) constituyen la solemne apertura del Sermón de la Montaña. La palabra “dichosos” (makarioi en griego) vuelve nueve veces en este pasaje.
La palabra “dichosos” (makarioi en griego) expresa una profunda alegría interior en la persona, una alegría que no depende de las circunstancias externas. Nada ni nadie puede quitarla, porque tiene su origen en Dios y en su Reino. Se trata de una alegría que se puede vivir incluso en situaciones adversas o de sufrimiento. Nada ni nadie puede quitar esa alegría, porque tiene su origen en Dios y su Reino. El motivo de la alegría siempre es Dios.
Jesús proclama la dicha del Reino de Dios como una propuesta de alegría, de alcance universal, que presenta a los pobres de la tierra y a los que se hacen pobres por amor a Dios y al prójimo, como los primeros destinatarios de la dicha propia del Reino.
El Papa Francisco ha dedicado a las bienaventuranzas el tercer capítulo de su Exhortación Apostólica "Gaudete et Exsultate" sobre el llamado a la santidad en el mundo actual. Escribe: "La palabra "feliz“ o "bienaventurado", pasa a ser sinónimo de "santo", porque expresa que la persona que es fiel a Dios y vive su Palabra alcanza, en la entrega de sí, la verdadera dicha" (GE 64).
Las bienaventuranzas son el fundamento de la opción preferencial y evangélica por los pobres. A este respecto una cita del Decreto Conciliar Ad Gentes es muy significativa: "La Iglesia se une, por medio de sus hijos, a los hombres de cualquier condición, pero especialmente con los pobres y los afligidos, y a ellos se consagra gozosa (cfr. 2 Co 12, 15). Participa en sus gozos y en sus dolores, conoce los anhelos y los enigmas de la vida, y sufre con ellos en las angustias de la muerte" (AG 12).
Ahora bien, la alegría de las bienaventuranzas pasa por la Pasión de Cristo. La primera carta de Pedro llama dichosos los que sufren en Cristo. "Alégrense en la medida en que participan en los sufrimientos de Cristo, para que también se alegren alborozados en la revelación de su gloria" (1 Pe 4, 13). Nuestro sufrimiento lleva consigo, de manera paradójica, la gloria y por tanto la dicha y la gran alegría de la bienaventuranza.
Todo misionero es testigo de esta alegría, pues "Dios le concederá valor y fortaleza para que vea la abundancia de gozo que se encierra en la experiencia de la tribulación y de la absoluta pobreza” (cfr. 2 Co 8, 2). Esté convencido de que la obediencia es la virtud característica del ministro de Cristo, que redimió al mundo con su obediencia" (AG 24).
3. LA ALEGRÍA DESBORDANTE POR LA MISERICORDIA DE DIOS
La alegría del Padre brota de su misericordia entrañable. Lo vemos de manera especial en la parábola del Hijo pródigo (Lc 15, 11 -32).
Jesús es el rostro misericordioso del Padre. La alegría de Jesús tiene su fuente en el amor de Dios Padre. Al escuchar a los setenta y dos discípulos que le cuentan las maravillas que han vivido en la misión, Jesús se llena de gozo en el Espíritu Santo y prorrumpe en una oración de bendición al Padre: "Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes y se las has revelado a gente sencilla. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito" (Lc 10, 21).
El amor que Jesús nos tiene nos lleva al colmo de la alegría. "Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando" (Jn 15, 13 -14). Su amor lo llevó a dar su vida por nosotros, sus amigos. Para San Pablo, la alegría es al mismo tiempo un fruto del amor, del sacrificio por los demás. El sacrificio personal conduce a la alegría cristiana. Creer en Cristo supone sufrir por Cristo (Flp 1, 29 -30).
4. LA ALEGRÍA EUCARÍSTICA Y MISIONERA
La Eucaristía es "Pan partido para la vida del mundo". El gesto de la fracción del pan revela en sí mismo la identidad profunda del crucificado y resucitado (Lc 24, 35). Así se expresa todo el dinamismo espiritual de entrega de toda la persona, que está dispuesta a quedar rota, como el pan, por amor a los demás.
La fracción del pan suscitaba una gran alegría y la sencillez de corazón en la primera comunidad cristiana (Hch 2, 46). Nuestras Eucaristías dominicales, ¿reflejan la alegría apasionante del Evangelio? ¿Cómo es nuestra cara al salir del templo: triste o alegre? Las últimas palabras del sacerdote que ha presidido la Eucaristía han sido: "Pueden ir en paz". Es un envío misionero.
Aparecida nos invita a vivir la alegría misionera: "El discípulo, a medida que conoce y ama a su Señor, experimenta la necesidad de compartir con otros su alegría de ser enviado, de ir al mundo a anunciar a Jesucristo, muerto y resucitado, a hacer realidad el amor y el servicio en la persona de los más necesitados, en una palabra, a construir el Reino de Dios" (DA 278).
1) Aparecida: "Conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestra palabra y obras es nuestro gozo" (DA 29). 2) Evangelii Gaudium: "La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría" (EG 1).
Nuestra Iglesia en América ha dado buenos pasos para ser misionera. ¡Ojalá refleje con pasión la alegría del Evangelio!
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