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Jesús queda despojado de todo; los soldados se reparten sus vestidos y sortean su túnica.

No posee ya nada suyo: “Las raposas tienen madrigueras y las aves del cielo, nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar su cabeza”

soporta de nuevo las tentaciones de Satanás en boca de sus enemigos: “Si has salvado a otros, sálvate a ti mismo y creeremos en ti” (Mateo 27, 40).

Tiene sed, y nadie puede mitigar la angustia de su cuerpo deshidratado.

El que es el “agua de“agua vida”, de quevida” sació la sed de las multitudes y se la dio a beber a la samaritana, no encuentra la ayuda caritativa que necesita.

Dice la Escritura que Jesús pronuncia esta palabra “para que se cumpla la Escritura”, lo anunciado por los profetas.

obedece los designios del Padre hasta la muerte.

Tiene sed, porque quiere apurar hasta la última gota la copa que el Padre le ha ofrecido: el cáliz de la amargura, de la nueva y eterna alianza , que será derramada por nosotros para el perdón de los pecados.

Al ser atravesado por la lanza, de su costado sale sangre y agua; muere Jesús y nace la Iglesia.

tiene sed de ti y de mí, de nuestro amor y nuestra entrega.

Tiene sed de ti y de mí, para que le dejemos entrar en nuestra casa y compartir con nosotros el vino de la alegría

Tiene sed de un mundo nuevo, más fraterno y humano, para el que necesita brazos.

Lo que ponía Teresa de Calcuta en labios de Jesús, nos lo podemos aplicar: “Te he seguido a través de los años y siempre te he amado, hasta en tus extravíos”.

“Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os ayudaré”

¿Hasta qué punto somos capaces de responder a su amor?

Mirando a nuestros hermanos en necesidad, comprenderemos mejor las palabras de

En muchos lugares del mundo se carece de agua; la gente bebe de charcos sucios el agua contaminada, que causa numerosas enfermedades y aboca a la muerte a millones de personas.

Podemos paliar su sed, la sed de los pueblos empobrecidos, ayudando a crearles mejores condiciones de vida y de paso, como Jesús con la samaritana, mostrarles la fuente del agua viva.

También necesitamos tener sed de Dios y, como la tierras agostada y sin agua, abrirle el corazón para que lo llene con su presencia.

“Mira que estoy a la puerta llamando: si uno me oye y me abre, entraré en su casa y cenaremos juntos” (Apocalipsis 3, 20).

Texto escrito por: P. Luis Carlos Aparicio Mesones s. m. Presentación realizada por: José Valencia Carrasco Alma Visite el Blog. abatida http: //nieto 1 leamoslabiblia. blogspot. com/ Estamos cualquier en Twitter: @Leamos Queda prohibido cambio o alteración a esta obra en su forma y contenido original PULSAR EL RATÓN PARA SALIR DE LA