Estamos tratando sobre el sacramento del Orden que
Estamos tratando sobre el sacramento del Orden que, como dijimos, es un sacramento social, instituido por Jesucristo para bien de toda la Iglesia. Esto es, porque para aumentar la gracia en la Iglesia, en general, debe haber una institución externa, que realizó Jesús y es el sacerdocio.
Algo se realizaba en el Ant. testamento cuando aquellos sacerdotes ayudaban a ofrecer los diversos sacrificios a Dios. Pero muchos de esos sacerdotes se quedaban sólo en lo externo. Jesucristo sí es el único y verdadero sacerdote, porque es verdadero intermediario.
Jesús es verdadero intermediario entre Dios y los hombres, por ser verdadero Dios y verdadero hombre. Dice la carta a los hebreos que “tenía que parecerse en todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote misericordioso y fiel en lo que a Dios se refiere, y expiar los pecados del pueblo” (2, 17).
La Iglesia como tal ha recibido de Jesucristo este carácter sacerdotal. Esto lo vimos en el Bautismo. Por el Bautismo nos incorporamos a Cristo. Así que su sacerdocio se realiza en la Iglesia, que es como el instrumento de la acción sacerdotal de Cristo Jesús glorificado.
La acción sacerdotal de Jesucristo no es sólo de título abstracto, sino que es parte activa por medio de la predicación de la Palabra y la administración de los sacramentos. Por todo ello la Iglesia es instrumento del Señor en su actividad sacerdotal.
Todos los miembros de la Iglesia están llamados en el bautismo al sacerdocio en cuanto que somos incorporados a Cristo. Y por ello tenemos este carácter y propiedades del sacerdocio universal. Como decía san Pedro en su 1ª carta: “somos pueblo sacerdotal”.
Ser llamados en el bautismo a un sacerdocio universal es lo mismo que ser llamados a la santificación, a ser consagrados a Dios. Todos los bautizados estamos llamados a la santidad, porque todos estamos unidos a Cristo Jesús en el Cuerpo Místico.
Si todos, dentro de la Iglesia, estamos llamados por Dios a este sacerdocio universal, quiere decir que debemos ofrecer sacrificios espirituales santificados por el Espíritu Santo. Esto lo hacemos cuando participamos en el sacrificio de Cristo.
Por eso, como nos dice san Pablo, en este sacrificio debemos entregar la propia vida con toda la realidad corporal para entrar con Cristo y a través de Él en el misterio de la vida gloriosa de Dios.
Y recordando las palabras de san Pedro: “vosotros sois linaje elegido, sacerdocio real, pueblo adquirido por Dios…”, vemos que somos algo muy grande o muy importante, desde el momento del Bautismo.
Y como dice san Pedro en otro lugar, debemos acercarnos a la piedra desechada por los hombres pero piedra elegida a los ojos de Dios. Porque también nosotros somos piedras vivas que vamos entrando a la construcción del templo espiritual, formando un sacerdocio santo unido a Cristo.
Es decir, que en nuestra Iglesia lo más importante y grande es ser piedras vivas unidas a Cristo. Hay sacerdotes externos que no son piedras vivas y hay muchas personas que sin poder sacerdotes externos son piedras vivas. Estos son los que fundamentan el verdadero Cuerpo de Jesús.
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Pueblo reunido,
Renacidos del bautismo, fuente de la salvación.
somos la Iglesia de Dios.
Iglesia en construcción.
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Siguiendo desarrollando esta metáfora, de que nos habla la Sda. Escritura, de que debemos entre todos edificar la casa del Señor, vemos que se necesitan piedras y se necesita armazón. San Pablo nos dirá que los apóstoles son como el cimiento de ese edificio y Cristo es la piedra angular en que descansa toda la edificación.
Entre los fieles hay piedras vivas y hay armazón donde descansan unas piedras con otras. Este armazón necesario sería el sacerdocio especial que está al servicio de la totalidad y está destinado a prestar servicios especiales.
Estos servicios especiales del sacerdocio ministerial serían, entre otros: hablar sobre la palabra de Dios, dar el pan de la Eucaristía y perdonar las ofensas. Todo para servir a la comunidad. Como nos dice san Pablo: la comunidad celebra el sacrificio, pero es a través de miembros de ella que tienen la consagración especial.
En la Sda. Escritura no se llaman “sacerdotes” ni a los presbíteros ni a los obispos, pues habría confusión, ya que la gente estaba acostumbrada a llamar sacerdotes a los que, al estilo del Ant. Testamento, sacrificaban animales sobre los altares.
Por eso los apóstoles, y especialmente san Pablo, habla de “servicios” fundados por Jesucristo para bien de la comunidad. Unos son para cierto tiempo como profetas y evangelistas; y otros son permanentes, como el diaconado, presbiterado y episcopado.
Cuando los “Hechos de los apóstoles” hablan de los presbíteros, la preeminencia no la ponen en la edad o en otra cualidad externa, sino en llevar más vivo en su alma el pensamiento de la eternidad y vivir según ese pensamiento. En cuanto al servicio se fija especialmente en la “Palabra”.
En cuanto a los obispos se fija en la palabra “epíscopo” que significa “vigilante”. Por eso deben estar vigilantes ante la comunidad especialmente sobre la doctrina. E insiste que esa autoridad no proviene por algo propio, sino por la autoridad dada por Jesucristo.
Por lo tanto los constituidos para ello son “ministros de Cristo y administradores de los misterios de Dios” (1 Cor 4). Ellos son los transmisores de la palabra de Dios. Y en nombre de Cristo misericordioso velan por las almas y deben dar cuenta de ellas. Por lo cual están externamente asociados al sacerdocio de Cristo.
Por esta unión tan íntima con el sacerdocio de Cristo, si no en el primer momento, por la confusión que podría llevar, pronto se vio la conveniencia de que debieran llamarse sacerdotes aquellos que representaban de una manera externa la presencia viva de Jesucristo en los principales sacramentos de nuestra fe.
La autoridad dada por Jesucristo quedaba ampliamente representada por la consagración especial que recibían en el sacramento del Orden. Este sacramento era el colofón grandioso a la llamada del Señor para este ministerio especial. A ellos se les podían aplicar las palabras de Jesús: “No me elegisteis vosotros. Fui yo quien os elegí”.
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Tomad y bebed: esta es mi sangre
por habernos dado de tu luz.
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Aunque san Pablo no llama sacerdotes a los presbíteros ni a sí mismo, sin embargo hay algunos indicios. Por ejemplo en I Cor 9 dice que hay una relación de semejanza entre los sacerdotes antiguos y los ministros del Evangelio.
Luego san Pablo, al hablar de sí mismo, aunque no pone la palabra de sacerdote por el riesgo del equívoco, hace una especie de paráfrasis. Dice del ministerio que es una función sacerdotal de algo nuevo. Es ser ministro cultual de Jesucristo para anunciar el Evangelio de Dios y hacer que el sacrificio de los paganos sea agradable a Dios por el Espíritu Santo (Rom 15).
Por lo tanto es un ministerio sacerdotal que está al servicio del sacerdocio de Cristo y al servicio del sacerdocio común. Por eso este servicio dentro de la Iglesia, que tiene relación estrecha con Cristo mediador entre Dios y los hombres, es propio que se llame también sacerdocio.
Al principio en la Iglesia las palabras “presbítero” y “epíscopo”, venían a significar lo mismo. No había diferencia de grados. Pero ya a comienzos del siglo 2º con san Ignacio de Antioquía, cuando la Iglesia se iba ampliando, se vio la necesidad de distinguir grados.
Esto sucedió porque las comunidades grandes iban fundando comunidades pequeñas en lugares apartados donde se quería tener la celebración eucarística. A estos lugares se enviaba un presbítero que seguía dependiendo de la comunidad grande o comunidad “madre”.
Así se fue desarrollando la Iglesia en el sentido jerárquico, que no es lo mismo que en el sentido de la gracia, aunque la ayuda. Porque en la Iglesia siempre debe quedar claro que lo más importante no es la autoridad sino el grado de Gracia, que cada uno tiene y Dios conoce.
Pero, como estamos hechos de parte interna y externa, para que la Iglesia crezca internamente, normalmente se necesita que se evangelice y que haya nuevos sacerdotes que sean enviados, como decía san Pablo.
Para todo esto se necesitaba un rito especial, que era el sacramento del Orden, de lo que ya trataremos el próximo día. Decir sacramento es decir instituido por Jesucristo. Así lo ha tenido siempre la Iglesia y lo formula concretamente el Concilio de Trento.
Por el hecho de recibir la gracia de la ordenación no significa que ya pueda regir una parte del pueblo de Dios, porque necesitará también la jurisdicción; pero ya tiene lo principal, participar del sacerdocio de Cristo, sobre todo si sabe responder con humildad a la llamada del Señor.
Señor, no soy nada ¿Porqué me has llamado? Automático
¿Porqué te has fijado en mi?
Me has seducido, Señor.
Con tu mirada me has hablado al corazón y me has querido.
Es imposible conocerte y no amarte.
Es imposible amarte y no seguirte.
Me has seducido, Señor.
Como María, pobre y sencilla, le siguió. AMÉN
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