Esa maana Martha recibi la noticia de que
Esa mañana Martha recibió la noticia de que iba a tener un bebé. Salió de la consulta del médico como en las nubes. Miró a su alrededor y todo le pareció hermoso, sintió el aire más puro, vio los árboles más frondosos, el cielo más azul… La alegría de su corazón era tan grande, que no podía evitar caminar con una sonrisa en los labios.
Llegó a su casa y preparó una cena especial para su esposo, quería adecuar el ambiente para darle la gran noticia. Cuando llegó, esperó a que cenara y entonces se lo dijo. Los minutos que siguieron fueron de inmensa alegría. Lágrimas de felicidad asomaron a los ojos de ambos y se unieron en un amoroso y estrecho abrazo.
Comenzaron los preparativos para recibir al bebé. Sufrió todas las incomodidades de los primeros tres meses, los mareos, las náuseas, etc. Su cuerpo fue cambiando, sentía los movimientos de ese nuevo ser y se sentía rebosante de amor y felicidad. A medida de que pasaba el tiempo, se le hacía más pesado el andar, su vientre se ponía enorme, pero eso tampoco le importaba.
Y llegó el momento esperado. Fue como a las dos de la mañana cuando empezó a sentir que se acercaba el gran acontecimiento. No le temía al dolor, estaba dispuesta a padecer lo necesario para que su bebé naciera. Al paso de las horas, los dolores se hacían más intensos. En su habitación de la clínica, esperaba paciente, encogiéndose en cada contracción.
Llegó el momento en que sintió que ya no podía aguantar más, sentía la necesidad de gritar. Nunca se imaginó qué dolor tan grande era ese. Las palabras cariñosas de su esposo no tenían ningún efecto en ella. Trató de no pensar en ese dolor insoportable y pensó en su madre, ¡cómo debió haber sufrido al momento de tenerla!.
Ahora consideraba a su madre y la admiraba por su valentía al haber tenido cinco hijos. Se avergonzaba de las veces que le había faltado el respeto y de las veces que al verla cansada no le había ofrecido su ayuda. Muchas veces su madre le había pedido que la ayudara y ella se había negado, diciéndole: “tengo mucho que estudiar”, pero se iba a su cuarto a escuchar música.
Ahora comprendía todo lo que sufren las madres para dar a luz a sus hijos y después cuántos sacrificios hacen por ellos, sin embargo ¿cómo corresponden algunos hijos? Se avergonzaba al recordar lo insolente y desconsiderada que había sido con ella. No quería que ese hijo que estaba por nacer fuese a hacer lo mismo con ella al crecer.
La llevaron a la sala de partos y unos minutos después tenía a su hijo en brazos. El dolor se había esfumado, solo sentía una felicidad indescriptible por ese lindo bebé que Dios le había dado. La llevaron a su habitación, allí la esperaban su esposo, su madre y sus hermanos, además de sus suegros. Después de las felicitaciones y muestras de cariño de todos, solicitó quedarse a solas con su madre.
Cuando quedaron solas, no pudo evitar que salieran lágrimas de arrepentimiento de sus ojos y le dijo: “Mamá, yo quiero pedirte perdón porque no he sido una buena hija, no te he valorado ni te he correspondido como tú te lo mereces. Ahora sé todo lo que tú sufriste para darme la vida, pero no hablo del dolor físico solamente, tú has sufrido por mí también otra clase de dolor que es peor que el dolor físico, el dolor de la indiferencia de una hija por la cual lo diste todo.
Me diste tu cuerpo para que me sirviera de refugio mientras me estaba formando, luego ese mismo cuerpo tuyo me alimentó para que permaneciera viva, después me diste tus horas de descanso cuando yo lloraba, ¡cuántas noches pasaste en vela para cuidarme mamá cuando yo enfermaba y nunca escuché que te quejaras!, ¡cuántos días y noches dedicados a mí y a mis hermanos y nunca lo aprecié! …
Pensaba que era tu obligación, pero ahora sé que no lo hacías por obligación, sino por amor, ese amor tan grande e incondicional que siente una madre por sus hijos desde antes de darlos a luz” - Ambas se abrazaron como desde hacía tiempo no lo hacían y luego miraron hacia la cuna, ¡realmente ese bebé había traído gran bendición a sus vidas!
Trata a tu madre como quisieras que tus hijos te trataran a ti. Trátala con respeto, con cariño, sé amable, no le hables golpeado. Piensa que un día fuiste un pequeño bebé que dependió totalmente de ella y te cuidó, te alimentó, te mimó…ella era tu mundo, tu todo!
Ahora que eres independiente y ella está vieja y cansada, tal vez piensas que ya no la necesitas, pero no la menosprecies, ¡ella es esa misma mujer que te dio la vida hace… años atrás, la misma que te alimentó, te cuidó y te cambió los pañales, cuando tú aún no eras capaz de hacer nada!
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