El portero del prostbulo 108 seg M Escobar
“El portero del prostíbulo” 108 seg. (M. Escobar) Miguel-A.
No había peor oficio en el pueblo que ser portero del prostíbulo. ¿Pero qué otra cosa podría hacer aquel hombre? De hecho, nunca había aprendido a leer ni a escribir. Tampoco tenía ninguna otra actividad, ni oficio. Un día, se hizo cargo del prostíbulo un joven creativo y emprendedor, y decidió modernizar el negocio. Citó al personal para dar las nuevas instrucciones. Al portero, le asignó, además de estar en la puerta, preparar un informe semanal registrando la cantidad de personas entrantes, con sus comentarios y sugerencias sobre la calidad del servicio.
- ¡Me encantaría complacerlo, señor! -respondió el portero-, pero no sé leer ni escribir. - ¡¿Cómo? ! ¡Cuánto lo siento!, pero tendré que prescindir de sus servicios. - Pero señor, usted no me puede despedir. . . ¡he trabajado en esto toda mi vida!. - Lo comprendo, pero no puedo hacer nada. Le daremos una indemnización hasta que encuentre otro empleo. ¡Lo siento!.
El portero sintió que el mundo se le derrumbaba. ¿Qué hacer? Recordó que, en el prostíbulo, cuando se rompía una silla o una mesa, lograba arreglarlas. Pensó que ésa podría ser una ocupación transitoria, hasta conseguir un empleo. . . Pero apenas contaba con herramientas. Entonces pensó que usaría el dinero de la indemnización para comprar una caja de herramientas. Como en el pueblo no había ninguna ferretería, debía viajar dos días en mula para ir a la ciudad más cercana a realizar la compra. Y emprendió la marcha.
A su regreso, su vecino llamó a su puerta. - ¡Hola! ¿Vengo a ver si tiene un martillo para prestarme? . - Sí. Lo compré ayer, pero lo necesito para trabajar. ¡Como me he quedado sin empleo!. - Bueno, pero yo se lo devolvería mañana temprano. A la mañana siguiente, el vecino llamó la puerta diciendo que aún necesitaba el martillo, que se lo vendiera. . . Él le pagaría los días, de ida y vuelta hasta la ferretería, más el precio del martillo.
Realmente, esto le daba trabajo por cuatro días. Y aceptó. Volvió a montar en su mula, y fue hasta la ferretería. A su regreso, otro vecino lo esperaba en la puerta de su casa para comprarle otras herramientas diciendo que estaba dispuesto a pagarle sus cuatro días de viaje, mas una pequeña ganancia. El exportero abrió su caja de herramientas, y su vecino eligió comprarle unas tenazas, un destornillador, un martillo, y un cincel.
Recordaba las palabras escuchadas: “¡No dispongo de cuatro días para comprar!”. Si esto era cierto, mucha gente podría necesitar que él viajara para traer herramientas. En el viaje siguiente, arriesgó un poco más de dinero, trayendo más herramientas. La voz empezó a correr por el pueblo. Y muchos compraron. Una vez por semana, el ahora corredor de herramientas, viajaba y compraba lo que necesitaban sus clientes. Con el tiempo, abrió una ferretería en el pueblo.
Todos estaban contentos y compraban en su negocio. Ya no viajaba. Los fabricantes le enviaban sus pedidos. Un día, se le ocurrió que su amigo el tornero, podría fabricarle las cabezas de los martillos. . . y luego, las tenazas. . . las pinzas. . . los cinceles. . y, más tarde, los clavos y los tornillos. En diez años, aquel hombre se transformó en millonario con su trabajo como fabricante de herramientas.
Un día decidió realizar una donación para construir una escuela en el pueblo. En el acto de inauguración, el alcalde le entregó las llaves de la ciudad, y le dijo: - Con orgullo y gratitud, le pedimos nos conceda el honor de firmar en la primera hoja del libro de actas de esta nueva escuela. - Sería un honor para mí -contestó -. Nada me gustaría más, pero no se leer ni escribir. - ¿Usted? -dijo el alcalde, extrañado-. ¿Usted ha construido un imperio industrial sin saber leer ni escribir? ¿Qué hubiera sido de usted de haber sabido leer y escribir? .
- Yo se lo puedo contestar respondió el hombre con calma-. Si hubiera sabido leer y escribir, sería el portero del prostíbulo. MORALEJA: Generalmente los cambios son vistos como adversidades. Las adversidades encierran bendiciones. Las crisis están llenas de oportunidades. Cambiar puede ser una buena opción: A fin y al cabo, “¡una patada en el trasero siempre implica un paso hacia delante!“.
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