CONDUCIR EN LO GRANDE Y LO PEQUEO Boletn
CONDUCIR EN LO GRANDE Y LO PEQUEÑO Boletín Espiritual 73. Jorge M. Bergoglio - 1981
Introducción El así llamado “elogio sepulcral” ignaciano logra una síntesis feliz acerca de la actitud del corazón tanto en lo grande como en lo pequeño: “Non coerceri a máximo, contineri tamen a minimo, divinum est”. Para completar el panorama sería oportuno recordar la regla de conducción de Juan XXIII: videre, multa disimulare, pauca corrigere”, “Omnia donde parecería que el “omnia”, lo aparentemente grande pasa a ser lo menos importante, porque no parece necesario corregirlo ahora y lo aparentemnte pequeño, el “pauca” resultaría lo de mayor trascendencia, pues a ello se aboca primariamente la acción de quien conduce.
CONSECUENCIA PRIMARIA A la luz de estas reflexiones iniciales se puede uno plantear la pregunta más amplia acerca del modo de actuar, en la conducción, frente a lo grande y frente a lo pequeño, y cómo ha de ser encarado en la conducción de todos los días. No se nos escapa el mal que puede hacer a una institución tanto el el cotidiano desmadrarse de los cauces. detallismo que oprime como
FUNDAMENTO “La ambigüedad de la vida sólo se la rescata, para Dios, por medio del discernimiento, buscando siempre, y en cada caso, lo que más conduce, que no siempre se identifica con el todo, o con lo grande o con lo pequeño. ” San Ignacio de Loyola
Y EN EL DÍA A DÍA… Lo grande y lo pequeño, en una institución y –especialmente- n el conductor de ella, adquiere por momentos la explicitación vivencial de debilidad y fortaleza: lo débil y lo fuerte. Un engaño frecuente es ser débil donde uno tiene que ser fuerte y viceversa. Hay una debilidad buena y una debilidad mala. Hay una fuerza buena y una fuerza mala. Un conductor conoce a diario la tentación de conjugar mal esta realidad de la fuerza y la debilidad, ya en si mismo ya en los miembros de la Institución. El resultado será siempre el contrario al de Dios: quebrar la caña cascada y apagar la promesa, que conlleva todo rescoldo, de convertirse en fuego.
OTRA APROXIMACIÓN Lo “pequeño” y lo “grande”, lo “débil” y lo “fuerte”, son tratados por San Ignacio no en una cosmovisión funcionalista sino en la concepción espiritual de la vida. Las seducciones de reducir estas cosas de visión sobrenatural a otras dimensiones son cotidianas. Sólo la sabiduría del discernimiento. De lo anterior se puede colegir que lo pequeño y lo grande no es algo que adquiera dicha valoración en sí mismo, sino en referencia al crecimiento de la Institución. Toca al discernimiento recortar los perfiles de las cosas grandes (aunque parezcan pequeñas) para corregirlas, y de las pequeñas (aunque parezcan grandes) para disimularlas. Los valores pueden confirmarse o trastocarse, pero esto solamente en función del crecimiento del cuerpo.
CRITERIOS DE ACCIÓN Vistas así las cosas, cabe preguntarse por los criterios de acción que un Superior ha de tener, mirando al crecimiento del cuerpo que preside. Mas en concreto a los criterios de corrección. Un principio fundamental podría expresarse así: No exigir ni más ni menos que lo necesario, y exigirlo en el “Kairos”, es decir, en el momento en el cual esa exigencia puede transformarse en gracia. Para que haya un orden es necesario saber captar los límites de las personas y de los grupos, y ayudar a ambos (personas y grupos) se vayan formulando las cosas como proyectos que sean viables. Es de capital importancia para conducir un crecimiento en orden, respetar las fuerzas de reserva de toda la institución y de sus miembros. No maltratar los límites como le es propio a la agresión del idealismo.
CRITERIOS DE ACCIÓN - continuación Si se maltrata un límite, se maltrata la posibilidad de seguir progresando, se maltrata el proceso. Para quien conduce, y en cualquier etapa de la conducción (incluso en la objetivación del problema) es sabiduría saberse mover entre la expresión de cariño y el poner los límites de corrección. Nunca un límite puesto debe estar cerrado en sí mismo, absolutizado, sino que debe tener siempre una apertura al horizonte del amor, que en definitiva será el buen espíritu quien nos mueva. Aún en los límites dolorosos ha de buscarse quien resulte limitado sienta – al menos implícitamente y en esperanza – el anuncio de algo mayor que un tope a su conducta, y que ahora no puede comprender. Simplificando: se maltrata un límite cuando se ponen límites cerrados en sí mismos. Esperar.
IMAGEN DE LA FORTALEZA La conjunción entre el “poner límites” y “esperar”, es lo que da imagen de fortaleza a quien conduce una Institución. Y si bien en una tipología infantilista tendemos más a identificar el poner límites con fortaleza y el esperara con debilidad, esto ya no resultaría adecuado desde la perspectiva de madurez, porque toda espera se gesta con fortaleza y la calidez paternal sabe inventar sabiamente el modo de poner límites. La figura de un conductor que no teme poner los límites y a la vez se abandona a la dinámica de la esperanza expresada en la espera, es la imagen de un hombre fuerte que conduce algo que no le es propio. De aquí el especial cuidado de un conductor en no quebrar a nadie ni quebrar un grupo. La quiebra puede venir por acentuar en demasía, por exigir unilateralmente y fuera de contexto, como también por no respetar los límites que deben ponerse, provocar el desencuadre y, en este caso, se quiebra por dispersión.
RASGOS DE LA IMAGEN DEL CONDUCTOR Quien conduce debe ser una persona que abrace los problemas. Que no se avergüence de sus colaboradores y sus posibilidades. Respecto de lo primero, el trabajo de cada miembro de la Institución debe ser asumido y amado como propio por e conductor, por eso mismo los problemas lo abordan. Quizá la gracia que debe pedir y esperar con humildad es llegar a querer los problemas de los colaboradores y, lo que es más difícil aún, a los colaboradores problemáticos. Respecto de lo segundo, el conductor está llamado a valorar los gestos, aún los más pequeños, de sus colaboradores. Con esto no quiero decir que quien conduce tenga que ser coleccionista de miniaturas, ni que convirtamos las instituciones en un grupo de pusilánimes conformistas. Se valora lo pequeño desde los grandes horizontes, y desde allí animar al crecimiento.
ASPECTOS DEL MODO DE PROCEDER DEL CONDUCTOR Cuidado por la edificación en los prójimos. El primer paso para edificar a los demás es aprender a edificarnos de ellos y descubrir lo bueno que tienen y cómo eso bueno puede redundar en el bien de la Institución. Siguiendo este camino se aprende a ser delicado e industrioso sin herir, haciendo sentir bien a aquel con quien habla y provocando en él el deseo de hacer crecer las virtudes.
ASPECTOS DEL MODO DE PROCEDER DEL CONDUCTOR Factor de unidad. Mirar la buena fama y reputación de los colaboradores. De dos maneras: hablando siempre bien de ellos y mostrando el concepto bueno que se tiene de ellos y no descubriendo las faltas de nadie sino cuando existe precisa necesidad de consultar algo para remediarlo.
ASPECTOS DEL MODO DE PROCEDER DEL CONDUCTOR La humildad. Es necesario vencer el temor, no haciendo caso de la pobreza, incomodidades, injurias y afrentas, ni exasperarse o concebir odio contra las personas que nos contradicen. Hay que guardare de dos rocas peligrosas en esta navegación: la soberbia y la vana presunción de nosotros mismos, acometiendo cosas muy arduas y desproporcionadas a nuestras fuerzas y la otra de la pusilanimidad y desconfianza en los trabajos y dificultades que se ofrecen cuando no suceden las cosas como deseamos y pensamos. Arrancar la ambición.
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