Ciclo B Domingo XIX del Tiempo Ordinario Yo
Ciclo B Domingo XIX del Tiempo Ordinario «Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo»
Primera Lectura I Reyes 19, 4 -8 4 Luego caminó un día entero por el desierto, y al final se sentó bajo una retama. Entonces se deseó la muerte y exclamó: «¡Basta ya, Señor! ¡Quítame la vida, porque yo no valgo más que mis padres!» . 5 Se acostó y se quedó dormido bajo la retama. Pero un ángel lo tocó y le dijo: «¡Levántate, come!» . 6 El miró y vio que había a su cabecera una galleta cocida sobre piedras calientes y un jarro de agua. Comió, bebió y se acostó de nuevo. 7 Pero el Ángel del Señor volvió otra vez, lo tocó y le dijo: «¡Levántate, come, porque todavía te queda mucho por caminar!» . 8 Elías se levantó, comió y bebió, y fortalecido por ese alimento caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta la montaña de Dios, el Horeb. Palabra de Dios Te alabamos Señor
«Con la fuerza de aquel alimento caminó hasta el monte de Dios» Después del dramático encuentro con los profetas de Baal en el monte Carmelo, donde éstos acabaron trágicamente, Elías teme por su vida. El pueblo había deseado un signo. Elías lo había dado. El Señor que él predicaba había mostrado ser el único Señor. No obstante, Jezabel, esposa del monarca, pagana y propulsora del culto pagano en Israel, le ha jurado odio eterno y le persigue a muerte.
Elías huye de Jezabel y se encamina hacia Horeb, hacia el Monte del Señor. Pero la huida se convierte en una peregrinación religiosa. No se dirige a Jerusalén, templo elegido por Dios y lugar de peregrinación de Judá. Elías vuelve a las fuentes de su religión: al desierto, al lugar del encuentro con Dios. El camino es largo y penoso - cuarenta días y cuarenta noches -.
A Elías le pesa la profesión; desea la muerte. Todo es difícil en su vida. Las angustias le agobian demasiado. Pero Dios lo ha reservado para edificación de su pueblo; de él debe surgir un resto que le sea fiel. Elías debe caminar. Dios sale al paso de la necesidad más perentoria: hambre, sed, cansancio. Una retama, un jarro de agua, pan. Por dos veces experimenta Elías la providencia especial de Dios. Aquel pan lo confortará para el camino… hasta el monte del Señor.
Salmo 34(33) 2 -3. 4 -5. 6 -7. 8 -9 2 Bendeciré al Señor en todo tiempo, su alabanza estará siempre en mis labios. 3 Mi alma se gloría en el Señor; que lo oigan los humildes y se alegren. 4 Glorifiquen conmigo al Señor, alabemos su Nombre todos juntos. 5 Busqué al Señor: él me respondió y me libró de todos mis temores. 6 Miren hacia él y quedarán resplandecientes, y sus rostros no se avergonzarán. 7 Este pobre hombre invocó al Señor: él lo escuchó y los salvó de sus angustias. 8 El Ángel del Señor acampa en torno de sus fieles, y los libra. 9 ¡Gusten y vean qué bueno es el Señor! ¡Felices los que en él se refugian!
«Gustad y ved qué bueno es el Señor» Salmo de acción de gracias con abundantes consideraciones sapienciales. El beneficio recibido, motiva la acción de gracias en forma de alabanza. La alabanza viene con una exhortación, a seguir el camino que conduce a la «bendición» .
La verdad fundamental de estas enseñanzas, que el autor ha experimentado en su propia carne, es la benévola y extraordinaria providencia de Dios sobre los que acuden a él. Las máximas «los que buscan al Señor, no carecen de nada» , «el Señor salva al afligido de su angustia» , «el ángel del Señor acampa en torno a sus fieles» , «contempladlo y quedaréis radiantes» , «vuestro rostro no se avergonzará» , son suficientemente expresivas.
Segunda Lectura Efesios 4, 30 -32. 5, 1 -2 4, 30 No entristezcan al Espíritu Santo de Dios, que los ha marcado con un sello para el día de la redención. 31 Eviten la amargura, los arrebatos, la ira, los gritos, los insultos y toda clase de maldad. 32 Por el contrario, sean mutuamente buenos y compasivos, perdonándose los unos a los otros como Dios los ha perdonado en Cristo. 5, 1 Traten de imitar a Dios, como hijos suyos muy queridos. 2 Practiquen el amor, a ejemplo de Cristo, que nos amó y se entregó por nosotros, como ofrenda y sacrificio agradable a Dios. Palabra de Dios Te alabamos Señor
«Vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros» Una exhortación típicamente «cristiana» . Hemos de ser «imitadores» de Dios. Al fin y al cabo somos, por definición, imagen suya. Hemos de ser «imitadores» de Dios como «hijos queridos» misteriosamente de forma inefable, como lo expresa el «amor» de Cristo que se entregó por nosotros.
El misterio de Cristo - sacrificio y oblación -, expresión del maravilloso amor de Dios a los hombres, es la raíz y causa formal de la imitación cristiana. Dios nos amó así. Así debemos amarlo nosotros. Nuestra vida ha de ser una imitación de Dios, una imitación de Cristo. Así Cristo, así nosotros. La vida cristiana recibe también la impronta del misterio trinitario: «imitadores» de Dios como Cristo nos «amó» , marcados por el Espíritu Santo.
Lectura del Santo Evangelio Juan 6, 41 -51 41 Los judíos murmuraban de él, porque había dicho: «Yo soy el pan bajado del cielo» . 42 Y decían: «¿Acaso este no es Jesús, el hijo de José? Nosotros conocemos a su padre y a su madres. ¿Cómo puede decir ahora: «Yo he bajado del cielo» ? 43 Jesús tomó la palabra y les dijo: «No murmuren entre ustedes. 44 Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió; y yo lo resucitaré en el último día. 45 Está escrito en el libro de los Profetas: "Todos serán instruidos por Dios". Todo el que oyó al Padre y recibe su enseñanza, viene a mí. 46 Nadie ha visto nunca al Padre, sino el que viene de Dios: sólo él ha visto al Padre. 47 Les aseguro que el que cree, tiene Vida eterna. 48 Yo soy el pan de Vida. 49 Sus padres, en el desierto, comieron el maná y murieron. 50 Pero este es el pan que desciende del cielo, para que aquel que lo coma no muera. Palabra de Dios Gloria a Ti, Señor Jesús 51 Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo» .
«Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo» Continúa el discurso de Jesús, llamado eucarístico. Jesús ha afirmado categóricamente: «Yo soy el Pan bajado del cielo» . Apunta, a su transcendencia, un ser «superior» con prerrogativas que tocan lo divino. La misma expresión «Yo soy» evoca el hablar propio de Dios en el A. Testamento.
La misma «exaltación» del Hijo del Hombre, manifestación estupenda de la sabiduría y del poder de Dios, será para unos escándalo, para otros irrisión. La carne pues, que ha tomado el Verbo, transparencia de lo divino, es para estos judíos un obstáculo. Jesús responde a esta situación fundamental. Para ver hacen luz nueva que viene de Dios ya lo había anunciado por los profetas, va a convertirse en Maestro, va a iluminar las mentes y a atraer los corazones.
Los oyentes de Jesús dan muestras de insensibilidad y de cerrazón a lo divino. No ven más allá de lo que sus ojos de carne puedan apreciar. La acción de Dios no ha logrado cambiarlos. Por lo visto se han cerrado. El hombre no puede con sus solas fuerzas alcanzar a Cristo; necesita ayuda de lo alto. Aquellos oyentes no tienen una «experiencia» directa e inmediata de Dios: Nadie ha visto a Dios. El único, el Hijo. El Hijo ha venido del Padre y puede hablarnos de él.
El Hijo posee la vida eterna. Sólo el Hijo pertenece a la divinidad. Sólo él puede comunicarnos la vida eterna. El hijo es el único Mediador. En el fondo estamos tocando el misterio de la Encarnación. Al hablar Jesús de su carne está aludiendo a ella de forma muy concreta: La Eucaristía. Jesús, Verbo encarnado, muerto y resucitado por nosotros, se ofrece a los hombres como Alimento indispensable de vida eterna. Se precisa la fe: misterio de fe.
Gracias Señor por tu Palabra purificadora, que ilumina, alimenta, enriquece, alegra, consuela y compromete. Concédenos vivir conforme a ella.
PAN VIVO, EN UN MUNDO MUERTO Eres pan vivo, Señor, y quien te recibe, vive eternamente quien te recibe, cree y espera quien te come, ama y se entrega quien te comulga, perdona y olvida Fortaleces, con tu pan, al que hambriento de otros panes cae bajo el peso de su propia debilidad. Nos sacias, Señor, con tu ternura y, cuando falla el calor humano, te haces encuentro, caricia, abrazo, respuesta y amor entregado Eres pan vivo, Señor, en un mundo que, creyéndose seguro, es zarandeado al viento de su propio egoísmo. Eres pan vivo, Señor, que, cuando se recibe con fe, produce el milagro del amor sin farsa el milagro de la fe sin fisuras el milagro de las manos abiertas el milagro de darse sin agotarse Eres pan vivo, Señor; ayúdame a responderte con mi fe enséñame a ver más allá de mi mismo condúceme hasta tu regazo para que, allá donde yo vaya, siempre contigo me encuentre. Y, cuando yo crea sentirme demasiado vivo, haz que, con tu pan, comprenda que el mundo está demasiado muerto cuando es incapaz de reconocerte como el pan vivo y verdadero sustento. Oración: P. Javier Leoz Amén.
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