Ciclo B Domingo VI del Tiempo Ordinario Su
Ciclo B Domingo VI del Tiempo Ordinario «Su recompensa será grande en el Cielo»
Primera Lectura Jeremías 17, 5 -8 5 Así habla el Señor: ¡Maldito el hombre que confía en el hombre y busca su apoyo en la carne, mientras su corazón se aparta del Señor! 6 El es como un matorral en la estepa que no ve llegar la felicidad; habita en la aridez del desierto, en una tierra salobre e inhóspita. 7 ¡Bendito el hombre que confía en el Señor y en él tiene puesta su confianza! 8 El es como un árbol plantado al borde de las aguas, que extiende sus raíces hacia la corriente; no teme cuando llega el calor y su follaje se mantiene frondoso; no se inquieta en un año de sequía y nunca deja de dar fruto. Palabra de Dios Te alabamos Señor
«Bendito quien confía en el Señor» El hombre, que busca en el hombre su fuerza y pone en él su confianza, es guiado por su propio capricho, por su propia avidez, siempre al margen del poder y del saber divinos. Es el hombre rastrero, el hombre de aspiraciones estrechas. Todo nace y muere con el hombre.
Orienta toda la vida en esa dirección. Se hará inhumano, egoísta, injusto y malo. Es el hombre que trata de regirse exclusivamente a sí mismo y para sí mismo, sin tener en cuenta otra cosa que su propio placer. La sentencia la lleva él mismo dentro de sí. No irá muy lejos. El terreno que pisa es salitroso e infecundo. Morirá de sed y falto de consistencia. Al fin y al cabo es él tierra seca (Adán). Su destino es la muerte. ¡Pobre de él!
Otra cosa es poner en Dios la esperanza. Entonces las palabras de Dios son la norma de las acciones. El hombre que se apoya en Dios no fracasará; tiene un buen fundamento. El edificio está construido sobre roca. Nadie podrá contra él. Vivirá siempre. Precisamente lleva dentro de sí el Espíritu de vida que lo supera todo. Ese Espíritu no muere, como muere la carne. Ese hombre camina al lado de Dios. Sus ojos ven lo que ven los de Dios, su voluntad quiere lo que la de Dios quiere, su deseo alcanzará lo que Dios ya posee.
Salmo 1, 1 -4, 6 1 ¡Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos, ni en la senda de los pecadores se detiene, ni en el banco de los burlones se sienta, 2 mas se complace en la ley de Yahveh, su ley susurra día y noche! 3 Es como un árbol plantado junto a corrientes de agua, que da a su tiempo el fruto, y jamás se amustia su follaje; todo lo que hace sale bien. 4 ¡No así los impíos, no así! Que ellos son como paja que se lleva el viento. 6 Porque Yahveh conoce el camino de los justos, pero el camino de los impíos se pierde.
«Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor» Es el salmo primero del salterio. Es como el pórtico. Tras él dos caminos que puede uno seguir: el primero, junto a Dios, conduce a la salvación; el segundo, opuesto a El, lleva a la perdición. La bendición y la maldición acompañan a uno y a otro.
Vuelve la imagen del árbol frondoso junto a las aguas para el primero; la paja que el viento arroja y el fuego quema para el segundo. La esperanza viva en Dios lleva a la vida. La desobediencia a su voluntad, a la muerte. ¿Cuál es nuestra conducta? ¿Dónde está nuestra esperanza? ¿Nos arrastramos o volamos? La bendición y la maldición se ciernen sobre nuestras cabezas; una como promesa, otra como amenaza.
Segunda Lectura 1 Co 15, 12. 16 -20 12 Si se anuncia que Cristo resucitó de entre los muertos, ¿cómo algunos de ustedes afirman que los muertos no resucitan? 16 Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó. 17 Y si Cristo no resucitó, la fe de ustedes es inútil y sus pecados no han sido perdonados. 18 En consecuencia, los que murieron con la fe en Cristo han perecido para siempre. 19 Si nosotros hemos puesto nuestra esperanza en Cristo solamente para esta vida, seríamos los hombres más dignos de lástima. 20 Pero no, Cristo resucitó de entre los muertos, el primero de todos. Palabra de Dios Te alabamos Señor
«Cristo resucitó de entre los muertos como primicias de los que durmieron» La Resurrección de Cristo ha puesto en movimiento un mundo nuevo. Todos los seres están orientados a él. Si su Espíritu habita en nosotros, ese mismo Espíritu nos volverá a la vida de forma maravillosa. El Espíritu nos viene de él. La fe es ya el comienzo.
Cristo ha resucitado. Es un hecho que se ha impuesto por propia fuerza. De ello dan testimonio los apóstoles con la fuerza del Espíritu Santo. Ellos lo han visto. También Pablo. Y no es otra su misión que anunciarlo al mundo entero. Cristo resucitado es el centro de la nueva creación. Toda la creación recobra en él su sentido. Cristo es el primer resucitado. Otros seguirán después de él. Así es el plan de Dios. Cristo resucitado reunirá a muchos en torno a sí.
Somos su templo; templo de Dios por tanto. Así de hermoso es el edificio delineado por Pablo, edificio que se remonta a Cristo. La vida cristiana no es un puro romanticismo. Tiene una fe sólida y bien fundada y una esperanza bien concreta. Merece vivirla. Es un serio compromiso, coronado con una gloria eterna.
Lectura del Santo Evangelio Lc: 6, 17. 20 -26 17 Bajando con ellos se detuvo en un paraje llano; había una gran multitud de discípulos suyos y gran muchedumbre del pueblo, de toda Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón, 20 Y él, alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: «Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios. 21 Bienaventurados los que tenéis hambre ahora, porque seréis saciados. Bienaventurados los que lloráis ahora, porque reiréis. 22 Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os injurien y proscriban vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del hombre. 23 Alegraos ese día y saltad de gozo, que vuestra recompensa será grande en el cielo. Pues de ese modo trataban sus padres a los profetas. Palabra de Dios Gloria a Ti, Señor Jesús 24 «Pero ¡Ay de vosotros, los ricos!, porque habéis recibido vuestro consuelo. 25 ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis hartos!, porque tendréis hambre. ¡Ay de los que reís ahora!, porque tendréis aflicción y llanto. 26 ¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!, pues de ese modo trataban sus padres a los falsos profetas.
«Su recompensa será grande en el Cielo» “Maldito” y “bendito” son categorías que definen dos maneras de vivir, ya sea en este mundo o también después de esta vida. Es calificado como “maldito” quien marginando totalmente a Dios se fía de su propio ingenio, de su capacidad y de sus solas fuerzas, o de las de otros.
Se hace “maldito” quien espera encontrar su seguridad y significación en lo pasajero, en la vanidad del mundo, quien busca en sí mismo su grandeza y su realización. Se torna en un “maldito” porque en su egocentrismo se hace a sí mismo dios cuando no lo es. En este proceso de rechazo de Dios y de endiosamiento de sí mismo trae sobre sí es la aridez del espíritu, el sinsentido de su existencia, el corazón vacío, solo, y dividido que lleva inexorablemente al ser humano a su propia destrucción, a su muerte.
“Bendito” en cambio es aquél que confiando en Dios entra en contacto con la fuente de su vida, de su amor y felicidad. El ser humano, porque es criatura de Dios, no puede vivir sin Dios. Sólo en Dios puede realizarse, llegar a ser quien está llamado a ser, llegar a amar como está llamado a amar. Al reconocer humildemente esta dependencia, su ser permanece en Dios, se abre a su fuerza y amor divino, y se despliega poco hasta alcanzar su plenitud humana. Es entonces cuando la persona encuentra su máxima felicidad o bienaventuranza.
Gracias Señor por tu Palabra purificadora, que ilumina, alimenta, enriquece, alegra, consuela y compromete. Concédenos vivir conforme a ella.
MI CONFIANZA ERES TU, SEÑOR Frente a la riqueza que todo lo invade, dame tu pobreza que todo lo enriquece. Que mi confianza, Señor, seas Tú. Frente a los manjares que el mundo me ofrece dame el hambre de Ti para no perderte. Que mi riqueza, Señor, seas Tú. Antes que la alegría en sonrisas fingidas da a mis ojos lágrimas y pena con los que lloran. Que mi alimento, Señor, seas Tú. Antes que cobardía frente a los que me insultan dame valentía y perseverancia en tu camino. Antes que deseos de poder y de apariencia dame humildad y saber siempre estar de tu lado. Antes que vanidad o ansias de aplausos dame la satisfacción de ser tu amigo. Oración: P. Javier Leoz Que mi alegría, Señor, seas Tú. Que mi fortaleza, Señor, seas Tú. Que mi horizontes, Señor, ahora y siempre seas tú. Amen.
http: //siembra-conmigo-oficial. blogspot. com. ar/ Servicio Gratuito con Fines Educativos
- Slides: 20