CELEBRAda cantada y participada LA QU ES LA
CELEBRAda, cantada y participada LA
¿QUÉ ES LA
LA CELEBRACIÓN DE LA Liturgia… Celebración comunitaria de la fe, en la que los creyentes unidos a toda la Iglesia, nos encontramos con Dios, que se hace presente entre nosotros, y actualiza, renueva, y prolonga, los maravillosos acontecimientos de nuestra salvación.
«Con razón se considera la liturgia como el ejercicio de la función sacerdotal de Jesucristo en la que, mediante signos sensibles, se significa y se realiza, según el modo propio de cada uno, la santificación del hombre y, así, el Cuerpo místico de Cristo, esto es, la Cabeza y sus miembros, ejerce el culto público integral. Por ello, toda celebración litúrgica, como obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia cuya eficacia, con el mismo título y en el mismo grado, no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia» (SC 7).
En la liturgia, la Iglesia celebra principalmente el misterio pascual por el que Cristo realizó la obra de nuestra salvación. (CIC 1067)
La liturgia es también participación en la oración de Cristo, dirigida al Padre en el Espíritu Santo. En ella toda oración cristiana encuentra su fuente y su término. (CIC 1073)
En la liturgia se actualiza la obra de la redención y, el Cristo Total, cabeza y miembros, da culto perfecto a Dios y en ella los hombres reciben la salvación. La liturgia es, por tanto, un acto cúltico, es un acto de alabanza y de glorificación. Así, la liturgia es oración, y por ello celebrar correctamente es entrar en un ambiente de misterio, en un ambiente en el que Dios actúa y hace presente su obra de redención. En la liturgia Dios está presente y obra, santifica y salva. En la liturgia Dios es el protagonista: “Por tanto, nada se anteponga a la obra de Dios”. (Benito De Nursia)
Una recta participación en la liturgia implica también entrar en la oración de Jesús es quien en oración se entrega totalmente al Padre y así le da gloria, así lo glorifica y es glorificado. Jesús no busca su gloria, pero como la gloria del Padre y la suya son una sola, con su entrega en oración el Padre es glorificado y, así también Él. Y el acto más pleno y perfecto de oración, de adoración y glorificación del Padre se da en la entrega total del Hijo por amor al Padre y a la humanidad en el calvario, en el madero de la cruz.
Y este acto de oración, de adoración y glorificación perfecta del Padre por medio del Hijo en el Espíritu Santo, por el cual todos los hombres somos salvados y santificados, El Señor Jesús se lo confió a la Iglesia para que pueda seguir siendo contemporáneo a todas las generaciones. En la Última Cena, al instituir el sacramento de la Eucaristía, el Señor le encomendó a su Iglesia este misterio por medio del cual Dios es glorificado y el hombre salvado.
“…es importante aprender continuamente a orar rezando con la Iglesia. Celebrar la Eucaristía quiere decir orar. Celebramos correctamente la Eucaristía cuando entramos con nuestro pensamiento y nuestro ser en las palabras que la Iglesia nos propone. En ellas está presente la oración de todas las generaciones, que nos llevan consigo por el camino hacia el Señor. Y, como sacerdotes, en la celebración eucarística somos aquellos que, con su oración, abren paso a la plegaria de los fieles de hoy. Si estamos unidos interiormente a las palabras de la oración, si nos dejamos guiar y transformar por ellas, también los fieles tienen al alcance esas palabras. Y, entonces, todos nos hacemos realmente «un cuerpo solo y una sola alma» con
Si la liturgia de la Iglesia ofrece la posibilidad al creyente de entrar en el misterio, de entrar en comunión con Dios y con los hermanos, de entrar en la oración de Jesús y de la Iglesia, de entrar en el sacrificio de Cristo que da gloria a Dios y santifica a los hombres, entonces la liturgia siempre atraerá a los hombres sedientos del misterio, sedientos del encuentro con Dios y con los demás.
En la liturgia estamos de cara a Dios. No se necesitan entretenimientos vacíos. En la liturgia podemos beber de la fuente del amor y de la gracia que sacia nuestros más hondos anhelos, podemos entrar en oración, en diálogo profundo e íntimo con Dios, podemos entrar en el ámbito del misterio, de la comunión divina, que genera un asombro y una fascinación que sacia y a la vez genera un mayor deseo de encuentro y comunión.
En la liturgia adoramos, bendecimos y glorificamos a Dios, y aunque Él no necesita de nuestras bendiciones y alabanzas, por su inmensa bondad, sabe sacar riqueza, bendición y salvación para nosotros. Como dice el prefacio común IV: “Pues aunque no necesitas nuestra alabanza, ni nuestras bendiciones te enriquecen, tú inspiras y haces tuya nuestra acción de gracias, para que nos sirva de salvación, por Cristo, Señor nuestro”.
Fresco de las catacumba de los Santos Pedro y Marcelino: Roma principios del siglo IV.
SACRAMENTOS Los sacramentos son signos eficaces de la gracia, instituidos por Cristo y confiados a la Iglesia por los cuales nos es dispensada la vida divina. Los ritos visibles bajo los cuales los sacramentos son celebrados significan y realizan las gracias propias de cada sacramento. Dan fruto en quienes los reciben con las disposiciones requeridas. CEC 1131
Hermanos: Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez les he transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: — «Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía» . Lo mismo hizo con él cáliz, después de cenar, diciendo: — «Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; hagan esto cada vez que lo beban, en memoria mía» . Por eso, cada vez que comen de este pan y beben del cáliz, proclamen la muerte del Señor, hasta que vuelva. Palabra de Dios. 1 Corintios 11, 23 -26
TESTIMONIO DE FE INALTE La naturaleza sacrificial de la Misa afirmada solemnemente por el Concilio Tridentino, en armonía con la tradición universal de la Iglesia, ha sido expresada nuevamente por el Concilio Vaticano II, al pronunciar estas significativas palabras acerca de la Misa: «Nuestro Salvador, en la Última Cena, instituyó el sacrificio eucarístico de su Cuerpo y de su Sangre, con el cual iba a perpetuar por los siglos, hasta su retorno, el sacrificio de la cruz y a confiar así a su Esposa, la Iglesia, el memorial de su muerte y resurrección» . IGMR 2
La Iglesia vive de la Eucaristía. Esta verdad no expresa solamente una experiencia cotidiana de fe, sino que encierra en síntesis el núcleo del misterio de la Iglesia. Ésta experimenta con alegría cómo se realiza continuamente, en múltiples formas, la promesa del Señor: «He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20); en la sagrada Eucaristía, por la transformación del pan y el vino en el cuerpo y en la sangre del Señor, se alegra de esta presencia con una intensidad única. Desde que, en Pentecostés, la Iglesia, Pueblo de la Nueva Alianza, ha empezado su peregrinación hacia la patria celeste, este divino Sacramento ha marcado sus días, llenándolos de confiada esperanza. EE 1
El Sacrificio eucarístico es «fuente y cima de toda la vida cristiana» «La sagrada Eucaristía, en efecto, contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua y Pan de Vida, que da la vida a los hombres por medio del Espíritu Santo» . Por tanto la mirada de la Iglesia se dirige continuamente a su Señor, presente en el Sacramento del altar, en el cual descubre la plena manifestación de su inmenso amor. EE 1
Del Misterio Pascual nace la Iglesia. Precisamente por eso la Eucaristía, que es el sacramento por excelencia del misterio pascual, está en el centro de la vida eclesial. EE 3
Por el Sacramento eucarístico Jesús incorpora a los fieles a su propia « hora » ; de este modo nos muestra la unión que ha querido establecer entre Él y nosotros, entre su persona y la Iglesia. En efecto, Cristo mismo, en el sacrificio de la cruz, ha engendrado a la Iglesia como su esposa y su cuerpo. Sacr. Car 14
Contemplar a Cristo implica saber reconocerle dondequiera que Él se manifieste, en sus multiformes presencias, pero sobre todo en el Sacramento vivo de su cuerpo y de su sangre. La Iglesia vive del Cristo eucarístico, de Él se alimenta y por Él es iluminada. La Eucaristía es misterio de fe y, al mismo tiempo, « misterio de luz» . Cada vez que la Iglesia la celebra, los fieles pueden revivir de algún modo la experiencia de los discípulos de Emaús: « Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron » (Lc 24, 31). EE 6
La Eucaristía, presencia salvadora de Jesús en la comunidad de los fieles y su alimento espiritual, es de lo más precioso que la Iglesia puede tener en su caminar por la historia. EE 9
Al dar a la Eucaristía todo el relieve que merece, y poniendo todo esmero en no infravalorar ninguna de sus dimensiones o exigencias, somos realmente conscientes de la magnitud de este don. A ello nos invita una tradición incesante que, desde los primeros siglos, ha sido testigo de una comunidad cristiana celosa en custodiar este « tesoro » . Impulsada por el amor, la Iglesia se preocupa de transmitir a las siguientes generaciones cristianas, sin perder ni un solo detalle, la fe y la doctrina sobre el Misterio eucarístico. No hay peligro de exagerar en la consideración de este Misterio, porque « en este Sacramento se resume todo el misterio de nuestra salvación » . EE 48
En el humilde signo del pan y el vino, transformados en su cuerpo y en su sangre, Cristo camina con nosotros como nuestra fuerza y nuestro viático y nos convierte en testigos de esperanza para todos. Si ante este Misterio la razón experimenta sus propios límites, el corazón, iluminado por la gracia del Espíritu Santo, intuye bien cómo ha de comportarse, sumiéndose en la adoración y en un amor sin límites. EE 62
CELEBRAda, cantada y participada LA
Amonesta el Apóstol a los fieles que se reúnen esperando unidos la venida de su Señor, que canten todos juntos salmos, himnos y cánticos inspirados (cfr. Col 3, 16). Pues el canto es signo de la exultación del corazón (cfr. Hch 2, 46). De ahí que San Agustín dice con razón: “Cantar es propio del que ama”, mientras que ya de
La tradición musical de la Iglesia universal constituye un tesoro de valor inestimable que sobresale entre las demás expresiones artísticas, principalmente porque el canto sagrado, unido a las palabras, constituye una parte necesaria o integral de la liturgia solemne. SC 112
El canto y la música cumplen su función de signos de una manera tanto más significativa cuanto "más estrechamente estén vinculadas a la acción litúrgica" , según tres criterios principales: la belleza expresiva de la oración, la participación unánime de la asamblea en los momentos previstos y el carácter solemne de la celebración. Participan así de la finalidad de las palabras y de las acciones litúrgicas: la gloria de Dios y la santificación de los fieles. Cf. SC 112 «¡Cuánto lloré al oír vuestros himnos y cánticos, fuertemente conmovido por las voces de vuestra Iglesia, que suavemente cantaba! Entraban aquellas voces en mis oídos, y vuestra verdad se derretía en mi corazón, y con esto se inflamaba el afecto de piedad, y corrían las lágrimas, y me iba bien con ellas (San Agustín, Confessiones 9, 6, 14).
La acción litúrgica adquiere una forma más noble cuando se realiza con canto. El canto en la celebración litúrgica no es un elemento meramente decorativo, sino que hace parte del rito sagrado. Cf. Musicam Sacram 5
Cada uno de los ministros desempeña su función propia y el pueblo participa en ella. De esta manera, la oración adopta una expresión más penetrante; el misterio de la sagrada liturgia y su carácter jerárquico y comunitario se manifiesta más claramente; mediante la unión de las voces se llega a una más profunda unión de corazones; desde la belleza de lo sagrado el espíritu se eleva más fácilmente a lo invisible; en fin, toda la celebración prefigura con más claridad la liturgia santa de la nueva Jerusalén.
El canto es un elemento de suma importancia para una celebración litúrgica frutuosa y, particularmente, para una celebración eucarística, pues la Eucaristía es la expresión máxima de un pueblo en fiesta que conmemora la salvación
Dos tipos de celebraciones eucarísticas: 1. Celebraciones del Año Litúrgico, que conmemoran los misterios de Cristo, la Pascua semanal, los domingos, y las fiestas de los santos, que prolongan el mismo misterio de Cristo. 2. Las celebraciones eucarísticas de diversas circunstancias: Celebraciones de Sacramentos, conmemoración de las fechas importantes y vivencia de acontecimientos que marcan la vida de una comunidad.
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