Belerofonte Belerofonte era un ciudadano de Corinto que
Belerofonte
Belerofonte era un ciudadano de Corinto que fue exiliado por haber matado sin querer a su hermano mientras cazaba. Entonces decidió ir a Tirinto, a pedir al rey Preto que lo purificara por el asesinato involuntario. Pero la esposa del rey, Estenebea, se enamoró del joven héroe, y cuando éste rechazó su propuesta, ella le dijo a su marido que había sido Belerofonte quien le había tirado los tejos.
El rey Preto contuvo su indignación, pues no quería violar las leyes sagradas de la hospitalidad haciendo daño a su huésped. Pero tramó su venganza y le pidió a Belerofonte que entregara una carta en su nombre al rey de Licia, Yóbates, que era su suegro. Esto es algo sorprendente, pues la escritura no se había inventado todavía, salvo quizás alguna forma rudimentaria utilizada para hacer los inventarios en la isla de Creta y otras partes del continente. No es de extrañar que Belerofonte no entendiera el mensaje que iba a entregar, ya sea porque la carta estaba sellada, o porque todavía no se habían inventado las letras.
Lo que el mensaje decía era: “Querido Yóbates, hazme un favor y mata a la persona que te entregue esto”. Pero eso le resultaba imposible, pues Yóbates estaba sujeto a las mismas leyes de la hospitalidad que el rey Preto: Así que lo acogió y le dio de comer durante un buen número de días y noches, hasta que le dijo que tenía que pedirle un favor. Creyendo que tenía algo que ver con devolverle una carta a Preto y pensando en crear el primer servicio de correos de la historia, Yóbates lo sorprendió con su inesperada solicitud: “Belerofonte, ¿serías tan amable de librar al reino de la Quimera? ”
No queriendo suavizarle el desafío, el rey pasó a describirle a la Quimera como un monstruo que echaba fuego por la boca, directamente relacionada con La Hidra de numerosas cabezas de Hércules, y con Cerbero, el guardián del Hades. La Quimera tenía cabeza de león, cuerpo de cabra y cola de dragón (o, según algunas versiones alternativas del mito, las cabezas de las tres bestias salían de un solo cuerpo). En cualquier caso, era realmente aterradora.
Yóbates deseaba cumplir con la petición de su yerno y acabar con Belerofonte, por ello había pensado en la Quimera como el elemento ideal para acabar con su joven huésped. Y aunque alguien podría pensar que tendría que haber disminuido los peligros de la Quimera para que sintiera una falsa sensación de seguridad, Yóbates se los había aumentado a Belerofonte y le hizo ver que él había nacido para ese desafío: “cuanto más grande, mejor”. Y de hecho, Belerofonte se sintió encantado con la oportunidad de elevarse a sí mismo desde la categoría de funcionario de correos hasta un auténtico héroe. De inmediato comenzó a planear su ataque.
Era sabido que la Quimera prácticamente invencible a los ataques en cualquier terreno. Unos se habían acercado a pie con una lanza o una espada, muy a su pesar. Había incluso un rumor de un jinete de Tesalia que había llegado a tener un breve encuentro con ella y su caballo había quedado carbonizado bajo él a causa del ardiente aliento de la Quimera. Visto esto, Belerofonte redujo sus opciones a un ataque o bien por aire o bien por mar. Este último quedó eliminado al saber que la guarida de la Quimera se encontraba en el interior, por lo que se decidió por la opción aérea y de inmediato se dispuso a conseguir un caballo alado.
Belerofonte, cuando todavía era un niño que crecía en Corinto, había soñado con viajar en el mágico caballo Pegaso, inmortal descendencia del dios Poseidón y la Gorgona Medusa. Pegaso nació cuando el héroe Perseo le cortó la cabeza a Medusa. Como todo el mundo, Belerofonte no podía encontrar a Pegaso, por lo que solicitó la ayuda del adivino Poliido.
Poliido le sugirió a Belerofonte que pasara la noche en el templo de Atenea. En un sueño la diosa se le apareció y le dio una brida de oro. Y a la mañana siguiente Belerofonte encontró a Pegaso bebiendo agua en la fuente de Pirene y deslizó la brida por su cabeza, con lo que el animal se volvió dócil y apto para ser montado. Así pues, una vez más, Belerofonte demostró su valentía al buscar el abrevadero corintio y a su fiel caballo, y al hacerlo liquidó la cuestión del equipo necesario para su empresa.
Es evidente que cualquier tipo de espada o lanza no servía para luchar contra la Quimera. Para empezar, una lanza sería indispensable - el tipo de lanza que mejor se adapte a los combates a caballo. Pero incluso esa lanza no era garantía de victoria sobre un enemigo tan importante.
De nuevo los dioses llegaron para ayudar a Belerofonte, diciéndole que un trozo de plomo colocado en la punta de la lanza tendría un efecto mortal. En primer lugar, cuando el monstruo atacara con sus fauces, metería la lanza con el plomo en la boca de la Quimera. Y en segundo lugar, cuando se derritiera por el ardiente aliento de la bestia, caería gota en sus tripas y le provocaría un mortal ataque de acidez.
Y así Beleronfonte caminó todo el trayecto de Licia a Corinto, localizó la fuente de Pinere y encontró a Pegaso bebiendo en ella. Tras montarlo, el héroe hizo el viaje de regreso a Licia más rápido, se abalanzó sobre la guarida de la Quimera y la atacó con su arma secreta. Y soltando un enorme gemido por la rabia, la Quimera murió.
Yóbates estaba todavía decidido a acabar con su huésped, por lo que después lo envió a luchar contra una temible tribu vecina. Cuando el héroe ganó la batalla con la ayuda de Pegaso, Yóbates lo envió inmediatamente a luchar contra las Amazonas. Y cuando estas mujeres guerreras resultaron no ser rival para Belerefonte, ayudado por los dioses, en un intento desesperado, Yóbates le tendió una trampa, enviando a sus mejores soldados a la casa del héroe en una emboscada. Evidentemente éstos también fueron vencidos, por lo que Yóbates finalmente cedió a lo inevitable, dando a Belerofonte la mitad de su reino y la mano de su hija en matrimonio.
Hay una leyenda, según la cual Belerofonte se vengó de Estenebea invitándola a dar un paseo sobre Pegaso y empujándola una vez que estaban en el aire. Sea como fuere, el caballo alado fue la propia ruina del héroe. Unos años después, Belerofonte estaba tan orgulloso de las hazañas que había realizado, que decidió unirse a los Dioses Inmortales en su morada celestial. Fue volando hasta el Monte Olimpo, cuando Zeus, enojado por su presunción, envió un mosquito que le picó a Pegaso. El caballo tiró a Belerofonte y cayó a tierra desde una gran altura. Durante el resto de su vida, vagó por la tierra solo y cojo.
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