4 5 Bienaventuranzas 1 Generalidades Diferentes clases de

4ª 5 Bienaventuranzas 1 Generalidades. Diferentes clases de bienaventuranzas

Estamos contemplando la 4ª parte del catecismo, algo más ampliada, para ir exponiendo de manera sencilla lo más importante de nuestra fe o de nuestro camino para ir hacia Dios. Hemos comenzado viendo el fin o razón de nuestra vida: Dios nos destina a ser santos, a estar lo más cerca de Él, porque cuanto más cerca, seremos más felices. Y ahora comenzamos dos grandes capítulos para acercarnos de hecho a Dios: Las Bienaventuranzas y la Oración.

Las bienaventuranzas, proclamadas por Jesús en el Sermón de la montaña y explicadas en diversas partes del evangelio, no son cosas concretas que tenemos que hacer, sino actitudes o maneras de ser para aquel que quiera ser discípulo de Jesucristo. Son como las grandes invitaciones de Jesús que hace no sólo a los apóstoles, sino a todo el pueblo, a todo aquel que quiera seguirle. Pedimos al Señor que las entendamos bien y que tengamos la valentía de ponerlas en práctica.

Al comenzar esta cuarta parte del catecismo veíamos que nosotros estamos creados por Dios para la felicidad, y que esa felicidad consistía sobre todo en que nuestra vida esté centrada en Cristo. Cuanto más le imitemos, tendremos más vida de la que vale la pena y por lo tanto más felicidad. Pero la vida interior de Cristo se puede entender y contemplar en las Bienaventuranzas, que son como ilustraciones de su vida íntima, como ejemplo que nosotros podemos y debemos tender a imitar.

Las bienaventuranzas son como «gritos de júbilo» . Hablan de felicidad, de ser dichosos. En el capítulo anterior san Mateo nos dice que Jesús proclamaba: «Está cerca el Reino de Dios» . Ahora nos explica cómo podemos entrar en este Reinado de Dios. Las bienaventuranzas nos indican el estilo o la característica o manera de ser de aquellos que le han de seguir para pertenecer a ese Reino de Dios. El papa Francisco dice que son «como el carnet de identidad del cristiano» .

Estas 8 bienaventuranzas, según san Mateo, son como el punto central de la enseñanza de Jesús. Es algo así como para la Ley fueron los 10 mandamientos proclamados ante Moisés en el monte Sinaí. Ahora en este nuevo monte de las bienaventuranzas nos encontramos con una especie de nuevo decálogo. Lo que allí aparecía en rígidas fórmulas legales, aquí se convierten en bendiciones para los que vivan este nuevo espíritu o nuevo estilo de vida. Allí, en los mandamientos, se señala lo mínimo que debemos hacer todos; aquí se exponen las cimas a las que hay que tender, con toda el alma y felicidad que espera a quien las corone.

Como introducción a la proclamación de las bienaventuranzas, dice san Mateo, al comenzar el cap. 5, que Jesús, al ver la multitud, subió al monte. Esa era la multitud de la que había hablado el evangelista en el capítulo anterior, venida de diferentes regiones, atraídos por las curaciones milagrosas que hacía. Son las regiones precisamente del antiguo reino de David: Como si quisiera el evangelista entroncar mejor a Jesús con el reinado de David. En primer lugar están los apóstoles.

La gente sigue a Jesús, unos por simpatía, otros por esperanza, algunos quizá por curiosidad. El monte solía ser como un símbolo de la divinidad. Y eso no era sólo entre los israelitas sino en otros pueblos paganos. Normalmente lo bueno se ponía por arriba y lo malo por abajo. Por eso el firmamento era la morada de Dios y el monte era el lugar más apto para el encuentro del hombre con Dios, como Moisés en el Sinaí. Aquí Jesús se presenta como estando en la esfera divina.

«Y se sentó» . Es signo de enseñanza y signo de estabilidad. En el Sinaí era Dios quien hablaba. Aquí es Jesús que, como hombre era como Moisés; pero es el hombre-Dios y va a proclamar su propia alianza. En el Sinaí el pueblo quedaba lejos de Dios: hay una clara separación. Aquí Dios está con nosotros. Por eso «se acercaron los discípulos» . Ellos ya han hecho una opción para poder estar en la esfera divina, a la que Jesús nos invita a todos.

Para esta nueva alianza, la de Jesús, todos podemos estar con Él. Ya no se necesitan intermediarios extraños. Dios ha venido a cohabitar con nosotros. Y Jesús comienza a hablar. «tomó la palabra» . Esa enseñanza está indicada de modo solemne. Enseñar no es informar. Enseñar es dar a conocer lo que debe ser aplicado en la vida del discípulo. Jesús no va a enseñar una teoría, sino una manera de vivir. Cada uno en las circunstancias de su vida.

Jesús sube a ese monte para hablarnos de las cosas más importantes en nuestra religión. Había caminado con la gente, lleno de paz y amor en su corazón. La gente le seguía, porque su dulzura arrebataba. Pero ahora, sin dejar de ser amigo y compañero, se sienta para darnos su gran mensaje de paz y de alegría.

Hacia un monte caminaba un hombre lleno de paz, Automático

amor en el corazón y en sus labios un cantar.

amor en el corazón y en sus labios un cantar.

Y la gente le seguía en su largo caminar,

su dulzura arrebataba, su mirada era de paz.

su dulzura arrebataba, su mirada era de paz.

En aquel atardecer se oía hablar al Señor.

Y el eco de la montaña repetía su canción.

Y los hombres meditaban aquel mensaje de amor.

Tarde de paz y alegría con la canción del Señor. Hacer CLIC

¿Cómo aceptarían las bienaventuranzas aquellas personas que estaban en torno a Jesús? A veces nos imaginamos que aquella gente estaría emocionada escuchando a Jesús esas cosas tan sublimes. Pues es fácil que no fuera así. Los mismos apóstoles estarían un poco desorientados escuchando a Jesús cosas que antes no les había dicho con tanta claridad. Y los demás eran gente sencilla; algunos pocos habrían estudiado. Era gente que vivía con los sufrimientos de cada día; era gente que vivía oprimida por las autoridades, también las religiosas, pero sobre todo por los romanos.

Los que escuchaban a Jesús no solían ser «beatos» . Acudían allí porque esperaban recetas no tanto para su alma, sino recetas urgentes y concretas para los problemas de la vida, y muy especialmente para sus enfermedades. ¿Cómo quedarían ante esta luz tan grande de las bienaventuranzas? Por de pronto seguro que Jesús no las proclamaría una sola vez y de modo solemne, como se ve en alguna película, sin poder sacar la gente papel y pluma para irlas copiando.

Lo normal es que cada una la iría diciendo Jesús como complemento, conclusión o inicio, de algún sermón o predicación. Y luego en algún momento, quizá más solemne como en este monte, las diría todas seguidas para quedase una idea más clara de lo que debe ser la mentalidad y el estilo de vida de quien quiera ser su verdadero discípulo. Pero en aquel momento, seguro que la mayoría de las personas se quedaron sin entender el sentido de Jesús y la grandeza de estas bienaventuranzas.

Para nosotros, después de tantos siglos, se han vuelto un poco como insípidas. Quizá por oírlas tantas veces, han perdido mucho de su energía. Por lo cual, para entenderlas mejor, debemos descender al fondo de su verdad. Este fondo se puede considerar de dos maneras: Primero examinándolas bien a través de varios pasajes del evangelio; y segundo examinándolas hasta el fondo de nuestra alma, pidiendo al Señor que nos penetren de verdad.

Algún autor dice que las bienaventuranzas son como el preludio del Calvario. Fulton Sheen, un arzobispo muy famoso en la TV norteamericana del siglo XX y en proceso de beatificación, hablaba sobre esto en una cita que traigo aquí:

«El día que nuestro Señor enseñó las bienaventuranzas firmó su propia sentencia de muerte. Es cierto: no puede predicarse algo tan contrario a la sabiduría de este mundo, sin que el mundo acabe vengándose y llevando al predicador a la muerte. De hecho, Jesús enseñó las bienaventuranzas en un monte, y las puso en práctica en otro. Porque decir las cosas que dijo es el mejor camino para crearse enemigos. Predicar la pobreza, la mansedumbre, la paz, decir que son bienaventurados los perseguidos, no puede gustar a un mundo que sólo cotiza la riqueza, la violencia, el prestigio, el dominio, la comodidad, el sexo. El sermón de la montaña es una opción. Y una opción por la locura. La crucifixión no puede estar lejos de quien se atreva a decir: Ay de vosotros, ricos» .

Hablaba también este arzobispo de la lógica del mundo, tan diversa de la lógica o falta de lógica en las bienaventuranzas. Los que crucificaron a Jesús siguieron su lógica, la del mundo. Muchas veces nos preguntamos: ¿Por qué ha habido y hay tantos martirios? ¿Por qué tantas personas inocentes, que no hacen ningún daño a nadie, sino bien, son matados y masacrados terriblemente por hombres cobardes que se creen grandes al hacer el mal a seres indefensos?

La respuesta a esos interrogantes estaría en el contraste de la lógica del mundo con las bienaventuranzas. Y por lo tanto por el hecho de que aquellos que siguen plenamente el estilo de las bienaventuranzas son como un golpear la conciencia de quienes el libro de la Sabiduría llama «los impíos» : les molesta la bondad de los buenos. De ahí que las bienaventuranzas son un preludio del Calvario. No sólo para Jesús.

En el catecismo de la Iglesia Católica hay un número, 1717, donde dice lo principal sobre qué son las bienaventuranzas: «Las bienaventuranzas dibujan el rostro de Jesucristo y describen su caridad; expresan la vocación de los fieles asociados a la gloria de su Pasión y de su Resurrección; iluminan las acciones y las actitudes características de la vida cristiana; son promesas paradójicas que sostienen la esperanza en las tribulaciones; anuncian a los discípulos las bendiciones y las recompensas ya incoadas; quedan inauguradas en la vida de la Virgen María y de todos los santos» .

Así que las bienaventuranzas no son una especie de espectáculo, sino que son algo mucho más grandioso, pero más íntimo, que debe llegar al corazón. Y esto, aunque nos parezca una locura decir que no son más dichosos los que tienen más poder o los que tienen más dinero. Jesús es la verdadera riqueza, es el Señor, es la alegría del corazón.

Eres mi riqueza, eres mi Señor, Automático


No son más dichosos los que tiene más poder, los atormentados por la sed de poseer.

No son más felices los que más dinero tienen, los que siempre van buscando su interés.

Mucho más dichosos los que aman la verdad, los que van brindando su alegría y su bondad.

Los que nos ofrecen el amor de cada día y reciben el amor de los demás.

Eres mi riqueza, eres mi Señor,

eres la alegría de mi corazón. Hacer CLIC

¿Cuántas clases de bienaventuranzas dijo Jesús? Dijo varias diversas de que nos dan fe los evangelios; pero sobre todo dijo estas importantes en grupo. Las que vamos a estudiar especialmente son las ocho que nos trae el evangelio de san Mateo en el cap. 5. Sin embargo san Lucas nos trae un grupo de 4 en su evangelio que, en parte, se parecen bastante, pero Estas 4 tienen otras 4 que son las son diferentes. contrarias o el lado opuesto.

Y nos preguntamos: ¿Pero cuáles son las que dijo Jesucristo? En realidad Jesús pudo haber dicho éstas y pudo haber dicho más. Debemos saber que los evangelistas no son como escritores de un periódico, que van exponiendo lo que va pasando con Jesús. A veces sí, como Ellos son en la Pasión. catequistas, y para su catequesis van escogiendo de todo lo que dijo Jesús lo que más les conviene para su catequesis propia para la gente a la que se dirigen.

Jesús, cuando hablaba, se adaptaba al auditorio que tuviera. Lo mismo los apóstoles y evangelistas. San Mateo tuvo que evangelizar entre israelitas o judíos: Muchos eran descendientes de los fariseos del tiempo de Jesús o ellos mismos habían sido fariseos, otros habían sido descendientes de los discípulos de Juan Bautista. El caso es que los fariseos tenían muy metido en la mente que lo importante en la religión era realizar más actos de culto externo, mientras que Jesús les había dicho que lo importante era el espíritu, la interioridad de la religión.

Por lo cual Jesús tuvo que proclamar solemnemente el camino para ir a Dios, dentro de la interioridad, por medio de estas bienaventuranzas. Esto es lo que le impresionó a san Mateo y escogió preferentemente para su mensaje esta clase de bienaventuranzas. Estas nos llevan a lo íntimo del corazón por medio del amor. Por lo tanto, como se trata de amar a Dios, que es lo principal, son obligatorias para todos.

Sin embargo san Lucas tenía otro problema diverso con sus catequizandos. San Lucas era acompañante de san Pablo e iban más bien por terrenos de Grecia: Corinto, Tesalónica, Filipo, Éfeso, a cuyos habitantes dirigiría san Pablo diversas cartas. Para estas gentes el problema grave era la situación social: había una diferencia abismal entre ricos y pobres. Y la vida práctica les decía que los pobres estaban más prestos para recibir la palabra del Señor.

Jesús, aunque no se encontró con una situación tan grave, en cierto sentido la padeció. Y a veces hablaría con esta mentalidad. Esto es lo que escogió san Lucas para exponer principalmente sus bienaventuranzas. Por eso, cuando dice: «Bienaventurados los pobres» , se refiere Jesús principalmente a esta situación social, declarando que los que están en esta pobreza material están en una situación más apta o más fácil para llegar al verdadero Reino de Dios.

Constata san Lucas lo que había dicho Jesús: que los que son pobres de verdad aceptan mejor las enseñanzas sobre el Reino, y además entre ellos practican mejor la caridad, se ayudan mutuamente y su corazón está más preparado para tener a Dios como Padre y poder vivir mejor todo lo que Jesús nos quiere enseñar en las 8 bienaventuranzas que nos trae el evangelio de san Mateo.

Esta manera de enseñar por medio de frases o dichos «sapienciales» era frecuente en el Ant. Testamento. Lo encontramos frecuentemente en los salmos y en ciertos libros llamados así «sapienciales» . En los salmos encontramos varias frases que comienzan con la palabra «Dichoso» para luego dar una enseñanza. Y se dice «dichoso» , porque la felicidad es un deseo innato en la naturaleza humana. También en nuestra religión. Decía santa Teresa: «Un santo triste es un triste santo» .

Todos desean la felicidad. Lo que pasa es que hay muchas clases de felicidad. Unos se conforman con lo estrictamente material, comer y dormir y poco más. Otros buscan más, como es la satisfacción de aprender muchas cosas, de progresar y vivir en libertad. Pero lo más noble es llegar a la felicidad divina. El hombre está hecho «a imagen y semejanza» de Dios. Por lo tanto será más feliz cuanto más participe de la vida de Dios. A ello nos van llevando las bienaventuranzas.

En cuanto a la felicidad, para entender mejor el sentido que daba Jesús, dicen los entendidos que es diferente, según el ambiente cultural en el que ha vivido cada uno. Distinguen sobre todo dos clases de cultura: la que procede de la antigua Grecia y la semita u oriental. Dicen que la cultura griega es más abstracta. Y proclama que en esta vida nunca se puede tener plena felicidad, sino que hay que referirla al más allá. La finalidad de esta vida sería adquirir méritos para gozar allá.

La cultura semita, en cambio, es más pragmática: la felicidad no sería una meta larga, sólo en la otra vida, sino que ya se va consiguiendo aquí. Esta cultura semita, en vez de especular sobre la ventaja de ser feliz, muestra cómo conseguirla. Jesús estaría, claro, en esta cultura semita. Todo esto es demasiado raro para nosotros. El hecho es que Jesús nos va a enseñar que, si nos adentramos en esta vida de amor, que Él nos propone, SEREMOS BIENAVENTURADOS.

Bienaventurados seremos, Señor, Automático

los desprendidos de la tierra.

Seréis bienaventurados porque tendréis el cielo.

Seréis bienaventurados los que tenéis alma sencilla.

vuestra será la tierra.

los que lloráis, los que sufrís.

Seréis bienaventurados porque seréis consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis hambre de mi.


Bienaventurados seremos, Señor

Seréis bienaventurados los que tenéis misericordia.

Seréis bienaventurados porque seréis perdonados.

Seréis bienaventurados los que tenéis el alma limpia.

porque veréis a Dios.

los que buscáis siempre la paz.

hijos seréis de Dios.

los perseguidos por mi causa.

Seréis bienaventurados porque tendréis mi reino.

Que la bienaventurada Virgen María nos introduzca en el cielo. AMÉN
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