4 12 Bienaventuranzas 8 3 bienaventuranza 1 Bienaventurados

4ª 12 Bienaventuranzas 8 3ª bienaventuranza 1: «Bienaventurados los mansos»

Estamos tratando las bienaventuranzas que, más que mandatos, son actitudes que tenía Jesús y Él nos invita a poseerlas para ser dignos discípulos suyos. En la 2ª veíamos: «Bienaventurados los que sufren, porque ellos serán consolados» . Ciertamente por Dios; pero Jesús quiere que colaboremos en esa consolación. Y llegamos a la 3ª que es: «Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra» . Aunque en varias biblias está la 2ª.

Lo primero que debemos destacar es la cantidad de variantes que hay en su enunciación, según las diversas traducciones de la Biblia. La bienaventuranza, como todas, tiene dos partes. La primera parte es la que tiene más variaciones, porque donde unos dicen: los mansos, otros dicen: los no violentos, o pacientes, sufridos, humildes. Pero otros cambian más, supeditados a lo acentuado en la 2ª parte; y en vez de mansos, dicen: los desposeídos o los sometidos. Veremos.

Eso en cuanto a la palabra. Pero se destaca otro aspecto. Sobre esto hay un salmo muy interesante, el 37, en que se habla de esperar en el Señor y descansar en el Señor. Por el verso 8 nos invita a reprimir el coraje y la ira, a no exasperarse ante el mal y a no hacer el mal. Y más adelante dice que «los sufridos poseen la tierra» . Y otras traducciones ponen: los mansos» . Parece ser que en el original de la palabra de este salmo, están los anawin. Así que sería lo mismo o parecido a la 1ª bienaventuranza.

Y el aspecto concreto que se destaca es el aguante. Por lo tanto se trata en concreto de una persona cuyo compromiso ante Dios le hace frenar sus impulsos violentos, prodigando tolerancia. Pero el hecho es que no es lo mismo «no violento que manso» . Claro que para ser manso en sentido cristiano o religioso, el primer paso o requisito es no ser violento, abstenerse de toda violencia en palabras y en acciones.

Pero luego viene lo positivo: Ser manso es soportar con paciencia las contradicciones y adversidades. Por eso hay diversas traducciones, como sufrido, tolerante. Pero viene otro grado del manso: Resignarse a la voluntad de Dios, amar la paz. Esto es difícil y no lo consigue cualquiera, sino aquel que tenga una gran fuerza de voluntad para no violentar a los demás, sino violentarse a sí mismo.

De todo esto se deduce que esta bienaventuranza del manso no se trata de tener un temperamento tranquilo, que sería aquel que, por honradez natural, desea evitar incidentes. De estos hay varios a quienes se les llama los «bonachones» . Tampoco es ninguna cobardía. No es exaltación de la debilidad de carácter, del opacamiento. La mansedumbre es una virtud. Por lo tanto es un acto de fortaleza. Es lo contrario de la debilidad.

Podíamos decir que el manso es fuerte, aunque parece débil. Esto se debe a que, si tiene que combatir la injusticia, no lo hace con ira, sino con la paz; pero procura hacer algo positivo. Lo contrario sería resignarse a que triunfe el mal. En definitiva, debe tratar de participar de la mansedumbre de Jesucristo.

San Pablo, que parece ser tenía un poco de fama de ser «cobarde de cerca y valiente de lejos» , apela a «la mansedumbre y mesura de Cristo» , a quien quiere imitar (2 Cor 10, 1). En el evangelio aparece dos veces Jesús con el calificativo de manso. Una vez es cuando entra solemnemente en Jerusalén, pero como rey pacífico y manso sobre una borriquilla.

Otra vez es cuando, después de dar gracias a su Padre celestial, porque se revelaba a los pequeños y humildes, dijo: «Aprended de mi, que soy manso y humilde de corazón…» (Mt 11, 29). Aquí «manso» Jesús lo une a ser «humilde de corazón» . Jesús nos invita a ser sencillos ante Dios y ante los demás. Un verdadero manso se presenta ante Dios como un niño que procura tener una gran confianza con Dios, nuestro Padre. Por eso le pidamos: Dame, Señor, un corazón de niño.

Dame, Señor, un corazón de niño. Automático

Dame, Señor, un corazón de niño.

Dame, Señor, un corazón de niño.

Un corazón humillado.

Para amar, para perdonar.

Para amar, para perdonar.

Para amar, para perdonar.

. Hacer CLIC

Cuando está diciendo Jesús: «Aprended de mi que soy manso y humilde de corazón» , está contraponiendo su dulzura y refugio de persona sencilla a la dureza e intransigencia que mostraban muchos de los fariseos. Jesús se define como alivio y descanso de las almas. Esta sencillez y alivio debemos buscar nosotros en Jesús y es lo que nosotros debemos tener con respecto a otras personas.

San Pablo, en la carta a los Colosenses, describe con más detalle lo que significa la mansedumbre, cuando dice: «Tened entre vosotros sentimientos de compasión, de bondad, de humildad, mansedumbre, de paciencia, soportándoos mutuamente y perdonándoos, si alguno tiene queja de otro» . Vemos que la mansedumbre no es sólo una virtud, sino como un complejo de virtudes; o va unida siempre con la humildad, la caridad, la condescendencia y la misericordia.

Por lo tanto la mansedumbre no es sólo suavidad. Jesucristo era suave, pero también era fuerte. Por eso la mansedumbre está unida también con la fortaleza; pero no para ir contra los demás, sino contra sí mismo. Por ser fuerte, el manso debe fustigar el mal, pero haciéndose primeramente violencia contra sí mismo.

El ser manso no coarta su dignidad; como Jesús lo demostró ante Pilato y ante Herodes. Y a veces debe decir palabras fuertes, como lo hizo Jesús contra los fariseos buscando su conversión. Y Jesús llega a decir que ha venido a traer una guerra. Y cuando alguien le golpea, no responde con otro golpe, pero levanta su palabra para protestar del golpe injusto.

Asi que en Jesucristo se une la mansedumbre y la fortaleza. O podemos decirlo mejor, que en Jesús se une la suavidad con la fortaleza interior. O dicho de otra manera: el manso muestra con suavidad su fortaleza interior. Esta es la principal dignidad de la mansedumbre: la fortaleza que tiene, pero no para violentar a los demás, sino a sí mismo, de modo que puede aparecer suave, dulce, porque todo lo hace con amor.

Hay algunos que esto de la mansedumbre lo toman como «no violencia» en el sentido puramente externo. Por poner un ejemplo: como el movimiento que organizaba Gandhi en la India como lucha contra la violencia. Al ser virtud la mansedumbre debe tener firmeza, pero no violencia, que es diferente. Esta firmeza es lo que venimos diciendo que es violencia contra sí mismo; pero con los demás debe ser suavidad.

En la Biblia, en cuanto historia de los israelitas, aparece mucha violencia. Y no sólo en la parte antigua. También en el tiempo de Jesucristo estaban los zelotes, que era una especie de grupo guerrillero contra los romanos. Los había aun entre los discípulos de Jesús. Muchos califican a Judas Iscariote como zelote; pero había uno, Simón, a quien le llamaban zelote. Si no lo era, quizá lo había sido. Estos creían que la libertad sólo se podía conseguir con la violencia. Pero la violencia no suele ser razonable.

En la vida de Jesús hay un suceso en que muestra claramente su apuesta por la no violencia. Cuando Jesús fue arrestado en Getsemaní, san Pedro saca la espada, que llevaba escondida, y corta la oreja de un criado de los sacerdotes. Jesús interpela a san Pedro por esa acción y sana al herido. Jesús manda envainar la espada, que es instrumento de violencia.

También hay otro suceso en que parece que Jesús usa la violencia; pero hay que entenderlo: «Jesús echa del templo a los mercaderes» . Jesús hablaba con palabras y gestos al estilo oriental. Como hay parábolas que nos parecen exageradas. Los profetas hacían mucho de esto. Jesús hace allí un «gesto profético» para que le entiendan. Algunos exageran demasiado al narrarlo; pero allí no hay heridos, no va contra las personas, sino contra las malas ideas. Y luego lo explica de diversas maneras.

En verdad que no es fácil comprender bien el sentido de estas bienaventuranzas de Jesús. Que el Señor nos ayude a comprender la grandeza de ser verdaderamente «manso» al estilo de Jesucristo. Quien así trabaja con suavidad y con esfuerzo, al mismo tiempo, podrá conseguir el Reino, que es un mundo nuevo donde no haya injusticias y marginación. Por todo ello sean «Benditos los mansos» , como también sean benditos los pobres y los que lloran y los perseguidos.

Benditos sean los pobres, de ellos serán los cielos. Automático

Benditos sean los mansos, de ellos será la tierra.

Benditos son los que lloran, ellos serán consolados.

Benditos los que perdonan


Benditos los que están limpios, porque ellos verán a Dios.

Benditos son los hambrientos, porque ellos serán saciados.

Benditos los perseguidos, ellos serán ensalzados.


Serán ellos salvados Ah…. Hacer CLIC

Viendo el ejemplo maravilloso de Jesucristo, podríamos fijarnos en varias escenas de su vida, como cuando le siguen las multitudes de personas que no le dejan ni tiempo para comer ni para estar a solas con los apóstoles, que le quieren informar de su trabajo pastoral. Y Jesús atiende a todos, con infinita mansedumbre, aunque sólo busquen provecho material. O vayan leprosos y otros enfermos: por tierra o desde el techo.

En los comienzos de su predicación hay una diferencia entre san Juan Bautista y Jesucristo. Juan Bautista, al ver las maldades de su pueblo, se inspira más en profetas algo tremendista y proclama: «Ya toca el hacha la raíz de los árboles y todo árbol que no dé buen fruto será talado y echado al fuego» . Jesús se dedica más a la mansedumbre, que es el amor.

También Jesús tiene a veces palabras muy fuertes contra los fariseos. Ellos debían entender que está hablando en la postura de un profeta enviado por Dios que busca la salvación de sus almas. Algo que Jesús debía desenmascarar eran los escándalos: cuando una persona mayor induce a un menor hacia el mal. Y eso era, para Jesús, lo que hacían los fariseos hacia tanta gente sencilla, porque les enseñaban a realizar sólo actos externos de religión, mientras mostraban el odio de su corazón.

Podríamos hacer notar «el beso de Judas» en Getsemaní. Es el beso traidor. Jesús sólo le dice: «Amigo ¿A qué has venido? » Todavía muestra una preocupación por su alma. Es una muestra de la herida espiritual que lleva Jesús en su corazón desde que les había dicho a los apóstoles: «Vosotros estáis limpios, pero no todos» . Y así en otras ocasiones, sin que su mansedumbre pudiera taladrar aquella piedra del corazón de Judas.

Esa mansedumbre lo aprendieron sus discípulos a través de los siglos. Mirando desde el principio consideramos al primer mártir cristiano, san Esteban, que murió dilapidado o apedreado. Es de admirar su ardor y fortaleza (verdadera mansedumbre), cuando en el juicio que le hicieron, defendió a Jesucristo a través de la historia de Israel. Y luego, cuando le mataban, mostrando su gran caridad al perdonar de corazón a sus propios asesinos, como lo había hecho Jesús.

San Pablo en la carta a los Galatas habla de los frutos del Espíritu Santo: amor, alegría, paz… y «dominio de sí» . Así traducen algunos la mansedumbre. Y luego dice: «Los que son del Mesías han crucificado los bajos instintos con sus pasiones y deseos» , como el instinto de ir contra los demás. Eso hacen los «mansos» y consiguen una actitud de paz y tranquilidad.

En la bienaventuranza, que es lo que ahora nos interesa, se habla de esfuerzo. Por eso manso no es el de carácter apacible, de naturaleza, sino que requiere esfuerzo e inquietud. Pero siempre con la confianza en Dios. No es conformismo, sino una cierta lucha por instaurar el Reino en la interioridad de los creyentes. Y para esto, es necesario soportar muchas adversidades en esta vida. Es lo que antes hemos dicho de aguante y hacerse violencia contra sí mismo.

En el mismo evangelio de san Mateo, cap. 11, v. 12, hay unas palabras de Jesús un poco confusas, porque se traducen de varias maneras. Unos creen que se trata del esfuerzo que se debe hacer para conseguir el Reino: «Desde el tiempo de Juan Bautista hasta ahora el Reino de Dios se alcanza a la fuerza; solamente los esforzados entran en él» . Pero en otras traducciones sí habla de violencia, aunque de los otros: «Desde los días de Juan el Bautista el reino de los cielos sufre violencia y los violentos lo arrebatan» .

Desgraciadamente hay demasiados violentos, entre particulares y en la sociedad. Necesitamos más personas que se comprometan con Dios a vivir con mansedumbre, pero de la buena, la que es una virtud cristiana o un fruto del Espíritu Santo: la mansedumbre que no es apocamiento sino que a veces debe manifestar la verdad con fuerza y valentía para poder decir: Basta ya de violencia.

¡Basta ya de violencia! Automático

no puedo aguantarlo más.

¡Basta ya de matanzas!

las muertes no nos dan la paz.

¡Basta ya de fusiles!

Negocio del que vende más.


Escucha: deseo paz.


la ley del que puede más.


Escucha: deseo paz.


a la gente que sufre en soledad

y que vive sin tener paz.

Paz para el mundo que llora


AMÉN
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