2 CARISMAS DE CONOCIMIENTO Y DE PALABRA REVELACION
2) CARISMAS DE CONOCIMIENTO Y DE PALABRA. REVELACION Manifestar una verdad secreta u oculta. Dios se da a conocer progresivamente al hombre.
Es de aplaudirse el fervor y las ganas de servir a Dios en muchos de nuestros hermanos, su corazón esta abierto para Dios, con su vida consagrada glorifican al Señor en todo tiempo, sus vidas son el reflejo del amor de Dios y de la pasión que tuvo Cristo por los perdidos, las experiencias que han tenido con Dios son impactantes y profundas; ellos le han dado todo a Dios y El se agrada de todo ello.
No obstante tenemos que decir que dentro de la práctica y aplicación de los dones en la Iglesia tenemos que tener mucho cuidado de no salir del margen trazado por la Escritura. La Iglesia está conformada por personas falibles, que pueden cometer equivocaciones, porque nadie es perfecto, sin embargo tenemos a nuestro alcance, la Palabra de Dios que es infalible en su totalidad.
Así por ejemplo, el Apóstol Pedro quien tuvo las experiencias más extraordinarias con el Señor Jesucristo, quien estuvo en el monte de la transfiguración y vio la gloria de su Maestro, vio la multiplicación de los panes, caminó sobre el mar, etc. , él en ninguna manera, puso sus experiencias por encima de la revelación en las Escrituras sino que dijo:
Así hemos visto confirmada la palabra de los profetas, y ustedes hacen bien en prestar atención a ella, como a una lámpara que brilla en un lugar oscuro hasta que despunte el día y aparezca el lucero de la mañana en sus corazones. Pero tengan presente, ante todo, que nadie puede interpretar por cuenta propia una profecía de la Escritura. Porque ninguna profecía ha sido anunciada por voluntad humana, sino que los hombres han hablado de parte de Dios, impulsados por el Espíritu Santo. 2 Pe. 1, 19 -21
Nunca, una experiencia personal, puede estar al mismo nivel de las Escrituras, el creyente puede ser muy espiritual y maduro en la fe, puede ser usado por Dios por medio de algunos de Sus dones, sin embargo, lo que él viva no puede ser una regla o norma de fe para otros.
La doctrina de la Iglesia distingue entre la “revelación pública” y las “revelaciones privadas”. Entre estas dos realidades hay una diferencia, no sólo de grado, sino de esencia. La “revelación pública” designa la acción reveladora de Dios destinada a toda la humanidad, que ha encontrado su expresión literaria en las dos partes de la Biblia: el Antiguo y el Nuevo Testamentos. Se llama “revelación” porque en ella Dios se ha dado a conocer progresivamente a los hombres, hasta el punto de hacerse El mismo hombre, para atraer a Sí y para reunir en Sí a todo el mundo por medio del Hijo encarnado, Jesucristo. Se trata de un proceso vital, en el cual Dios se acerca al hombre.
Puesto que Dios es uno solo, también es única la historia que El comparte con la humanidad; vale para todos los tiempos y encuentra su cumplimiento con la vida, la muerte y la resurrección de Jesucristo. En Cristo Dios ha dicho todo, es decir, se ha manifestado a Sí mismo y, por lo tanto, la revelación ha concluido con la realización del misterio de Cristo que ha encontrado su expresión en el Nuevo Testamento.
San Juan de la Cruz nos advertía: “Si la fe ya está fundada en Cristo y en el Evangelio, no hay para qué preguntar más. En Cristo, Dios ya dijo todo lo que tenía que decir. Y buscar nuevas revelaciones y o visiones sería una ofensa a Dios, pues sería como sacar los ojos de Cristo, buscando alguna otra novedad”
Y aún en el caso de las devociones y “revelaciones privadas” aprobadas nunca hay que considerarlos como revelación directa de Dios, en el sentido de un dictado divino, ni mucho menos ponerlo como una novedad que agrega algo a lo ya revelado en Cristo de una vez para siempre. Porque si algo es claro en el cristianismo es que Jesucristo es la última Palabra de Dios a los hombres y en El se manifiesta la plenitud de la revelación de Dios para toda la humanidad (Dei Verbum 5).
El Catecismo de la Iglesia Católica nos aclara al respecto: “A lo largo de los siglos hubo revelaciones llamadas privadas, algunas de las cuales han sido reconocidas por la autoridad de la Iglesia. Sin embargo, no pertenecen al depósito de la fe. Guiados por el Magisterio de la Iglesia, los fieles deben discernir y acoger lo que en estas revelaciones constituye una llamada auténtica de Cristo o de sus santos a la Iglesia” (Nº 67).
La revelación privada es una ayuda para la fe, y se manifiesta como creíble precisamente porque remite a la única revelación pública.
La aprobación eclesiástica de una revelación privada contiene tres elementos: el mensaje en cuestión no contiene nada que vaya contra la fe y las buenas costumbres; es lícito hacerlo publico, y los fieles están autorizados a darle en forma prudente su adhesión
Un mensaje así puede ser una ayuda válida para comprender y vivir mejor el Evangelio en el momento presente; por eso no se debe descartar. Es una ayuda que se ofrece, pero no es obligatorio hacer uso de la misma.
El criterio de verdad y de valor de una revelación privada es, pues, su orientación a Cristo mismo. Cuando ella nos aleja de Él, cuando se hace autónoma o, más aún, cuando se hace pasar como otro y mejor designio de salvación, más importante que el Evangelio, entonces no viene ciertamente del Espíritu Santo, que nos guía hacia el interior del Evangelio y no fuera del mismo. Esto no excluye que dicha revelación privada acentúe nuevos aspectos, suscite nuevas formas de piedad o profundice y extienda las antiguas. Pero, en cualquier caso, en todo esto debe tratarse de un apoyo para la fe, la esperanza y la caridad, que son el camino permanente de salvación para todos.
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